miércoles, diciembre 21, 2011

Alberto Ballesteros.


Hace un frío intolerante en Madrid, el invierno nos ha invadido sin hacer prisioneros y ha degollado a un otoño que apenas nos ha habitado unos días: las hojas caen congeladas de los árboles. Hace un frío vehemente en Madrid que tirita carteras y apaga alientos de dragones, pero aún quedan refugios y caminos a Oz, aún quedan guitarras para zurdos y armónicas afinadas. Anoche hubo un refugio cálido en el Libertad 8 en el concierto de Alberto Ballesteros, que puso contra las cuerdas a este invierno traicionero y despiadado.

Hace un frío de cueva en Madrid, pero Alberto nos trasportó a Solly Street a bucar pelea, yerba o quedarnos demasiado despiertos. Adonde arden las naves y donde no te piden las llaves. Decidido iba marcando el ritmo del concierto, descubriéndonos el camino a Oz de baldosas amarillas. Nos recitó sus canciones, nos las contó como un cuento melancólico de final feliz.

Hacía un frío de estalactita en Madrid, pero nos cobijamos al calor de las canciones de novela de Alberto, que se batía junto a Héctor Tuya, guitarras enfrentadas, en duelo a muerte contra la desidia para vencerla. Y para conseguir un directo que mejora a la grabación.

Hacía un frío de mármol y de acero en Madrid, pero lo vencíamos una vez más con “No habrá dolor” que perfeccionaba una vez más y un poquito más. Esta canción muestra siempre un rincón nuevo donde tomarte una copa, descubres cada vez que la toca una nueva esquina que no habías girado. Un nuevo sentido que se te había escapado.

Hacía un frío de escarcha en Madrid, pero el blues sigue vivo y Ángel Pastor aún tiene la armónica afinada y afilada para encender la chispa adecuada que tumbe cualquier frío de cualquier ciudad, a ambas orillas del río.