miércoles, diciembre 03, 2008

Felipe Reyes

Felipe Reyes es un monstruo (en el buen sentido) que tiene 4 brazos y 2 alas con las que vuela. Es el rey dentro de la pintura y el dueño de la montaña. Felipe Reyes es un monstruo que se alimenta de rebotes propios y ajenos. Es un guerrero. Es Leónidas, combatiendo y ganando mil guerras, es un espartano gritando a voz en cuello. Felipe Reyes es el Cid Campeador derrotando a todo el que se mide, es Don Quijote enfrentándose a mil molinos, es Abderramán III manteniendo un pulso contra los muladíes. Felipe Reyes tiene el extra que nos falta a casi todos, tiene el carácter para llevar la montaña a Mahoma, para arañar el esférico naranja y devorarlo a mordiscos, para quedárselo entre sus cuatro brazos y sus dos alas. Tiene la fuerza que a casi todos nos falta para arrancar dos puntos de un balón perdido, para nutrirse de rebotes que todos creían en las manos de otros.

Death Note. Cap. 1 al 25

Kira es el ángel de la muerte. Escribe con las plumas de sus alas un cuaderno maldito. Un cuaderno con guadaña, horca y guillotina. Unas plumas de sus alas que escriben con tu sangre tu muerte, tu destino más oscuro. Kira te lleva por el camino de la muerte marcando tus pasos, empujándote al precipicio, dejándote caer al infierno.

L es tu ángel de la guarda. Un ángel ciego pero con sus alas tan abiertas como sus brazos. L no completa a Kira ni Kira completa a L porque son totalmente opuestos. Kira es el infierno y L es el cielo. L es la distancia más corta entre dos puntos, es el pensar antes que actuar y es el actuar antes que parar. L es capaz de meterse en tu cabeza y saber qué estás pensando antes que tú. Jorge Berrocal lo llamaría simbiosis. L es tu única esperanza de ganarle la partida de dados a la muerte. A Kira tirando los dados. L es lo único que te queda para no sacar 3 seises seguidos e irte a casa.

Kira es el juez y ejecutor, es un ángel con puños americanos aspirando a Dios. Kira sabe cómo funciona el cuaderno. L no. Kira sabe las reglas del cuaderno. L no. Es más, Kira sabe qué es el cuaderno. L no. Por eso Kira tiene a L arrodillado junto a él. Por eso Kira va arrancando una a una las plumas de las alas de L, que es un ángel, como si fuera una margarita. Me quiere, no me quiere.

Y L se defiende y ataca como puede, a capa y espada, con valor, de frente, con la mirada del tigre, con las uñas sacadas y afiladas, con los puños y con el cerebro, se defiende metiendo a Kira en sus laberintos y ataca resolviendo todos los puzzles que le plantea Kira. Casi acorrala a Kira en una jaula. L se defiende panza arriba hasta que ya no le quedan plumas en las alas, hasta que ya no puede volar. L se defiende y ataca hasta el último instante, hasta que se le marchitan todos sus pétalos.

Spiderman, Tomo 23 Panini



Sí, ya sé que dije que no volvería a hacer una reseña de Un nuevo día sin contar nada o casi nada del cómic y sin quejarme amargamente de esta nueva etapa que está viviendo el trepamuros. Pero uno, cordobés impenitente, le cuesta seguir este viaje y, sensible y vengativo, me revuelvo a base de reseña-protestas para golpear con mis palabras cerradas de nudillos de carácteres la cara de Quesada con menos éxito que el programa de televisión llamado Circus. Sí, sin éxito, pero yo me quedo más tranquilo

Y además, como las promesas son para romperlas, como las lanzas, yo la rompo y me hago una nueva reseña que sigue sin decir nada pero que, a ritmo de canción de Joaquín Sabina, dejo aquí para ti, que has dedicado un tiempo en leerme.

Pongamos que hablo de spidey


Mefisto ha asustado a tu destino
ha tejido otro camino para ti
ya no regresa siempre el enemigo
pongamos que hablo de spidey

El daily bugle cambia de patrones
tu vida ya es un sinvivir
ya no despiertas mis pasiones
pongamos que hablo de spidey

Mary Jane ya no es mi princesa
tú ya no tienes nada qué decir
tu traje pende de una fina hebra
pongamos que hablo de spidey

Tu máscara deja de ser tu marca
tus motivaciones dejan de servir
sin traje negro ni araña blanca
pongamos que hablo de spidey

Desandas tu camino con las manos
tus pies no te saben dirigir
tu telaraña de nuevo se ha acabado
pongamos que hablo de spidey

Cuando Mefisto venga a visitarte
que te deje donde por última vez te vi
aquí no queda sitio para nadie
pongamos que hablo de spidey

Alberto Contador

Alberto Contador sigue sin perder la estela de los más grandes. Encadenado a unos platos y unos piñones, arrastra a millones de aficionados y arrasa en cada pico, en cada recta, en cada bajada.

No mira hacia atrás, porque todo lo que le interesa está delante. No se deja ganar, porque la esencia del deporte es participar... para ganar. No se deja ganar, como tampoco da parte de su sueldo a quien algún día hace una buena carrera. No se deja ganar porque tras 200 kilómetros encadenado a unos pedales dejarse ganar no es natural. Ni siquiera deportivo, ni honroso.

Quien quiera ganarle, que lo tumbe. Que lo deje atrás, que lo hunda en la profundidad de la montaña, le arranque la victoria a mordiscos con los dientes de unos platos y unos piñones, que le pase por encima a fuerza de rueda y golpe de pedal.

Un, dos, tres, ¡Contador! Un Tour, un Giro y una Vuelta. Y contando.