martes, septiembre 02, 2008

El caballero oscuro.




Había una vez una ciudad maldita, porque así lo dice su nombre. Una ciudad sin sándalo en su tierra ni azul en su cielo, llena de oscuridad y sin apenas luz que la ilumine o la guíe. Esta ciudad es un rastro de crímenes, un sumidero de perversión y locura. Es una ciudad que pende de un hilo que se deshilacha del manto negro del murciélago. Es una ciudad sin alma llena de almas opacas, una ciudad que te devuelve menos de la mitad de lo que le entregas y que se toma más del doble de lo que le ofreces. Una ciudad sin esperanza y sin escrúpulos.

Había una vez un héroe, con máscara de murciélago y agallas de león, con la fuerza de la ola que se tragaría al mejor surfista. Un héroe con el fuego de los infiernos en su manto, que porta mil almas, que le da esperanza a la ciudad sin alma y sin escrúpulos. Un héroe que no se queda mirando a las estrellas cuando todo está perdido, que no da su brazo a torcer y que pone la otra mejilla y la otra ala de murciélago.

Y había una vez un villano. El villano. Un genio criminal interpretado por un genial actor. Un villano que es muy bueno haciendo de malo, que saca lo mejor de sí para hacer las peores cosas: daño, destrozos, muertes, accidentes… Un villano que no se para ante nada y que no responde ante nadie, solo ante su auténtica ley: el caos. Un villano genial que se rige bajo el orden destructivo de su desequilibrada mente, que piensa y que actúa más rápido que nadie, de forma más precisa que nadie. Un villano que se mueve como pez en el agua dentro de su inesperado desorden, que baila mejor que nadie agarrado al caos y a la incertidumbre que genera, que completa al héroe y mata un poco más a la ciudad. Un villano que corrompe todo lo que toca y a todos los que habla. Porque habla como nadie. Porque te entiende como nadie, porque te mete por donde quiere su locura arrancándote de raíz la cordura que te queda dentro de tu alma opaca.