miércoles, octubre 28, 2009

Concierto en Zanzíbar de Manuel Cuesta y Alfonso Ribero

Una vez dijo un gran genio que la vida es como una caja de bombones, porque nunca sabes con qué te vas a encontrar. Anoche, la sala Zanzíbar (que no es un santo andaluz), se transformó en una improvisada caja de bombones porque ninguno de los asistentes nos imaginábamos lo que nos íbamos a encontrar: éramos sólo 4 en el concierto, los dos artistas (Manuel Cuesta y Alfonso Ribero), Azaústre y yo. El pobre Manuel respondía con sonrisa desganada de viejo acordeón a las bromas que les gastábamos por el poco público. Pero aún así, después de esperar un rato a que viniese más gente y viendo que no llegaba nadie, como son dos pedazos de artistas, decidieron sacar adelante el concierto. Para su público, el que sea. Por su público, el que sea.

Primero subió al escenario Alfonso Ribero, armado con su voz y su guitarra que atraviesa corazones y corta las cabezas de los dragones que secuestran princesas. Mientras, Manuel, esperaba en el banquillo, creyendo aún en la remontada.

Alfonso, nos contó su historia, sus historias, lo creativo que le resulta Madrid. Y de pronto se calló, tragó dos toneladas de saliva porque así, de la nada, como suele aparecer la magia de verdad, aparecieron tres personas más en el concierto, justo a tiempo, en el último segundo, vale la canasta y personal, RATATATATA.

Uno de los que entró fue Ismael Serrano, que con voz de proyector de cine, se fundió en un abrazo con Manuel y le dijo: “¡No podía faltar a este concierto!”. He traído a unos amigos, continuó. Y qué amigos. Se trajo a Ricardo Darín, que estaba de paso fugaz por Madrid y se vino al concierto animado por Ismael. Y a Kira Miró, el bombón que faltaba en nuestra particular caja de bombones, que no sabíamos por qué vino pero a ninguno parecía importarnos.

Alfonso quedó perplejo, desarmado y desmontado ante este público. Pero Alfonso también cree en las remontadas y en las chicas que saben volar. Y después de felicitar a Darín por “El secreto de sus ojos” se hizo con el escenario con rictus de coger al toro por los cuernos. Me atrevería a afirmar que Alfonso lucharía contra dinosaurios con un cazamariposas. Y sin prisioneros de guerra. Nos cantó sus canciones como mejor se puede hacer, con las palabras de la experiencia vivida, de las calles pateadas y de las vueltas y media de todo.

Y luego salió el trepamuros Manuel, que se subía por las paredes arropado por su especial público, con su voz potente y limpia, con su guitarra que ahuyenta a los miedos y a los fantasmas, tocando sin importarle si de público hay dos o hay dios. Porque cuando estás habituado a caminar por el precipicio empiezas por acostumbrarte y termina por gustarte.

El concierto era una bomba de arte a punto de explotar y Azaústre se subió al escenario para traer de vuelta unas gotas de Dingo Bar cortando el cable rojo de la bomba haciendo que explotase del todo.

Un gran concierto, un placer de conocer a Alfonso y de reencontrarme con Manuel, Ismael y Azaústre y una gratísima sorpresa por encontrarme y conocer a Ricardo y Kira, personas muy interesantes y que tienen mucho que decir.

Nos vemos en el siguiente, con más voces, guitarras y bombones.

sábado, octubre 17, 2009

Manuel Cuesta: La vida secreta de Peter Parker




Dijo Doc Brown (¿hace falta que diga de qué película hablo?) cuando construyó el DeLorean, allá por 1985, que ya que fabricaba una máquina del tiempo, ¿por qué no hacerlo con algo de estilo? Eligió el DeLorean porque aún no había salido el disco de Manuel Cuesta: La vida secreta de Peter Parker. De haberla construido en 2009 habría usado el CD del cantautor sevillano. Porque el disco de Cuesta ya trae un condensador de fluzo dentro, que te alimenta con 1,21 gigowatios de potencia con cada una de sus canciones y, mientras las escuchas, justo cuando tu corazón late a 140 km/h te trasportas al pasado o al futuro, viajas al punto de referencia que interpretas en cada canción, golpeando al calendario y al reloj, remontando las arenas movedizas de un reloj de arena que se empeña con terrible paciencia en enterrarnos. Viajas a Manhattan, a Queens, a Forest Hill, y asistes al primer beso y al primer encuentro entre Peter y MJ, y repites casi a la par que la pelirroja: “¿sabes, tigre? ¡Te acaba de tocar la lotería¬¬!”. Viajas al fatídico puente de Brooklyn donde, una vez más, intentas salvar a Gwen y una vez más no lo consigues. Viajas al pasado o al futuro porque la vida secreta de Peter Parker es tu vida secreta.
La vida secreta de Peter Parker no sólo es un cúmulo de canciones, acordes y voces. Es tu vida secreta y tu diario. Es tu manual de qué hacer cuando tu jefe despide a tu cordura. Es tu libro de instrucciones para encontrar la referencia, es el google maps que te dice dónde está la calle, cuál es el camino.
La vida secreta de Peter Parker es un alma perdida en un mundo de vivos, una gota de rocío en la inmensidad de un desierto. Es un susurro a tu espalda que te dice que no está todo perdido, que aún queda un poco de magia en este mundo lleno de trucos de conejos y chisteras, es poner las cosas en su sitio para plantarle cara al caos, es tumbarse bocarriba en la alameda de Sevilla y mirar las estrellas y verte reflejado en ellas. Es un faro nocturno con bombilla de repuesto. Es una primavera que nadie entiende, pero que no deja de florecer sobresalientes notas musicales.
La vida secreta de Peter Parker es un poema claustrofóbico de Azaústre atrapado en la pequeña distancia entre la punta de un lápiz y un folio en blanco y gritando por salir de ahí. La vida secreta de Peter Parker es un juego de espejos en el que ves reflejadas todas tus caras, las buenas y las malas, las brillantes y las oscuras. Es una forma de combatir la soledad más amarga, una llave a Nunca Jamás y el mejor arma del amo del calabozo. Es un pasadizo secreto al País de las Maravillas. Es el reloj escrupulosamente en hora del conejo que llega tarde. Es un trozo de tarta en la celebración de tu no cumpleaños. Es un camino de baldosas amarillas, es el valor del león cobarde.
La vida secreta de Peter Parker es el fino hilo que te une con el cometa Halley. Es una cometa que vuela por las nubes en las que tenemos la cabeza.
Quizá Manuel Cuesta no vive de la música, es más, me atrevería a decir que Manuel cuesta desvive de la música. Aunque escuchando este disco entiendes que vive por y para ella tanto como se desvive por y para ella.
Manuel nos deja este disco, que mata a las brujas malvadas y tiende una mano para intentar salvar de nuevo a Gwen y unos labios para besar una vez más a MJ.

