miércoles, diciembre 03, 2008

Felipe Reyes

Felipe Reyes es un monstruo (en el buen sentido) que tiene 4 brazos y 2 alas con las que vuela. Es el rey dentro de la pintura y el dueño de la montaña. Felipe Reyes es un monstruo que se alimenta de rebotes propios y ajenos. Es un guerrero. Es Leónidas, combatiendo y ganando mil guerras, es un espartano gritando a voz en cuello. Felipe Reyes es el Cid Campeador derrotando a todo el que se mide, es Don Quijote enfrentándose a mil molinos, es Abderramán III manteniendo un pulso contra los muladíes. Felipe Reyes tiene el extra que nos falta a casi todos, tiene el carácter para llevar la montaña a Mahoma, para arañar el esférico naranja y devorarlo a mordiscos, para quedárselo entre sus cuatro brazos y sus dos alas. Tiene la fuerza que a casi todos nos falta para arrancar dos puntos de un balón perdido, para nutrirse de rebotes que todos creían en las manos de otros.

Death Note. Cap. 1 al 25

Kira es el ángel de la muerte. Escribe con las plumas de sus alas un cuaderno maldito. Un cuaderno con guadaña, horca y guillotina. Unas plumas de sus alas que escriben con tu sangre tu muerte, tu destino más oscuro. Kira te lleva por el camino de la muerte marcando tus pasos, empujándote al precipicio, dejándote caer al infierno.

L es tu ángel de la guarda. Un ángel ciego pero con sus alas tan abiertas como sus brazos. L no completa a Kira ni Kira completa a L porque son totalmente opuestos. Kira es el infierno y L es el cielo. L es la distancia más corta entre dos puntos, es el pensar antes que actuar y es el actuar antes que parar. L es capaz de meterse en tu cabeza y saber qué estás pensando antes que tú. Jorge Berrocal lo llamaría simbiosis. L es tu única esperanza de ganarle la partida de dados a la muerte. A Kira tirando los dados. L es lo único que te queda para no sacar 3 seises seguidos e irte a casa.

Kira es el juez y ejecutor, es un ángel con puños americanos aspirando a Dios. Kira sabe cómo funciona el cuaderno. L no. Kira sabe las reglas del cuaderno. L no. Es más, Kira sabe qué es el cuaderno. L no. Por eso Kira tiene a L arrodillado junto a él. Por eso Kira va arrancando una a una las plumas de las alas de L, que es un ángel, como si fuera una margarita. Me quiere, no me quiere.

Y L se defiende y ataca como puede, a capa y espada, con valor, de frente, con la mirada del tigre, con las uñas sacadas y afiladas, con los puños y con el cerebro, se defiende metiendo a Kira en sus laberintos y ataca resolviendo todos los puzzles que le plantea Kira. Casi acorrala a Kira en una jaula. L se defiende panza arriba hasta que ya no le quedan plumas en las alas, hasta que ya no puede volar. L se defiende y ataca hasta el último instante, hasta que se le marchitan todos sus pétalos.

Spiderman, Tomo 23 Panini



Sí, ya sé que dije que no volvería a hacer una reseña de Un nuevo día sin contar nada o casi nada del cómic y sin quejarme amargamente de esta nueva etapa que está viviendo el trepamuros. Pero uno, cordobés impenitente, le cuesta seguir este viaje y, sensible y vengativo, me revuelvo a base de reseña-protestas para golpear con mis palabras cerradas de nudillos de carácteres la cara de Quesada con menos éxito que el programa de televisión llamado Circus. Sí, sin éxito, pero yo me quedo más tranquilo

Y además, como las promesas son para romperlas, como las lanzas, yo la rompo y me hago una nueva reseña que sigue sin decir nada pero que, a ritmo de canción de Joaquín Sabina, dejo aquí para ti, que has dedicado un tiempo en leerme.

