viernes, noviembre 24, 2006

Los Regalos de la muerte XVII

Capítulo XVII: Dame tu alma y cumpliré tus deseos

- Andrés Reyes, antes –

- ¿Cómo coño sabe usted eso? – Preguntó sorprendido como el niño que se levanta un 6 de enero intentándose explicar cómo los regalos de reyes habían llegado hasta el árbol de navidad. Y Andrés Reyes volvió a sentarse, se remangó un poco y agarró muy fuerte los posabrazos de la silla. Escuchaba en la sala de espera a su amigo Javi Lagos hablar, aunque no sabía qué decía, pensó que estaría diciendo sus típicas tonterías. Escuchó hablar a la secretaria/enfermera, y otra vez a Reyes, y la secretaria/enfermera estalló en una risa exagerada, casi histriónica. Y Andrés volvió a levantarse, como si estuviera borracho de adrenalina y quisiera vomitarla. Reyes miró a Villaescusa, con mirada de ‘la bolsa o la vida’ y pegó un salto estratosférico. El doctor quedó primero asustado, por la mirada de Andrés, luego pasó a perplejo ante la reacción del chaval... ¿saltar? Y por fin su rostro mostraba interés, mucho interés, al ver que Andrés tardaba en caer del salto. No voló, ni se quedó levitando, sólo que tardaba en caer, como si la gravedad lo afectase menos que a todo cuerpo, como si pudiera desafiar por unos instantes las leyes físicas más básicas. Volvió a aterrizar, por supuesto, pero tras un vertiginoso espacio de tiempo extremadamente largo, casi pasa la película de su vida ante sus ojos.

- ¡Impresionante! – Exclamó Villaescusa casi arrancando a aplaudir. ¿Cómo...? ¿Cómo lo hace, señor Reyes?

- ¿Impresionante? ¿Cómo hago qué? Doctor, déjese de chorradas y dígame cómo es posible que sepa que mi camello es Laviña – Exigió el jugador de baloncesto con esa mirada de ‘la bolsa o la vida’ entre jadeos, como si vencer la fuerza gravitatoria le hubiese supuesto un esfuerzo titánico y 2 toneladas de adrenalina.

- Está bien, señor Reyes. Pero con una condición – dijo dando ‘la bolsa’ en lugar de ‘la vida’.

- ¿Y cuál es esa condición, buen doctor?

- Únete al grupo – propuso Villaescusa reclinándose un poco, apoyando los codos sobre su revuelto y desordenado escritorio y con los dedos entrelazados y apoyados sobre su boca. ¿Qué de dices?

- Reyes levantó ligeramente la ceja derecha, sonrió, hizo como que se lo pensaba y estrechó la mano de Villaescusa. Cuenta conmigo, doc.

- Eduardo Villaescusa se excitó, tuvo un orgasmo profesional brutal, Reyes era quien había esperado toda su vida, ya rozaba casi su don, ya casi tenía su mente entre sus manos. Ya casi tenía a un ‘don’ nivel 4.

- Sé que Laviña es tu camello porque forma parte del grupo, de hecho es el líder, el que lleva el brazalete, y me había hablado de ti – dijo el doctor sin dejar de estrechar la mano de Reyes.

Reyes sonrió, apretando mucho más la mano, sin decir nada, pero con ganas de gritar... ¡qué cabrón!


- Javi Lagos, antes –

Javi decidió ir a la consulta del doctor Villaescusa después de que el sonido de la octavilla de publicidad que encontró en su limpiaparabrisas le diese buenas vibraciones. Le gustó el ruido del panfleto al retirarlo del limpia. Y Javi se guía por sonidos, tiene el don de saber si va a ocurrir algo bueno o malo a través de los sonidos. Su confidente es el ruido, como dijo una vez.

Llamó a la consulta y la puerta se la abrió una chica, con pinta de secretaria pero con el morbo de una enfermera. Después de todo estaba en la consulta de un doctor... ¡esperaba a una enfermera buenorra!

- Hola, buenos días – le dijo la enfermera con una sonrisa que dejaba entrever unos dientes perfectos, blancos como la nieve más sólida de los polos. (no me importaría echarle un casquete polar)
- Buenos días, contestó Lagos mientras sonreía por el comentario mental que se acababa de hacer. Soy Javier Lagos, tenía una cita con el doctor Villaescusa para hoy a las 12.
- Bien, veamos... – dijo la enfermera con rictus de secretaria mirando la lista de pacientes. Me has dicho que te llamas Javier, ¿verdad?
- Sí, Javier, ya sabes, y mi oficio es relativo a los javis – dijo Lagos moviendo los dedos índice y medio formando semicírculos.
- ¿Disculpa? – dijo la secretaria con cara de enfermera a la que le dices que “ya no hace falta que sujete” mientras te afeita para operarte de apendicitis.
- Oh, bueno... ¡y seguro que has puesto que sabes inglés en tu currículum!

