miércoles, octubre 04, 2006

Los regalos de la muerte (XV)

Capítulo XV: Caraballo toma el mando

11:45 a.m. Casa de Luna Valdivieso

Te miras al espejo del baño casi escupiendo latidos de corazón por la boca, agarras el lavabo demasiado fuerte y con las dos manos. Te voy a matar, mascullas, hasta tal punto que se te cae saliva por la boca pareciendo rabioso. Te voy a matar, dices ahora claramente. Te vuelves y la ves muerta, fría, tirada como un objeto sin valor. Ha arrancado de ese cuerpo la esencia que lo es todo en este mundo, ¿qué belleza hay sin vida? ¿Qué sentido hay? Te miras de nuevo al espejo y te ajustas el sombrero. Te voy a matar, repites, aunque tenga que buscarte en el más allá. Sientes que la puerta se abre y alguien entra, te pones en tensión y decides ver quién es. Tu corazón casi explota, tu boca de fuego casi alcanza a una estrella roja, tu hielo en la mirada casi alcanza el 0 absoluto y las termitas de tu estómago son dinosaurios devorando árboles. Es Gandía, y viene armado. Bien, muy bien.

11:00 a.m. Comisaría de policía

- “El teléfono al que llama está apagado o fuera de cobertura en este momento, inténtelo de nuevo más tarde” – le dice una simpática señorita al inspector Froilán Caraballo cuando estaba intentando llamar a uno de sus principales sospechosos, Federico Laviña. Cierra la tapa de su móvil y le da vueltas a un lápiz mientras mira, pensativo y con la mirada perdida, a Gerardo De la Santa, antiguo ayudante de Caraballo en el caso Reyes-Lagos. De la Santa se pone nervioso e intenta centrarse en su trabajo. Caraballo para en seco el lápiz, cierra el puño y golpea con violencia su mesa con tanta fuerza que consigue sacar su pilot azul del lapicero dejándolo caer en el suelo.

- ¡Mierda! – grita a voz en cuello Caraballo asustando a De la Santa. ¡Mierda, mierda!
- ¿Q-qué ocurre, Froi? – pregunta con miedo el ayudante.
- Joder, Gerardo, nada, que creía que tenía por los huevos a Fede Laviña, pensaba que era el asesino con total seguridad pero se ha metido otra persona por medio.
- ¿O-otra persona?
- Sí, es un doctor que, digamos, conozco, y creo que él es el asesino o al menos algo tiene que ver. Desde luego Laviña tiene está metido en el ajo, me ha mentido con su coartada y no consigo localizarlo. Lo he declarado en busca y captura.
- ¿Y por qué piensas que tiene ese doctor que, digamos, conoces algo que ver?
- Laviña es un cero a la izquierda, tío, un patán, es incapaz de orquestar un homicidio y menos dos de la forma tan limpia como los de Reyes y Lagos. Es un peón en el juego y el doctor Villaescusa es la mano, estoy seguro. Por cierto, Gerardo, quiero un extracto de los movimientos bancarios de la última semana de las tarjetas de Federico Laviña. A ver dónde coño se ha metido este fulano.

11:50 a.m. Casa de Luna Valdivieso.

Es Gandía, y lo ves entrar con una pistola en la mano. El hielo de tus ojos apenas te deja verlo, y lo ves como una proyección en blanco y negro de un antiguo cine. Gandía te ve y te dice algo, pero no lo oyes, el ruido de las termitas devorando no te deja. Sólo escuchas el ruido característico del proyector cinematográfico antiguo, como si estuviera pegado a tu oído. Lo miras con cara de película bélica. Él se relaja, sigue hablando y se guarda la pipa. “Hijo de puta”, dices, “te voy a matar”, continúas, y te abalanzas como un halcón peregrino sobre su presa. Lo coges por la pechera, lo alzas en vilo y lo tiras al suelo. Ves que está confuso, te acercas a él, lo vuelves a coger por la pechera y lo levantas. Le lanzas un derechazo en la mejilla con la velocidad de una montaña rusa. Te mira confuso, con cara de canción triste, y te dice algo. Sólo oyes el ru ru del proyector cinematográfico. Le pegas un puñetazo en la boca del estómago, y dos, y tres. Gandía se retuerce y se arrodilla. Le pegas un codazo en la nuca y cae a plomo en el suelo. Le das la vuelta y lo ves semi-inconsciente, te intenta decir algo con voz de violín desafinado. “Ru, ruu” escuchas. Sacas tu pipa, te pones sobre él y le apuntas a la frente.