Pongamos que hablo de spidey


Mefisto ha asustado a tu destino
ha tejido otro camino para ti
ya no regresa siempre el enemigo
pongamos que hablo de spidey

El daily bugle cambia de patrones
tu vida ya es un sinvivir
ya no despiertas mis pasiones
pongamos que hablo de spidey

Mary Jane ya no es mi princesa
tú ya no tienes nada qué decir
tu traje pende de una fina hebra
pongamos que hablo de spidey

Tu máscara deja de ser tu marca
tus motivaciones dejan de servir
sin traje negro ni araña blanca
pongamos que hablo de spidey

Desandas tu camino con las manos
tus pies no te saben dirigir
tu telaraña de nuevo se ha acabado
pongamos que hablo de spidey

Cuando Mefisto venga a visitarte
que te deje donde por última vez te vi
aquí no queda sitio para nadie
pongamos que hablo de spidey

Alberto Contador

Alberto Contador sigue sin perder la estela de los más grandes. Encadenado a unos platos y unos piñones, arrastra a millones de aficionados y arrasa en cada pico, en cada recta, en cada bajada.

No mira hacia atrás, porque todo lo que le interesa está delante. No se deja ganar, porque la esencia del deporte es participar... para ganar. No se deja ganar, como tampoco da parte de su sueldo a quien algún día hace una buena carrera. No se deja ganar porque tras 200 kilómetros encadenado a unos pedales dejarse ganar no es natural. Ni siquiera deportivo, ni honroso.

Quien quiera ganarle, que lo tumbe. Que lo deje atrás, que lo hunda en la profundidad de la montaña, le arranque la victoria a mordiscos con los dientes de unos platos y unos piñones, que le pase por encima a fuerza de rueda y golpe de pedal.

Un, dos, tres, ¡Contador! Un Tour, un Giro y una Vuelta. Y contando.

martes, septiembre 02, 2008

El caballero oscuro.




Había una vez una ciudad maldita, porque así lo dice su nombre. Una ciudad sin sándalo en su tierra ni azul en su cielo, llena de oscuridad y sin apenas luz que la ilumine o la guíe. Esta ciudad es un rastro de crímenes, un sumidero de perversión y locura. Es una ciudad que pende de un hilo que se deshilacha del manto negro del murciélago. Es una ciudad sin alma llena de almas opacas, una ciudad que te devuelve menos de la mitad de lo que le entregas y que se toma más del doble de lo que le ofreces. Una ciudad sin esperanza y sin escrúpulos.

Había una vez un héroe, con máscara de murciélago y agallas de león, con la fuerza de la ola que se tragaría al mejor surfista. Un héroe con el fuego de los infiernos en su manto, que porta mil almas, que le da esperanza a la ciudad sin alma y sin escrúpulos. Un héroe que no se queda mirando a las estrellas cuando todo está perdido, que no da su brazo a torcer y que pone la otra mejilla y la otra ala de murciélago.

Y había una vez un villano. El villano. Un genio criminal interpretado por un genial actor. Un villano que es muy bueno haciendo de malo, que saca lo mejor de sí para hacer las peores cosas: daño, destrozos, muertes, accidentes… Un villano que no se para ante nada y que no responde ante nadie, solo ante su auténtica ley: el caos. Un villano genial que se rige bajo el orden destructivo de su desequilibrada mente, que piensa y que actúa más rápido que nadie, de forma más precisa que nadie. Un villano que se mueve como pez en el agua dentro de su inesperado desorden, que baila mejor que nadie agarrado al caos y a la incertidumbre que genera, que completa al héroe y mata un poco más a la ciudad. Un villano que corrompe todo lo que toca y a todos los que habla. Porque habla como nadie. Porque te entiende como nadie, porque te mete por donde quiere su locura arrancándote de raíz la cordura que te queda dentro de tu alma opaca.

domingo, agosto 31, 2008

Spiderman, Tomo 22 Panini




Y con esta reseña espero dar por cerrado mi ciclo de reseña-protesta en la que muy poco o nada he contado sobre el cómic, simplemete me he despachado a gusto. Aunque bueno, quizá siempre lo haga así.