La secretaria quedó perpleja, pensando que le estaban gastando una broma. ¿Javier? ¿Oficio relacionado con los javis? ¿De qué me habla? ¿Inglés en mi currículum? Ató cabos y de pronto pilló el chiste, así de repente, a quemarropa y estalló en una risa casi histriónica, que a los pocos segundos consiguió que se pusiese colorada. Después de una moderada espera y matando el tiempo gastando bromas a la enfermera vio salir de la consulta a su amigo Andrés Reyes. Saltó de la silla y fue a darle un abrazo a su amigo.

- Andrew, crack, la vida puede ser maravillosa, ra ta ta taaa, ¿qué haces aquí?

- Nos vemos luego, hermano, voy con un poco de prisa – dijo el jugador del Real Madrid de baloncesto dándole un abrazo a Lagos. Cuídate, ¿eh?

- Nos vemos, hermano, voy a ver al matasanos, a ver si me cura mi ludopatía. ¡Deséame suerte!

Reyes se despidió con una sonrisa, una palmadita en la espalda y deseando suerte a Lagos.

Javi pasó a la consulta, a vérselas con Eduardo Villaescusa. Al entrar empezó a fijarse en cada detalle de la consulta. Sus ojos se movían a la velocidad de un cometa y le llamó la atención lo desordenado que estaba el escritorio del doctor, sobre el que había, entre otras cosas, una orla de la licenciatura en derecho que debía de estar ahí con el fin de ser enmarcada algún día, pero no hoy. Pensó que posiblemente no era del doctor, que tendría otra carrera, sino que quizá sería de una hija suya, al ver que la mayoría de las fotos pertenecían a chicas. Otra cosa que le llamó la atención fue lo ordenado que estaba todo fuera del escritorio, como si todo lo caótico tendiese a concentrarse en el escritorio, el territorio del desorden. Se fijó en una de las estanterías llenas de libros antiguos, amarillentos, casi polvorientos en el que destacaba uno muy nuevo, impecable. Entrecerró los ojos para agudizar su visión y alcanzó a leer el título: “El cerebro sólo es el medio” y el autor: “Eduardo Villaescusa Cuevas”. Todo estaba cuidadosamente ordenado y limpio, excepto el escritorio, el purgatorio del desorden. Lagos tomó asiento sin que mediase palabra con el doctor.

- Hola, doc, buenos días. Me llamo Javier Lagos y tengo un problema.
- Vas al grano, hijo. Bien, tú dirás.
- Soy ludópata, maldita sea, me dejo hasta el último céntimo en el casino. No controlo, es superior a mis fuerzas, a pesar de... – arrancó Lagos parando de repente, últimamente había aprendido a callar... un poco.
- ¿A pesar de qué, Javier? – preguntó el doctor sorprendiéndose un poco con la pronta confianza que había cogido con Javier. Había hablado de usted a Reyes pero ya estaba tuteando a Javier, y acababa de conocerlo.
- Bueno, supongo que debo decírselo... tengo un don.

La excitación de Villaescusa empezaba a rozar el infinito y más allá que describió Buzz Light Year.

- Ejem... ¿un don? – preguntó casi retóricamente el doctor, atando de nuevo cabos y asociando a Javi Lagos con la otra persona sobre la que le había hablado Laviña, un tipo que era ludópata y que decía ser socio mayoritario de los sonidos, los chivatos más discretos.
- Sí, verá, los sonidos me dicen lo que va a ocurrir, ¿sabe? No exactamente lo que va a ocurrir, sino si va a ser bueno o malo, según me guste o no el ruido. Este don al principio me trajo mucho dinero, ganaba apostando a las cartas o a otros juegos en los que podía intuir la baza de mis contrincantes. Pero soy un bocazas, ¿sabe? Pronto se dieron cuenta de mi don, y sólo me dejan jugar a la ruleta, donde no es efectivo mi don. Sí, sé lo que me va a decir, que podría usar mi don en muchas otras cosas y ganar pasta por un tubarro. Pero no tengo paciencia, no soy estratégico, doc y la ludopatía me está consumiendo. Necesito dejar el juego. Lo necesito ya.
- Humm... interesante, Javier, creo que puedo ayudarte – dijo Villaescusa frotándose de nuevo las manos y sin poderse creer lo que le estaba ocurriendo. Dos personas con dones de nivel 4... ¡seguidos!
- ¿Sí? Eso es fantástico, doctor... y, ¿cómo podría ayudarme?