martes, octubre 06, 2009

Spiderman, Tomo 25 Panini





Me dejé las uñas arañando y escarbando el pozo en el que te has metido, buscando el fin y el fondo, buscando la forma y el modo. Y no he encontrado ni fin ni fondo, ni forma ni modo. Sólo arena. Paja y arena, y mis uñas sangrando. (Es magia).

Me partí los dientes por seguir devorando, masticando y digeriendo tus aventuras, tu llamado nuevo status. Y no he encontrado nada, ni siquiera aventuras ni arañas radioactivas. Sólo unos dientes rotos y una mandíbula cansada de masticar. (Es magia).

Me quedé sin huellas dactilares por pasar tus páginas, mis yemas se desgastaron, se mancharon con tu tinta. No, no era tinta, era la savia de tus páginas sangrando. He pasado cientos de páginas en tu nuevo día y no he encontrado nada. Sólo unos dedos con la identidad borrada. (Es magia).

Ya se me han acabado las quejas, las amarguras, porque ya casi no siento nada y sólo cuando se valora algo es cuando se es capaz de sentir algo malo. Esto ya es ridículo. (Es magia).



Ya me he cansado de esquivar los golpes, de la mala suerte de los Parker y de que se me acabe la telaraña a mitad de camino. Ya no tengo ganas de zambullirme en el río Hudson, de rescatar imaginariamente a Gwen, de pasear en red y de incordiar al jovial Jameson. Ya no quiero ponerme la máscara para leer tus cómics y quitármela para reseñarte. Pero, ah, la magia hará que siga leyéndote, incluso reseñándote, pero ya no eres mi colega.

¿Es magia? Es pollas, Joe, es pollas.



... Y me quedé sin aliento (y sin uñas, sin dientes y sin identidad) cuando volví a verla y tú, cabrón, que ni la reconoces...

Spiderman, Tomo 24 Panini





Leer el tomo de Spiderman se ha vuelto un tanto tedioso, ya casi hay que decir lo en bajito, con la boca pequeño y tosiendo la mismo tiempo... ejem... leo-spiderman... ejem. Casi que leer a Spiderman se ha vuelto una formalidad mensual más que un placer, es como acudir al médico periódicamente, que ni apetece ni te deja más tranquilo, sobre todo si eres hipocondríaco.

A uno, hipocondríaco y spidermaníaco (y seguro que más cosas acabadas en -íaco), ya le cuesta leer al trepamuros. Leer a Spiderman es como conducir, al atardecer, hacia el oeste sin gafas de sol. Es como encontrarte un pelo en la sopa o en la cuchara, aunque últimamente me mosqueo más porque sé que el pelo es mío y no me quedan muchos. Un pelo menos. Leer Spiderman es como intentar quitarte un moco con unos guantes de boxeo o intentar, con esos mismos guantes, llamar a urgencias con un teléfono de esos antiguos de ruleta, ¿los recuerdas? Leer a Spiderman es como estornudar, con todas tus fuerzas, con las manos ocupadas en otra cosa... nunca sabes a quién le va a salpicar. Es como mear empalmado, que ni apuntas ni atinas. Leer a Spiderman se está convirtiendo en algo tan incómodo como subir unas escaleras mecánicas que están paradas, se hace raro, ¿verdad? O peor, como subir unas escaleras mecánicas que funcionan, pero hacia abajo (¡eso sí es incómodo!). Es como salir a la calle una tarde soleada de julio después de haber pasado horas en la oscuridad más absoluta... incordia. Es como masticar una bola de carne que se te queda en la boca y que nunca empequeñece por más que masticas, ni se reduce, ni descompone ni se puede tragar, sólo queda echarla fuera. Es como tragar agua clorada de sopetón en una piscina, es como morderte la lengua mientras masticas el inmasticable trozo de carne, o morderte la mejilla por dentro (¡cómo molesta!).

Me siento raro con Spiderman, un tanto molesto e incómdo y no me creo que vaya a cambiar o mejorar como no me creo lo que me dice el médico. Spidermaníaco hipocondríaco que es uno.

P.D. Creo que había una tormenta de nieve y lobezno pasaba por allí.