Tienes su máscara, pero no su marca, ni su huella. Tienes sus sentidos y sus instintos, pero no tienes su tacto. Tienes su cara, pero no su cruz, ni sus cruces. Tienes su fuerza, pero no su aliento, ni su rabia. Tienes su luz pero no sus sombras, ni sus penumbras, ni su parte oscura. Tienes su fuego, pero no su hielo. Tienes su traje, pero no tienes su alma, ni tienes sus adentros. Tienes su nombre pero no su identidad. Tienes su voz pero no sus silencios. Tienes sus trucos pero no su magia. Tienes su velocidad pero no su aplomo. Tienes sus puños pero no su pegada. Tienes su mundo pero no tienes casi ninguno de sus puntos de apoyo. Tienes su azúcar pero no su sal. Tienes sus golpes pero no su swing. Tienes su mente pero no tienes su anhelo. Tienes sus colores pero no sus pasiones. Tienes su calma pero no su tempestad. Tienes su sol pero no su luna. Tienes su apellido pero no su símbolo, no tienes lo que representa. Tienes su mar pero no tienes sus ríos que lo vertebran. Tienes su todo, pero no sus todos. Tienes su nada, pero no su nadie. Tienes su voz pero no tienes su palabra. Tienes su tronco, pero no su madera, ni su raíz. Tienes su paz pero no sus guerras. Tienes sus pies pero no su pisada. Tienes su imagen pero no su reflejo. Tienes su altura, pero no tienes su base. Tienes sus ojos pero no su fe, ni su esperanza, ni siquiera tienes su deseo.

Lo tienes todo, pero no eres nada. No eres nadie.

lunes, agosto 25, 2008

A 3 pasos del oro.




Oro parece. Es una plata que parece oro, que huele a oro, que aspira a oro. Cada punto de Rudy de Gasol o de Felipe eran de oro, eran balas de plata (y nunca mejor dicho) para matar a los hombres lobo americanos. Eran balas de plata contra puños americanos de oro, contra silbatos de oro que tenían una frecuencia favorable a los hombres lobo americanos.

Nos quedamos a 3 pasos del oro y solo conseguimos el metal argénteo (con el solo entre comillas). Un oro que merecimos, porque fuimos guerreros de oro con almas de oro, porque fuimos los mejores conductores.

Nos quedamos a un zarpazo del oro, a un triple de Carlos Jiménez que no fue, un Carlos que estuve impresionante, desquiciando con su defensa densa y pegajosa a todo americano que defendía, a todo hombre lobo que apuntaba con sus balas de plata.

Nos quedamos a un destello del oro, atrapados en una defensa americana propia de los gladiadores americanos del siglo 21, ese programa presentado por el gran Hulk. Nos quedamos atrapados en una defensa americana que era una jaula de oro custodia por un árbitro de un solo ojo (only one eye).

Nos quedamos sin el oro y sin balas de plata apuntando a la nuca de los hombres lobo y escuchando solo el clic al disparar con el cargador vacío, nos quedamos sin la bala de plata de Carlos Jiménez, pero nos quedamos con el espectáculo dorado, con los chicos de oro, con la medalla de plata.

Nos quedamos sin el oro, pero más que nunca esa plata reluce más que el oro por el espectáculo que tiene detrás.