Villaescusa le habló del grupo, de que trataba gente especial y que hacían actividades especiales para superar este tipo de problemas.

- ¿El grupo? Suena bien, doctor, pero no veo exactamente cómo puede ayudarme.
- No te fías de mí, ¿verdad, Javier? Puedo ayudarte, hacemos, digamos, hipnosis para ir a la parte de tu cerebro y prohibirle que apueste dinero en el juego.
- Ja, ja, ja, muy buena, doc, ¿así que eres un comecocos?
- Me manejo bien en esos ámbitos, sí, tanto es así que podría sorprenderle diciéndole quién es su prestamista, el que le pasa la pasta para que apueste.
- No lo dudo, doctor, pero yo también podría sorprenderle a usted – dijo Lagos con una mirada que despertaba interés, que caía en el juego recurrente, en medirse al doctor. ¿Apostamos?
- Ja, ja, ja, apostemos, Javier, apostemos. Si le sorprendo se une al grupo.

Javier miró desafiante a Villaescusa, había encontrado un rival interesante, se acercó un poco al doctor arrastrando la silla y lanzó un órdago.

- No, doctor, si yo le sorprendo a usted, me acepta en el grupo.

El docto re devolvió la sonrisa, hizo una mueca con la boca y aceptó el órdago.

- De acuerdo, si me sorprende no le dejo escapar. Empiezo yo. Tu prestamista es Federico Laviña.

Javi quedó perplejo, sorprendido, pero su rostro ni se inmutó, parecía como si el doctor hubiese hecho la afirmación más trivial del mundo.

- ¿Eso es todo? Bien, es mi turno – contestó desafiante Lagos, agudizando su oído intentado captar toda la información que su don pudiese facilitarle. Javier miró otra vez el libro y empezó a hablar. Para empezar ha escrito usted un libro hace muy poquito, posiblemente ni esté publicado, sobre psicología y sobre el papel que juega el cerebro en cada cual. Y lo que es más importante, sobre el papel que deja de jugar – Lagos miró de nuevo la orla para ver que el año de la promoción... 2001 a 2006. Cojonudo, le daba una idea, y Lagos siguió hablando. Bien, este libro se lo ha dedicado a su hija, recién titulada en derecho.

Villaescusa quedó perpelo, sorprendido, y su rostro se inmutó, dando a entender que estaba perplejo y sorprendido. Lagos agudizó más aún su oído, hasta escuchar el latir del corazón de Villaescusa y comprobar por este sonido y otros como la respiración o los movimientos del doctor que había acertado casi todo. Lagos pensó en lo que posiblemente se había equivocado y siguió hablando.

- Perdón, dedicado a su hijo – terminó triunfante Javi el primer round, acertando de pleno y pensando rematar con: “quid pro quo, Clarice”, pero ahogó el comentario.

- ¿Cómo diablos...? – quedó sin saber qué decir el doctor

- ¿Esa cara que tiene usted es de sorprendido? Hummm... ¿no? Pues sigo - chuleó Lagos afinando más el oído. Villaescusa estaba en sus manos y era una orgía acústica que le confesaba muchos detalles – En el libro explica usted una teoría, doctor Villaescusa, en la que dice que en el cerebro no está el conocimiento humano, tal como se piensa. Dice en su libro que se pierde el tiempo investigando. Todo conocimiento humano, según usted, está en el alma, es ahí donde se almacenan los conocimientos, ¿por eso el saber no ocupa lugar? En en alma, y no en el cerebro, se guardan los conocimientos, las experiencias, los recuerdos... ¿cómo si no, de existir, van a saber su pasado los espíritus? ¿Cómo van a saber algo? Según usted, doctor Villaescusa, los conocimientos del alma son casi infinitos y la inteligencia de cada persona depende del acoplamiento del alma y el cerebro, que no es otra cosa que el medio entre el alma y lo exterior. Cuanto mejor es el acoplamiento mejor es la capacidad intelectual. Así explica usted que haya deficientes mentales o autistas, por un mal acople entre alma y cerebro. Así explica usted que los estudios del cerebro humano nunca han llegado a nada. Y así explica usted que haya tantas diferencias intelectuales cuando los cerebro humanos de todas las personas son muy similares entre sí... el acoplamiento entre el alma, la sabiduría, el conocimiento, con el cerebro, el medio de comunicación hasta el exterior. Dígame, doctor, ¿así cura a las personas? ¿Es capaz de realizar un acople distinto entre alma y cerebro del que cada cual tiene? ¿Puede hacerlo? Dame tu alma y cumpliré tus deseos, ¿no es así, doctor? Quid pro quo, Clarice – consiguió decir esta vez Javier Lagos para terminar su actuación que dejó muchísimo más que sorprendido al doctor Villaescusa.