11:20 a.m. Comisaría de policía

- “El teléfono al que llama está apagado o fuera de cobertura en este momento, inténtelo de nuevo más tarde” – le dice una simpática señorita al inspector Caraballo cuando intenta llamar a su compañero Ramiro España.
- Joder, ¿qué coño pasa hoy, todo el mundo con el teléfono apagado? – dice Caraballo empezando a odiar ya a la chica del teléfono. Y, ¿dónde se habrá metido Rami? Había quedado con él aquí a las 11...

Caraballo sale a la puerta de la comisaría a tomar un poco el aire, se da un par de pequeños paseos y de puerta de la comisaría al borde de la acera y vuelta, con las manos metidas en los bolsillos, contando los tres pasos que tiene que dar en cada trayecto. Va a entrar de nuevo a la comisaría cuando, al girarse por instinto, ve a Ramiro España hablando por el móvil con cara de haber visto el monstruo del lago Ness.

- Pero, ¿no lo tenía apagado o fuera de cobertura?. ¡Rami! - le grita con la fuerza de un huracán cabreado. ¡Rami! – le vuelve a gritar. Pero España ni se inmuta, cierra la tapa de su móvil y se va corriendo con la velocidad de una barracuda.

Caraballo coge su móvil y vuelve a llamar a España...

... “El teléfono al que llama está apagado o fuera de cobertura en este momento, inténtelo de nuevo más tarde”

- Qué raro, ¡¿qué cojones está pasando aquí?! ¡¿Pero si estaba hablando ahora mismo por el móvil?! – murmura Caraballo mientras sale corriendo detrás de su compañero. ¿Dónde coño va? – se pregunta mientras lo sigue.

Un par de minutos después Caraballo ve a España entrar en su propia casa. Vuelve a coger el móvil y vuelve a intentar llamar a su compañero...

... “El teléfono al que llama está apagado o fuera de cobertura en este momento, inténtelo de nuevo más tarde”

- ¡Puta! – le grita a la señorita acercándose el auricular a la boca.

Caraballo se queda en la puerta del bloque de España dudando qué hacer, se da paseos hasta el borde de la acera y vuelve. ¿Subo? - Se pregunta. Lo piensa durante unos minutos y al final decide subir.

11:55 a.m. Casa de Luna Valdivieso

Le apuntas a la frente, dispuesto a dispararle. Te inclinas sobre él y le miras con cara de cuadro de Picasso, van explotando células de tu cuerpo, va muriendo la materia inocente que tienes en el cuerpo porque estás a punto de matar a Gandía, un asesino, pero una persona. Y se te aparece un ángel en tu hombro.

- No lo hagas, tú estás por encima de esto – te dice el ángel con voz de azúcar, dulce, melodiosa.

Y se te aparece un demonio en tu otro hombro.

- ¡Mátalo! El muy hijo de puta se ha cargado a la mujer a la que amas. Ojo por ojo, Ramiro España, diente por diente – te dice el demonio con voz de volcán, violenta, ardiente. Y te muerde la oreja, y juega con ella. ¡Mátalo!

Sí, te dices, me lo voy a cargar. Vas a disparar y el ángel te dice: “¿qué belleza hay sin vida? ¿Qué sentido hay?”. Y dudas. Y te das cuenta de que no eres un asesino y que no tienes lo que hay que tener para matar a una persona.

Gandía aprovecha tu momento de duda y te golpea la nariz con un golpe seco de su codo. Y te hacer caer. Gandía se levanta, te pega una patada en la mano haciéndote perder la pipa. Tú te dejas, ya te has rendido, pero sonríes con mueca de acordeón, deshinchándose tu sonrisa poco a poco. Sonríes porque, aunque sabes que Gandía te va a matar, te has demostrado a ti mismo que no eres un asesino, que respetas lo más valioso que hay... “¿qué belleza hay sin vida? ¿Qué sentido hay?” – te dices y te entregas a Gandía.

Gandía te pega un par de puñetazos, es rápido, y muy fuerte... y extrañamente bueno. Te lleva contra la pared, te golpea el estómago y te sienta en el suelo. Ves a Gandía, en blanco y negro, como la proyección de una antigua película. Te habla pero sólo escuchas el ru ru. Te mira con cara de novela de misterio y te enseña 3 dedos, luego 2, luego 1 y da un chasquido con el pulgar y el medio.