martes, agosto 19, 2008

Spiderman, Tomo 21 Panini




Las palabras que dijo la bruja escarlata volvieron a mi cabeza y provocaron un eco estridente que aún perdura en el vacío inmenso que hay en mi testa. Bueno, 2 de esas 3 palabras, que la última venía cambiada: No más Spiderman. No diré, puedo garantizártelo, ni una sola vez en esta ¿reseña? que el cómic no es gracioso. No diré ni una vez que el cómic no es divertido o que no te ríes con él. No lo diré porque, leyéndolo con total abstracción, es la monda y Dan Slott está en plena forma. Pero aún así, aún sin decir nada malo sobre el cómic, sí voy a decir que en algún momento de la lectura me estaba planteando muy seriamente dejar de leer. Me pregunté un par de veces qué coño estaba leyendo, qué coño estaba pasando. Durante la lectura me apareció un par de veces el spidey fantasma pre-UDM, ¿sabes de lo que te hablo, no? Sí, por momentos pensaba que nada había pasado y que spidey seguía tal y como estaba antes, como ocurre cuando se te acaba de romper el reloj y dejas de llevarlo, que por unos días estás constantemente mirándote la muñeca desnuda para ver qué hora es, cuando descubres que allí no está tu reloj sino que, como mucho, hay una marcha blanca con forma de tu reloj en tu piel bronceada, te maldices, ¡claro que te maldices!
Me sentí así leyendo spidey, como si mirara un reloj que no existe o como si sintiera una parte de mi cuerpo que ya no existe. Maldigo, ¡claro que maldigo!
Maldigo porque tengo que tachar algunas reseñas que hice, como la civil war 2 o la muerte de Harry Osborn. Maldigo porque me han contado mentiras dentro de las mentiras (es mentira todo lo relacionado con Spiderman, claro está, pero esas mentiras que he decidido creerme, ahora son mentira). Maldigo con los lanzarredes orgánicos en las muñecas en las que solo tengo una marca de sol de un reloj, con los papeles de boda de Peter y MJ en una mano y el certificado de defunción de Harry en la otra. Maldigo con la fuerza de un universo ficticio, maldigo con el guión de Straczynski a mis espaldas y el dibujo de Romita Jr. en mi retina. Maldigo con mis manos perdidas pasando las páginas de Un Nuevo Día. Maldigo con las yemas de mis dedos manchadas con la tinta de las páginas de un cómic que se desangra. Maldigo a gritos con tipografía comic sans tamaño 50 en color rojo y trazo negro y saliéndose por todos lados del bocadillo. Maldigo con la palabra y con el silencio, con los gestos y con las carantoñas.
No más Spiderman, o casi no más Spiderman, que yo aún no me he bajado del carro, como tú, Quesada, que no te bajas de tu trono, ni te apeas de tu burro.
No más Spiderman, grito, mientras te maldigo, Quesada.

lunes, junio 09, 2008

Spiderman: Un día más.




El diablo es como la banca, siempre gana. Pactar con el diablo es apostar todo tu dinero al rojo en una ruleta que solo tiene números negros. Porque nadie sabe más que el diablo. Porque nadie ha tenido tantas experiencias vividas como el diablo. La muerte no pacta. El diablo sí. El diablo te enseña cartas cargadas de magias, te muestra caminos que se salen de lo natural. Caminos con peaje. Peaje con intereses de usurero. El diablo conoce cada rincón de tu casa y de tu alma, conoce la llama que te da fuerza y conoce tus debilidades, tus miedos y tus traumas. El diablo conoce tus heridas y hurga en ellas con su dedo de azufre mientras te pregunta que si te duele. El diablo sabe siempre de qué pie cojeas y no quiere tu alma. Ya no la quiere. Ya quiere cosas mejores. Cosas naturales y únicas y no repetidas e insípidas almas cargadas de tormento. El diablo ha aprendido a apreciar lo bello, lo auténtico y lo original. El diablo le da la vuelta a las medias mentiras y las convierte en medias verdades, aunque tú y yo sabemos que no es lo mismo. El diablo tienta tu presente mostrándote tu pasado y tus posibles futuros, hace que cualquier destello de luz aspire a relámpago. Y nos lo creemos. Y el diablo nos convence para que le demos nuestro tesoro por otro futuro y otra realidad. Nuestro tesoro por un sobre sorpresa. El diablo respira tu aire y tú respiras su carbono, su azufre y su sulfato amónico. Y juega contigo. Y te gana. Y te afecta y te deprime. Y te compra a precio de saldo. Y te vende a precio de oro. El diablo se ríe de ti y contigo mientras le entragas una a una cada una de las monedas que te pide. Se ríe de ti y contigo mientras tu alma arde entre las llamas del diablo. El diablo se ríe de ti mientras te marchas por la puerta de atrás, mientras tu cuerpo cae rendido en el vagón de cola. El diablo te da una de arena y te hace creer que lo malo es la cal.