¿Cómo coño sabe usted eso si no nadie ha leído mi libro ni he comentado mi teoría con nadie? – preguntó confuso Villaescusa con una sorpresa de órgado y una excitación de sota, caballo y rey.

domingo, noviembre 19, 2006

Spiderman: La última cacería de Kraven

Crees que te conoces, incluso que te controlas. Crees que distingues el bien del mal, o lo bueno de lo malo. Crees que diferencias el blanco del negro y que percibes cada tono de gris. Crees que la vida nunca acaba y que la juventud es eterna. Hey, no te enfades por lo que te digo, no es malo, yo también creo todas estas cosas. Pero no, ni te conoces ni te controlas, ni distingues el blanco del negro, todo todo lo ves en gris, como si fueses un daltónico del monocromo. No, no te conoces, al menos cuando aparece la araña. Esa sí que te conoce. La araña comprende, pero el hombre siempre está confuso. La araña toma el control de tu cuerpo cuando está al límite, cuando ya no hay energía, ni voluntad, ni fe. La araña es la esperanza del perdido. Que se lo pregunten a Peter Parker, que conoció a su verdadera araña en este crossover magistral, con una calidad en el guión y los dibujos absolutamente fuera de lo normal. Que se lo pregunten a Parker, que conoció a su verdadera araña a la semana de casarse, y eso es lo curioso, una obra maestra que realmente era un puente entra la vida de soltero de Peter y su vida de casado. Y es que la araña no entiende de estados civiles, se conforma con ser la que mejor te conoce a ti.

miércoles, noviembre 15, 2006

Spiderman: Blue


El tiempo es más que lo que te da tiempo hacer. El tiempo es paradójico porque es lo que has hecho y es lo que te queda por hacer, porque el tiempo se teje sin que apenas te dé tiempo. El tiempo es lo que has sido, y es lo que vas a ser. El tiempo te da la vida y el tiempo te mata. El tiempo te enamora y te desenamora. Y yo creía que ya estaba desenamorado. No. Mierda. Sigo enamorado de Gwen Stacy. El tiempo te abre las puertas y te las cierra. Te olvida. Te traiciona. Te recuerda y se alía contigo. El tiempo es la mano que te tiende un buen cómic y que te hace recordar tiempo atrás, cuando Peter Parker empezaba a dar sus primeros telarañazos, cuando sus mejillas y puños bailaban la danza de la muerte con los de sus primeros enemigos. ¡Qué tiempos!

Spiderman: Blue, la obra maestra de Loeb y Sale, no deja de ser un remake/resumen de la etapa del trepamuros dibujada por Romita Sr. con un guión impecable, traicionero como el tiempo, pero que se alía contigo. Un tiempo olvidado, pero que siempre recordarás. El guión te atrapa, como el tiempo, pero te da libertad. Es un nuevo guión de una misma situación en un tiempo distinto.

El dibujo exquisito. Sí, las comparaciones son odiosas, pero casi siempre también son inevitables. Sí, el dibujo es exquisito, pero eso no quiere decir que sea del nivel de Romita. Sólo quiero decir que no sale muy mal parado. Lo siento por Sale, pero el dibujo de Romita lo desborda por todos lados... ¿pero a quién no?

Gracias a este libro he recordado uno de mis mejores tiempos, y me ha hecho saber que sigo enamorado de Gwen Stacy.

martes, noviembre 14, 2006

Orange no es un color

Era fin de semana, y estaba en casa de mis padres, en Córdoba, viendo tranquilamente la tele, y vi un anuncio de Orange, la nueva compañía de telecomunicaciones. Jejeje, en el anuncio salía un chico que metía todas las canastas, tirara desde donde tirara, ¿os suena, chicos? ¿No? Bueno, el anuncio acaba con el chico fallando una canasta... ¿ahora sí? Curioso, curioso...