11:50 a.m. Casa de Ramiro España.

Froi decide subir al piso de España y ve la puerta entreabierta. Se pone en guardia, saca la pipa con mucha más destreza que su compañero y entra sigilosamente. Ve salir del baño a España. Froi apunta a su compañero con la pipa.

- ¿Estás bien, Rami? ¿Qué coño te pasa? ¿Por qué corrías así? Me tenías acojonado – le dice Caraballo a España apartando el arma y volviéndosela a guardar.

Caraballo se asusta un poco al ver la cara de su compañero, como echando fuego, como echando hielo, como alimentando a una manada de gusanos de seda gigantes. España lo mira con cara de tanatorio, sin decir nada, mudo como una nube que sólo sabe gritar en forma de trueno.

- ¿Tío, estás bien? Tienes mala cara

España se le echa encima, lo coge por la pechera y le da un derechazo que impacta en la cara de Caraballo como un autobús.

- ¿Qué cojones haces, cabrón? ¡Para ya!

España coge por la pechera a Caraballo, le pega 3 puñetazos en la boca del estómago y lo hace caer de rodillas. España le pega un codazo en la nuca haciéndolo caer y dejándolo casi grogui. Le da la vuelta y lo pone boca arriba.

- R-a-mi – masculla entre tos y tos.

España saca su pipa y le apunta a la frente. Duda. Caraballo aprovecha ese momento y se lo quita de encima pegándole un codazo en la nariz con la fuerza de la caída de un árbol recién talado. Lo desarma de una patada, le devuelve un par de puñetazos y lo sienta en el suelo.

- Está bien, está bien, Rami, escúchame, a la de 3 vas a despertar, ¿de acuerdo? Voy a enseñarte tres dedos y los voy a ir quitando uno a uno mientras cuento. A la de 3 doy un chasquido de dedos y despiertas, ¿de acuerdo? Tranquilo, todo va a salir bien.

Caraballo saca 3 dedos, 2, 1, chasquido y Ramiro España despierta.

12 p.m. Casa de Ramiro España.

Abres los ojos, aunque creías tenerlos abiertos, y te encuentras de repente a tu compañero Froi, con un ojo morado y derramando sangre por la nariz. Estás confuso, acojonado, y temblando como un tranvía antiguo.

- ¡Gandía ha asesinado a Luna, Froi! ¡Es un hijo de puta! – gritas con la impotencia de una margarita.

Miras hacia donde estaba Luna asesinada y no ves nada. Ni el cuerpo, ni la sangre, y descubres que estás en tu casa y arrancas a llorar. Sientes el abrazo de Froi, que te repite que todo va a salir bien.

- ¡Froi, qué me han hecho! Pensaba que estaba en casa de Luna y que estaba muerta. Pensaba que la había matado Gandía. ¿Qué diablos ocurre, Froi? ¿Qué? – Gritas como un energúmeno, pidiéndole explicaciones al viento.

Tranquilo, Rami, ¿vale? Si vienes de ver al doctor Villaescusa es muy posible que te haya practicado un salto al precipicio. Te hace creer cosas, oír cosas, ver cosas que no están pasando en realidad. Es como una especie de hipnosis.

- ¿Salto al precipicio? No sé, Froi – dices ya más calmado, el abrazo de Froi y lo seguro de su voz te serenan. He salido de la consulta del doctor Villaescusa, he tomado un café y me he ido para la oficina. Justo al entrar me ha llamado Luna, me ha dado su dirección y me ha pedido que fuese inmediatamente. Froi, creí haberla visto morir, decirme que Gandía la había matado y cuando tú entraste pensé que eras él.
- Está bien, Rami, descansa. Está clarísimo que te ha practicado un salto, no has podido hablar con Luna por teléfono porque lo tienes apagado, mamón, así que tranquilo, nada de lo que crees que ha pasado es verdad y Luna está viva. Voy por él, voy a pillarlo, Rami. Ahora descansa, te mantendré informado – te dice con una voz de roca, dura y fuerte mientras te quita el sombrero.

Ves a Froi ajustarse tu sombrero con las dos manos, te sonríe con cara de libro de misterio.

- Tomo el mando – te dice, y se marcha susurrándole al aire que Villaescusa lo va a pagar muy caro.