Extraño a Harry y el perfume de la ausencia de Gwen. Pero lo romántico, lo que da fuerza a ese extraño cariño que se le tiene a estos personajes ficticios es que sabes que no van a volver. Que no deben volver. Pero el diablo le enseña a Harry los caminos de vuelta, pone las miguitas de pan para que regresen entre una maraña de telarañas tejidas por la mano ácida del diablo, orquestadas con la gorra de director de orquesta del diablo.

Sí, sé lo que me vas a decir, que Mefisto no es el diablo, solo es un simple demonio interdimensional. Pero yo no hablaba de Mefisto, hablaba del diablo, de Joe Quesada.

martes, abril 08, 2008

La suite de Manolete



La suite de Manolete es un libro con muchos libros dentro, es una historia compuesta de muchas historias. Es un conjunto de líneas llenas de entrelíneas, algunas de ellas escritas por el autor y otras por el lector. La suite de Manolete es un libro que cuenta las historias de varios hombres acompañados de la soledad, pero no de una soledad romántica o poética sino de una soledad moderna, una soledad que es un mal nuevo y que no se cura con la compañía de otras personas.

La suite de Manolete es un perfecto cruce de historias que entremezclan historias reales con historias ficticias por medio de las geniales líneas que escribe Joaquín Pérez Azaústre y las sutiles entrelíneas que aporta el lector. Es la historia de Bruno Díaz, un nombre que ocupa menos de una línea pero más de una entrelínea, un hombre enfermo de esta soledad moderna. Bruno recibe la llamada de un amigo de siempre, Jon Garcés, pero que no sabe de él desde hace unos años, en esa llamada hablan de sueños y alegrías antiguas, y esperanzas nuevas. Y, al poco, antes de que puedan verse, recibe la mala noticia del suicidio de Jon. Bruno descubre que Jon estaba escribiendo en sus últimos días de vida una biografía del diestro Manolete y, desenmarañando un hilo que llega hasta Córdoba (de mi alma), descubre que nada es lo que parece. En este proceso, Bruno va fusionándose con el desaparecido Jon, mimetizándose con él, pero a fuego lento, despacio, siguiendo sus pisadas y repitiendo sus gestos metiéndose en su piel y en sus costumbres por medio de una cazadora, unas gafas o unos cigarrillos.

La suite de Manolete nos cuenta la historia de lo que es el poder y de lo que es parecer poderoso. Es la historia de un hombre que se cree poderoso, Carlos Colomer y un hombre que es poderoso, Manolote. Colomer también tiende a mimetizar, en este caso a Manolete. Pero lo imita mal, rápido, quedándose en una superficie muy fina aunque sea de muchos quilates, se queda en lo superfluo sin sospechar siquiera que hay una raíz, sin imaginar si quiera que Manolete tenía muchos puntos de apoyo para mover el mundo. Colomer imitó solo lo fácil y ya se creía poderoso. Se creía poderoso porque dominaba a los medios y al público, porque con su látigo conseguía que se obedecieran órdenes. Pero era un hombre terriblemente solo a pesar de su poder mediático, era un hombre marcado por las obsesiones y los miedos tapados por las máscaras más grandes y vistosas, máscaras que también ocultaban sus debilidades, pero que estaban ahí.

La suite de Manolete también es un grato recuerdo de historias verdaderas, de José García Nieto y de Juana García Noreña y, por supuesto, es la deliciosa biografía de Manolete, perfectamente documentada y escrita con las palabras mejor elegidas y el acento cordobés de Joaquín.

La suite de Manolete es la historia de varios hombres y sus soledades, ninguna romántica y todas vistiendo de negro, como Spiderman. Porque estas soledades con las que empapa el autor a los personajes no son un estado de ánimo, ni siquiera un estado físico, es una forma de vida, tan negra como la cara oculta de la luna o como la novela negra que encierra en sus páginas.

viernes, febrero 15, 2008

Los regalos de la muerte XX

Mil perdones por el interminable retraso, pero ya está aquí el nuevo capítulo, aunque tendréis que releeros todos, que ya estarán olvidados!! :lol:

Capítulo XX: Enemigos naturales.

