lunes, agosto 30, 2010

El cazador de rayos (Kenny Ruíz)




El mundo se agota y se derrumba, pero nadie se enamora, la lluvia es terrible, incesante y demasiado fría para unos cuerpos que han perdido la luz. El sol es un recuerdo lejano y borroso tras la barrera impenetrable de las más ácidas nubes. La esperanza es tenue, es una bala perdida que alguien disparó hace mucho tiempo sin mucho tino. La luz es tu mejor amigo muerto, lo más preciado que jamás nos ha sido arrebatado. El mundo huele a polvo y a ceniza, sabe a pólvora y a gasofa quemada tras lo poco que queda bajo las afiladas gotas de lluvia. Los hombres que habitan este mundo son sombras de una luz que ya no existe, de un sol expatriado a los abismos más oscuros. El mundo arde al cobijo del poco petróleo maldito que queda, se disparan los fanáticos y se polarizan los extremos, se caen a pedazos oscuros las mentes más brillantes. El mundo se agota y se derrumba sobre los hombros de un puñado de héroes que se agarran a un clavo que arde al rojo vivo. Se agarran a Kaín, el cazador de rayos, el portador la señal, el elegido por los dioses para devolver la luz y la maravillosa electricidad. El encargado de dibujar un Miguel Ángel tocando su dedo con el dedo eléctrico de Dios. El mundo se apoya sobre Cáncer, un guerrero que cree en Kaín y en la marca, que mientras viva Kaín viven la esperanza y el mundo, el mañana y la victoria.

El mundo se agota y se derrumba y queda en las manos de Kaín, que asume el reto de cazar rayos, vencer batallas y atrapar un suspiro de luz para dar un soplo de vida a este mundo polvoriento y acabado.

jueves, agosto 26, 2010

Corazón de nácar.

Lucía está sentada en la orilla del mar, con las olas besándole suavemente los pies en su vaivén cíclico… besándola y apartándose, besándola y apartándose…

John la mira desde la arena con los ojos tristes de quien no es correspondido, la arena le quema los pies, pero lo que realmente le arde es el alma. Traga saliva y obtiene un poco de valor para acercarse y hablarle.

- No he visto rompeolas más hermoso, Luci - Le dice con acento americano y vistiendo sus ojos de brillo de alegría, tragándose la tristeza que dominaba en ellos con la saliva.

- Oh, John…Estás aquí…

- Siempre he estado aquí. Siempre. Quizá es que casi nunca me ves - Le suelta John. Le reprocha. La ama con toda su alma, su corazón bombea sangre con más violencia que las olas explotando en un acantilado.

- Sabes que te quiero, John, pero... - Le contesta Lucía, apartando la vista y cerrando los ojos. Juguetea con los pies en la arena, quizá intentando dibujar un corazón de arena con ellos pero sin conseguir nada. John se percata de ello y sonríe con amargura entendiendo la metáfora cruel.

- ... Pero no me amas, ¿verdad? Sigues amando a Germán, ¿no es así? Al que te traicionó una y otra vez, al que nunca te dio lo que necesitabas. Al que jamás estuvo pendiente de ti - Dice John levantando el tono y multiplicando por 10 el acento norteamericano. Se siente triste, frustrado. Siente el corazón de Lucía encerrado en su nácar inaccesible tras su concha. Han venido a la isla buscando amor entre ellos y resulta que el amor sigue en Madrid, echando raíces en un cuerpo sin vida contra el que nada se puede hacer.

- Jamás vuelvas a hablar así de Germán, ¡JAMÁS! Jamás… Grita Lucía llorando y buscando el cobijo de los brazos de John. Lucía se calma entre ellos. Aunque sigue enamorada de Germán y no ha superado su muerte, los brazos de John son un oasis, un bosque verde de aire puro.

- Tal vez no me ames porque no me necesites, Luci. Le dice él también más calmado. Le resulta reconfortante abrazarla, aunque sea como un pañuelo y como un barato sucedáneo.

- No lo sé, John. Tal vez no te amo porque te necesito. Y me revelo. Ten paciencia conmigo, John.
John quiere alejarse, huir y esconderse tras las paredes opacas de la soledad. Quiere encerrarse tras los barrotes oscuros de la amargura, porque no entiende que Lucía no lo ame. Y aunque no cree que el amor pueda florecer en ella, no deja de abrazarla. Y le susurra al oído que siempre seguirá con ella. Y que tendrá paciencia.

viernes, agosto 06, 2010

Marwan en San Lorenzo del Escorial



Conciertazo de la hostia que el dio Marwan el pasado 5 de agosto en San Lorenzo del Escorial. Era el primer concierto al que asistía de este cantautor madrileño y fue una pasada. La magia del Teatro Auditorio de San Lorenzo del Escorial me tenía embrujado y predispuesto para pasar un par de horas muy divertidas y escuchando grandes canciones. No sé si era el sitio, la letra, la magia o que al día siguiente era mi primer día de vacaciones (si eres un lector intrépido, hoy es mi primer día de vacaciones, sí (Nota: editar esto mañana o, como muy tarde, cuando vuelva de vacaciones :D)). Las canciones de Marwan son de una pasta especial, o el tipo en sí es de una pasta especial. Te cuenta sus penas con guiños de humor y sabor a buen rollo, que hasta tus propias penas te las tomas con mejor cara. No había escuchado nunca ninguna canción de este cantautor (¿tal vez “El chándal” una vez?), pero todas las canciones parecían una bienvenida a la música y la palabra, parecían el retorno de la primavera fugaz en este agosto traicionero, parecía momentos de mi vida que volvían a mí con la galopada tenaz del caballo del bueno. Joder, que las canciones son cojonudas, letras con sabia nueva, con ganas de que broten más estrofas de cada canción, letras con raíz profunda. Que me encantó el concierto y que me apunto al próximo por Madrid.