Estos de Orange, que están haciendo el casting de Andrés Reyes para la película de "Los regalos de la muerte" :p

Aprovecho este mensaje también para decir que amplío el contenido del blog, que voy a utilizar también para colgar reseñas hechas por mí de algunos buenos cómics :)

miércoles, noviembre 01, 2006

Los Regalos de la Muerte (XVI)

En Halloween tenemos más regalos de la muerte...

Relato especialmente dedicado a mis más fieles lectores del blog, Druida y flux :D

Los regalos de la muerte. Capítulo XVI: El grupo

- Andrés Reyes, antes –

“Señoras y caballeros, con todos ustedes... ¡Andrés, su majestad, Reyessss!”. Con esta frase esperaba ser recibido Andrés Reyes, el jugador de baloncesto, al entrar a la consulta de ese tal doctor Villaescusa. Había encontrado una octavilla entre la publicidad depositada en el buzón de su lujosa casa de la Moraleja. Pero fue recibido con un “adelante, señor” dicho por la secretaria o enfermera del buen doctor que le invitaba a pasar a la consulta. El doctor tampoco estalló de alegría al verle, pero al menos mostró un atisbo de curiosidad en su mirada, como diciendo muy bajito... “¡es él!”. Reyes pensó que era momento de actuar, para darle un poco de vidilla a ese pequeño brote entusiasta en la mirada del doctor, y se quitó la gorra de los Blazers que llevaba puesta, hizo una bola con la octavilla de propaganda que le había dado la secretaria/enfermera y comenzó a hacer un baile extraño (ridículo) moviendo mucho los pies, contorneando la cintura de atrás a delante y canturreando una canción extraña (ridícula) mientras bailaba. De repente paró en seco, gorra en la mano derecha, papelote en la izquierda, cruza los brazos y los abre muy rápidamente. El resultado fue espectacular, la gorra cayó justo en un pequeño perchero que tenía el doctor en la esquina de su consulta y la bola de papel, más espectacular todavía, en la papelera que tenía Villaescusa bajo su mesas. El doctor lo miró asombrado, por un momento a Andrés le pareció que iba a arrancar a aplaudirle (lo de la bola de papel fue realmente espectacular, tuvo que usar la pared del fondo como tablero) pero toda la reacción del doctor se quedó en un “Impresionante” un tanto indiferente mientras perdía su vista en una agenda de imitación de cuero beige .

- Ejem, soy Andrés Reyes, concerté una cita para hoy con su... bueno, ¿es su secretaria o su enfermera?

Villaescusa continuó, en silencio, mirando su agenda y echó una mirada por encima de las gafas bifocales al jugador de baloncesto.

- Buenos días, señor Reyes, por favor tome asiento – le dijo muy amablemente el doctor cerrando su agenda. Y bien, ¿en qué puedo ayudarle?
- Oh, sí, bueno, verá – el corazón de Reyes empezó a palpitar a la velocidad de la locomotora de Regreso al futuro (parte 3), tan rápido que Reyes se sintió más ligero – verá, doctor Villaescusa – cálmate, cálmate, cálmate, se decía a sí mismo intentado tranquilizarse – tengo un problema – consiguió terminar Reyes.

El doctor se inclinó un poco y se acomodó en su sillón de cuero (verdadero en este caso), carraspeó un poco, bebió un poco de agua muy lentamente y miró a Andrés fijamente. Esto ponía aún más nervioso a Reyes, que seguía intentado tranquilizarse. Villaescusa esperó unos segundo más antes de seguir hablando, consciente del nerviosismo del chico.

- ¿Un problema? Ha venido usted al lugar adecuado, señor Reyes, ¿y qué problema tiene?
- Oh, sí, bueno, verá. Ejem, bueno, se me hace un poco difícil explicar... ¿no me conoce?
- No, no le conozco, señor Reyes – dijo el doctor con un sucedáneo de sonrisa.
- Oh, ejem, sí, verá. A ver cómo le explico. Bueno, soy jugador de baloncesto, soy profesional y juego en el Real Madrid. Digamos que el problema que tengo es que no meto todas las canastas.
- Ja, ja, ja, ¿ese es el problema? Todos los jugadores fallan canastas, señor Reyes.
- Yo no, doctor, yo soy el número uno – dijo muy serio Andrés, y muy seguro, cosa que lo tranquilizó y volvió a tomar el control de sí mismo.

La risa de Villaescusa cesó de repente, la mirada de indiferencia se había convertido en interés, porque le había creído.