- Ramiro España, ahora –

No sabes qué coño te ha contado Froi sobre [i]saltos al precipicio [/i]pero has creído entender que te han lavado el coco. Estás sentado en el suelo de tu casa apoyado en la pared y viendo cómo Froi se marcha con tu sombrero puesto y gritándole al viento que Villaescusa lo va a pagar muy caro. Cuando se va te intentas incorporar, pero tu cuerpo se balancea y tus piernas apenas pueden contigo. Tiemblan como si fuesen de gelatina. Como si tuvieses miedo. Haces un titánico esfuerzo por ponerte de pie pero parece que ningún músculo de tu cuerpo quiera responderte. Te tambaleas para todos lados, como si te hubieses bebido, sin comer, una piscina llena de ron. A pesar de que te tambaleas no te caes y tu situación te recuerda a uno de esos muñecajos que tenías de crío que tenían una base esférica y que se movían hacia todos lados sin caerse. Pones una mano en la pared para ayudarte a subir porque tus piernas ya no dan más de sí, de tanto que tiemblan parece que solo quieran bailar el twist. Te muerdes con fuerza desmedida la manga de la gabardina del brazo que te queda libre. Y gritas por la impotencia, por el quiero y no puedo, dejando unas marcas de saliva ácida la zona que has mordido. La impotencia también te hace golpear la pared con la mano que te sirve de apoyo. Gritas de nuevo. Maldices. Blasfemas. Tu orgullo y tus cojones hacen que te pongas de nuevo en pie. Tu corazón se queja y lanza un ultimátum a tu cerebro para que te deje descansar aunque sea en el suelo. Pero tu cerebro comunica, incluso por la línea caliente. Notas que por tu esófago galopa tu desayuno, ese café y esos dos donuts que te tomaste en el bar después de visitar a Villaescusa, intentando trepar por tu garganta y huir por tu boca. Cuando ves que vomitas solo bilis entiendes que te han comido el coco, que te han hecho creer que has desayunado, que te han hecho creer ver a Luna muerta. Recuerdas la imagen que creíste ver de Luna muerta y eso te da el coraje que te faltaba para ponerte de pie y caminar. Tus piernas aún tiemblan, aunque ya no parecen gelatina, ni siquiera flan, ahora solo tiemblan como un adolescente en su primera cita. Sientes una punzada en el costado, como si te estuviesen taladrando el páncreas que, aunque no lo sabes, está inyectando en tu sangre un torrente de insulina para regular el déficit de azúcar que ha producido en tu cuerpo el salto. Interpretas esta punzada y el vómito de bilis como el chivato de la gasolina de un coche y llegas como puedes hasta tu cocina, y comes algo. Entonces evocas de nuevo a Luna tirada en tu sofá, muerta. Aprietas los dientes y cierras los puños clavándote las uñas en las palmas de la mano. Esta imagen te hace sentir miedo, incluso tiemblas. Y sientes que Luna está en peligro. Sientes que tienes que salvarla. “Salva a la prostituta, salva al mundo” – mascullas – y muestras una tímida sonrisa en tu cara, como la de un adolescente en la primera cita. Y pones en marcha tu caldera y tu nevera. Y empiezas a echar fuego por la boca. Y hielo por tu mirada. Y te vas para la comisaría, que tienes que currar, detener a alguien y salvar a la prostituta.

