martes, enero 10, 2012

Señor Paracaídas

Se sienta en el suelo, triste, y se apoya contra una pared fría y bajo la presión de una espada invisible. Se tapa la cabeza y parte de su cara con su gorro de lana, tal vez por el frío tal vez porque se siente un poco más seguro escondiéndose en su nada, regodeándose en su burbuja.

- Lo he vuelto a hacer, lo he vuelto a hacer… - repite El Chapas entredientes a una calle desolada.

- ¿Tan tremendo es lo que has vuelto a hacer? – Le dice una cara amable que surge de la nada de la calle desolada. Se saca un Marlboro y se lo ofrece a El Chapas que lo acepta con la mano temblorosa. La cara amable toma otro y se lo enciende.

- Gra.. gracias por el piti, tío. Toma asiento – dice El Chapas con la voz más temblorosa que la de sus manos y señalando al suelo. Bueno – continúa – para mí es grave, y me siento como cayendo en un pozo oscuro sin fondo ni luz al final del túnel.

- En mi tierra se suele decir que lo más grave de una caída es la gravedad – dice cara amable expulsando una buena bocanada de humo.

- Vaya, gracias, señor paracaídas, porque apareces así como de la nada, como caído del cielo. Tu tierra debe ser cuna de filósofos. – Replica El Chapas un poco perturbado por el tipo paracaídas este que se le ha sentado… ¡no habrá suelo en las calles! – piensas -

- En cierto sentido, sí. – Contesta el señor paracaídas mostrando un sucedáneo de sonrisa que le hace la cara aún más amable.

- Je, ya veo, perdón por la tontería, paraca, ¿en cierto sentido eres mi paracaídas o en cierto sentido tu tierra es de filósofos? Y, por cierto, ¿de dónde eres? – responde El Chapas destensando un poco su rostro y contagiándose un poco de la sonrisa del señor paracaídas.

- Ambas. Y soy de…¡Nunca Jamás! – Exclama el señor paracaídas endulzando el rostro.

- ¡Oh, vaya! ¿Y eres Campanilla o Peter Pan? – pregunta intrigado el cada vez más jocoso Chapas.

- Soy… ¡Pedro Bread! Y vengo a enseñarte a volar – le contesta dicharachero el señor paracaídas.

- ¡JA! Ya veo, ya, y eres un pedazo de pan – contesta sonriente El Chapas. Gracias, Pedro, o como coño te llames. Me has animado, realmente eres mi paracaídas, tío.

- Te lo dije, vengo a enseñarte a volar – le dice Pedro mientras le pasa unos gramos de coca a El Chapas.

- No, tío… no quiero esta mierda. – Le dice apagándose de nuevo, cayendo de nuevo.

- Hey, quédatela, si la quieres tómala, si no tírala, tú decides – dice Pedro apurando la colilla. Tú decides, tío, tienes que aprender a volar – continúa mientras se levanta y se pira. Tú decides - grita de lejos mientras se aleja.

El Chapas se termina la coca ese mismo día y a la mañana siguiente vuelve a la misma calle…

Se sienta en el suelo, triste, y se apoya contra una pared fría y bajo la presión de una espada invisible. Se tapa la cabeza y parte de su cara con su gorro de lana, tal vez por el frío tal vez porque se siente un poco más seguro escondiéndose en su nada, regodeándose en su burbuja.

Lo he vuelto a hacer, lo he vuelto a hacer… - repite.

lunes, enero 09, 2012

Muertos Vivientes.




La excusa son los zombies. El decorado de corchopán son los muertos vivientes. La verdadera intención de Kirkman es llevar al límite al ser humano. Afilar ese instinto animal anestesiado y apagado que tenemos los hombres. Porque, querido lector, el humano es el más complejo de los animales. Y el lado animal de un hombre, sin duda, es el que más aristas y más espejos tiene. Un león apretando los dientes o rugiendo asusta que te cagas. Un hombre apretando los dientes y rugiendo asusta más.

El envoltorio son los zombies. El caramelo de dentro es descubrir a través de Kirkman de qué puta pasta están hechos los hombres, de cómo bordean el precipicio, de cómo sacan a relucir sus sombras que asfixian y de qué manera a las pocas luces que quedan cuando el instinto animal se zampa a la razón, al juicio y a la cordura.

El atrezzo son unos muertos vivientes sin luces, tan peligrosos como torpes. El auténtico propósito del genial autor es desvelar la auténtica naturaleza de unos hombres que son unas bestias, de correr la cortina de humo que crea la sociedad, de quitar máscaras y mostrar cartas. De exponer la fuerza psicológica y la energía mental de los supervivientes, de la debilidad animal de los que caen.

Los zombies son las palomitas, el maquillaje. Lo que realmente da miedo es el hombre al límite. Lo que es capaz de hacer el hombre que está contra las cuerdas, la espada y la pared. Las cosas que es capaz de hacer. Eso es lo que asusta. Eso es lo que me pone la piel de gallina.

Los zombies son un chascarrillo. Y el hombre es el que mete miedo.