- Interesante – dijo esta vez el doctor con verdadero entusiasmo. La diferencia de éste que el ‘interesante’ anterior distaba un mundo, tanto como el primer ‘bien’ del segundo que contestaba el gentío infantil a la pregunta del payaso “¿Cómo están ustedes?” - ¿Y dice que no había fallado ninguna canasta?
- No, doctor, tirara como tirara o desde donde tiraba, todo iba dentro. Tengo una puntería extraordinaria, da miedo ver lo que puedo hacer. Hay quien me dice que tengo un don, un gran don, y así es, porque gracias a él me gano la vida. Pero los dones, doctor, siempre son de doble filo. No es ningún problema que cualquier jugador falle una canasta, pero hace cosa de un mes fallé la primera. La primera canasta que fallo en mi vida, curioso, ¿verdad? Y llevo un mes penoso, ¿sabe? Se pasa de héroe a villano a la velocidad de la luz y el trabajo que se ha de hacer para llegar a la cima es de hormiguita, día a día. Y, la verdad, no estoy acostumbrado a currar de esa manera, he llegado arriba del todo gracias a mi don, que ahora no tengo, ¿sabe? Estoy hundido, doctor.

Los ojos del doctor se abrieron como las puertas de un gran centro comercial el primer día de rebajas, fluyendo ilusión a espuertas, tanto que en su pupila se veía reflejado la cara de Andrés. Era el paciente que había esperado toda la vida, uno que tuviese realmente un don, porque la gente de ‘El grupo’ no podría decirse que tuviesen un don como tal. Se frotó las manos por ver su gran descubrimiento y pensó automáticamente en nombrar a Reyes líder del grupo y poseedor del brazalete.

- Muy interesante, señor Reyes. Le contaré una cosa, tengo a un grupo de gente a los que llamo ‘El grupo’. Estas personas, que de momento somos 4 y entre las que me incluyo, tienen cualidades especiales, fuera de lo normal, pero ninguna con un don como el de usted.. ¿podría ser de nivel 4? – se preguntó a sí mismo el doctor. En ‘El grupo’ hacemos trabajos psicológicos entre nosotros para mejorar y potenciar estos dones, ¿entiende? Con esto lo que le quiero decir es que puede unirse a nuestro grupo e intentar recuperar ese don o averiguar qué ha motivado su desaparición.
- Je, gracias por la propuesta, doctor, pero sé qué ha hecho que desaparezca temporalmente, porque mi don sigue ahí, aunque de forma intermitente, no tiene nada más que ver la demostración que le he hecho nada más entrar - dijo Andés con una sonrisa cansada.
- ¡Cierto!
- Pero sé qué hace que desaparezca mi don momentáneamente, doctor, la coca. Lo tengo comprobado, cuando la tomo mi don se anula. Y realmente ese es mi problema, doctor, estoy enganchadísimo a la coca, ayúdeme a dejara, ¿cree que puede hacerlo?

La cara de Villaescusa era una caja de sorpresas de esas que sale el cabezón de un bufón ensartado en un muelle haciendo ruiditos molestos, no podía creer lo que estaba escuchando, y empezaba a ver la magnitud tan brutal del don de Andrés Reyes. Villaescusa empezó a atar cabos y se lanzó un órgado.

- Señor Reyes, le propongo algo, si acierto el nombre del que le vende la coca se une usted a ‘El grupo’.
- Ja, ja, ja, no creo que lo acierte, doctor, pero me interesaría unirme a ‘El Grupo’ igualmente. Adelante si se siente tan seguro, ¿quién me pasa la coca?
- Federico Laviña – contestó el doctor en un tono que de seguro que era rozaba lo despectivo.

La cara de Andrés Reyes era ahora la del bufón cabezón, y se movía como loca con su muelle por la consulta del doctor.

- ¿Cómo coño? Es decir, ¿cómo coño sabe usted eso? – preguntó Andrés en un tono mezcla entre sorprendido y molesto mientras arrastraba la silla hacia atrás, cogía la gorra del perchero y hacía el amago de irse.

En ese momento sonó el timbre de la puerta de la calle, la secretaria/enfermera abrió la puerta y dejó pasar al joven que venía.

- Buenos días, me llamo Javier Lagos y tenía una cita con el doctor Villaescusa – saludó Javi con su eterna sonrisa.

Reyes dejó de nuevo la gorra en el perchero, se sentó y volvió a preguntar.

- ¿Cómo coño sabe usted eso?