- Julio Gandía, antes -

Le late el corazón más rápido de lo normal, primero por el morbo que da coger y leer los papeles de otra persona. Abre el folio doblado por la mitad de Luna y lee la primera línea: “Luna, dulce Luna”. Esta línea ya le mosquea y el pumpum del latir de su corazón se acelera aún más, pero ya no por el morbo de leer un papel que no es suyo, sino porque ya sospecha (sabe) que es un poema dedicado a Luna (a su Luna) por el muerto de hambre o por el gilipollas de la canasta. Gandía se pone de mala hostia y terriblemente (e irracionalmente) celoso. Las yemas de sus dedos casi derriten el folio como si fuese una lámina de chocolate con leche, le hierve la sangre y le devoran los celos. Lee el poema y lo memoriza, se aprende cada palabra mientras su odio crece telescópicamente como la caña de pescar más larga del Decathlon. Arruga el folio y lo convierte en millones de papelitos de confeti coloreados con su odio y sus celos. Se repite cada estrofa del poema, mutilándose con cada una de ellas, que se le clavan en el corazón y el orgullo machito.
Luna, dulce Luna, - se repite en su cabeza llueve la soledad sin ti,y llora el cieloporque le falta la luna.
Luna, bella lunaamarga es mi libertady triste es mi vozsin tu mirada gatuna.
Luna, de ojos clarosde oscuros labiosde cabello de trigode escarcha de amorde sincero dolorde apresuradas risasy de lánguidos sueños.
Luna, de jardín tempranode semilla de besosde sentido perdónde silueta firmede musical desconciertoy de fatal perdición.
Luna, de mañana sin míLuna, de camino inciertoe indudable temblor.
Gandía memoriza la poesía y planea mil formas de estrangular al muerto de hambre y de degollar el puto jugador de baloncesto. Esos dos mierdas están revoloteando sobre (su) Luna. Le importa tres cojones quién haya sido de los dos, pero planea mil formas de matarlos y las memoriza todas, quizá algún día le sea útil.
Justo cuando planea la forma 1002 de matar a Javier Lagos y Andrés Reyes aparece Luna, que venía al recoger su bolso. El mismo bolso en el que había estado hurgando Gandía y del que le robó el poema.
- Vaya, pero si está aquí la dulce Luna… ¿pero de verdad llueve la soledad? Menuda chorrada… - Dice Gandía intentando disimular sus celos con unos gramos de ironía sin conseguirlo demasiado.- ¿Estás celoso, Julio? – Responde Luna, alegrándose en cierta medida de que lo estuviera.- ¿Yo celoso? ¡Y una mierda! Y menos del muerto de hambre o el tonto del culo de la pelotita naranja – Dice Gandía sin convencimiento, sabe que ella se ha dado cuenta y que su intento de disimularlos ha sido tan fútil como el que se echa desodorante en las axilas estando sudadas y pretendiendo eliminar el mal olor. Pero te voy a decir una cosa, Luna – continúa Gandía acercándose a ella y cogiéndola por el brazo, clavándole sus pulgares y derritiéndole la piel como si fuera una lámina de chocolate o un trozo de papel con un poema – tú eres mía (y solo mía) y así será mientras yo (y solo yo) siga sabiendo tu secreto, ¿te queda claro, no?
Luna no contesta, solo le mira con asco aunque disimula mejor que Gandía los celos y es capaz de hacerlo pasar por asentimiento. No contesta, solo se suelta de Gandía para terminar diciendo: “Me haces daño”.
- Porque estos dos mindundis – continúa hablando Julio – son unos perdedores, pero están jugando conmigo e intentando ser mis enemigos naturales, ¿y ya sabes qué hago yo con mis enemigos naturales, verdad? ¿Sabes cómo he llegado yo hasta aquí, no?
Ella no responde, solo le abraza, y le hace ver que es suya (y solo suya).Gandía memoriza ese abrazo (como hace con todo) y lo compara con sus registros anteriores y lo acepta como sincero.

- Froilán Caraballo, antes –
- Día del encuentro con el inspector Caraballo –
- (día de la primera y única derrota de Caraballo al ajedrez) -


Te pones de pie como puedes, y mientras notas cómo tu fuerza se va recuperando miras al tiparraco con bata blanca que hay frente a ti (por cierto, no tienes ni pueda idea de dónde estas). Cierras tu puño, le dices que apriete los dientes, le pegas un puñetazo con la fuerza de un tanque del ejército y lo dejas KO. Te llama la atención la consulta y le echas un largo vistazo. Ves en un diploma que tiene colgado que el tipo que hay tirado en el suelo y que ha saboreado tus puños se llama Eduardo Villaescusa, un doctor parece ser. Vuelves con él, lo levantas a pulso y le das un par de veces en la cara para que espabile. Cuento recupera la conciencia, le hablas.
- Espabila, Edu, ¿puedo llamarte Edu? Sí, seguro que sí, siempre puedo. Verás, doctor, tengo un jodido problema o una jodida virtud, a saber. He notado que cuando mis pulsaciones superan las 140 por minuto me vuelvo, digamos, muy muy fuerte pero, ah, terriblemente inestable. Esto solo lo sé yo, doctor, así que confío en su profesionalidad y en que no largará nada. O mejor que confiar en su profesionalidad, confío en que sepas que no te conviene tenerme como enemigo (natural), ¿capishi? Sí, seguro que sí, siempre lo entendéis. He estado trasteando tu chiringuito y veo que tiene muchos libros sobre temas del coco, del comportamiento humano y de las, cómo decirlo, capacidades, virtudes y dones de las personas. ¿Tengo yo un don, doctor? ¿Cree que puede ayudarme, Edu? Cuéntame de nuevo eso del alma, del cerebro y del acople de ambos, que no me he enterado muy bien y me interesa.
Mientras tienes cogido al doctor por el pecho, se recupera, te mira y te responde:
- Sí, puedes llamarme Edu. Sí, sé que no me conviene como enemigo (natural). Sí, tienes un don y muy posible que nivel 4. Sí, puedo ayudarte y gustosamente te cuento lo del cerebro y el alma – termina diciendo el doctor con una sonrisa de abismo y con voz de celda de alcatraz.

- Ramiro España, ahora –

Llegas a comisaría como llegó Maradona a casa el primer día que probó la coca, allí encuentras a Gerardo de la Santa y al chico nueva que nunca recuerdas cómo se llama. Ves que tienen el pasamontañas con la E mayúscula bordada a altura de la frente y te temes lo peor… te van a volver a pedir que hagas el numerito del capitán España. Oh, no, ahí vienen.
- Hey, Rami, menuda cara tras, tío, ¿estás bien? – te pregunta de la Santa con cierta preocupación pero sin soltar el pasamontañas.- Más o menos bien, chico. He estado mucho peor – dices intentando sonreír pero sin conseguirlo. - Tío, hazle a Joaquín la escena del capitán España, ¡que le va a encantar!- Veeeenga, dame el pasamontañas que lo hago – dices ahora consiguiendo sonreír esta vez.
Te pones el pasamontañas y gritas:
- SOY EL CAPITÁN ESPAÑA, ¿O ES QUE CREES QUE ESTA “E” SIGNIFICA FRANCIA? – vociferas señalándote con el dedo índice la letra bordada del pasamontañas.
- JUA JUA JUA JUA, JUA JUA JUA JUA – se descojona de la Santa mientras le dice al chico nuevo que hay que ser muy friki para pillarlo.
-Ah, Rami, por cierto, tengo información nueva sobre el caso Lagos/Reyes – dijo de la Santa olvidando ya la broma y poniéndose serio. Iba a llamar a Froi para contártelo pero ya te lo digo a ti también – continuó de la Santa – Froi me pidió un extracto de los movimientos bancarios de la última semana de las tarjetas de Federico Laviña y, ¿adivina qué? Compró con su tarjeta de crédito unos guantes solo una hora antes del asesinato de Javier Lagos y en la gasolinera más cercana al lugar. Interesante, ¿verdad?
Podría decir que esta noticia me sentó mal, esta prueba apunta con gran fuerza hacia Laviña como el asesino, pero estaba tan seguro de que era Gandía, al que había empezado a sentir como mi enemigo natural…
- Y otra cosa más, Rami, acaba de llegar el cartel de “Se busca” de Federico Laviña, que está en paradero desconocido y la prueba de la compra con la tarjeta le convierte en el principal sospechoso. Échale un vistazo, a ver qué tal.
Cojo el cartel y lo miro. Me cambia la cara al verlo, se me olvida lo mal que me encuentro y salgo pitando en busca de Froi.