lunes, febrero 14, 2011

Escudo

A Elvira, con todo mi amor

- ¿Qué haces? – Le dices a Saúl intrigada. Te acercas por detrás y lo abrazas. Lo besas con todo tu amor.
- Un escudo, pequeña Elisa – te dice – mientras graba con trazos torpes con una navaja poco hábil un SxE en el árbol del parque donde lo conociste. Se gira levemente y te devuelve el beso en los labios. También con todo su amor.
- Pero qué torpe eres grabando con la navaja, mi amor – le susurras con cariño – menos mal que eres mucho más diestro con otras cosas, je.
- Sí, soy torpe con la navaja, ya sabes que soy objetor de conciencia, pero quedará un SxE totalmente legible. Me iba a aventurar a hacer un S “corazón” E pero, mi amor, no me atrevo. – Te dice Saúl un poco ruborizado por ser tan torpe con la navaja. Quizá también por el chiste picante que le soltaste.
- ¿No te atreves a grabar un corazón? Qué lelo eres… - le dices acariciándole el pelo.
- Jejeje, no, no me atrevo, pero no porque sea torpe. No me atrevo a dibujar un corazón que represente nuestro amor… Saldría enoooooorme – te dice abriendo mucho los ojos, gesticulando con las manos y haciendo mucha énfasis en la o.
- Ya, claro, ya… pero, ¿por qué dices que estás haciendo un escudo? – Le preguntas interesada
- Je. Saúl se vuelve y sigue con su trazo tosco grabando en el árbol. Es un escudo – te dice – para proteger nuestro amor. También para proteger a este árbol. Él nos protegerá a nosotros y nosotros a él. Mientras este grabado esté aquí, nuestro amor permanecerá intacto – te dice mientras quita trocitos de madera del árbol con la mano. Quiero que a partir de ahora – continúa – volvamos a este parque el día de nuestro aniversario todos los años. A visitar nuestro árbol. A cuidarlo como metáfora de que debemos cuidar nuestro amor.

Sonríes. La idea te gusta y te ilusiona. Esperas que termine de grabar para abrazarlo y besarlo. Encajas en él, en su cuerpo, como una pieza imposible del tetris. Cada curva tuya corresponde con una curva suya. Cada espacio te lo llena con él así como llenas cada uno de sus huecos. Sus labios encajan perfectamente en tus labios. Sus brazos dibujan el contorno frenético de tu figura. Sus dedos tocan tus teclas de piano. Sus manos te protegen y te dan cobijo. Tus labios son su fuente (de agua y de inspiración). Tus ojos verdes bañan de color sus ojos marrones casi negros. Su calor te inunda. Tus piernas se entremezclan con los surcos de las suyas. La sal de sus lágrimas se asocian con tu saliva dulce y la mezcla acaba en vuestros labios, y bebéis de ella. Tu aire es su aire. Su luz tu consuelo. Su hombro es una almohada terapéutica que se funde con tu frente. Os abrazáis y os sentís uno. Os besáis y sentís que todo es posible. Y con un beso selláis un escudo que os protegerá siempre.

Y pasan los años. Y siempre volvéis al parque el día señalado de vuestro aniversario. Los árboles van cayendo, por tala, terribles lluvias o soles sofocantes. El parque queda a la suerte de un futuro incierto. Lo abandona el ayuntamiento y todo el mundo le da la espalda. Salvo tú y él. Que volvéis año tras año. A cuidar el árbol que os protege. A seguir sellando el escudo y el pacto. Cada año pasa algo y van desapareciendo los árboles, salvo el vuestro. Un año incluso un constructor quiso talarlo para hacer un centro comercial en vuestro parque, pero hasta tres veces falló cuando casi lo tenía: curiosamente las dos sierras eléctricas que tenía se rompieron y la manual acabó mellada. Incluso los constructores entienden las señales, incluso las señales románticas. Desistió.

Y allí sigue vuestro árbol. Y siempre volvéis al parque, año tras año. Y os sentís protegidos. Y sentís que vuestro amor sigue siendo bello y posible, hermosamente posible. Y, como vuestro árbol, supera tormentas, insolaciones y sierras mecánicas. Le besas con más amor cada año delante de vuestro árbol. Le dices que le quieres. Te dice que te quiere. Le dices que te sientes muy querida. Le abrazas hasta atraparle el alma, que ya es tuya. Te abraza hasta que os hacéis uno. No pueden con vosotros las tempestades. Tampoco las marejadas. Ni los miedos ni los traumas.

Y pasan los años y el árbol sigue allí, con raíces fuertes y con un escudo que salva todos los escollos. Incluso, muchísimos años después, sobrevive a vosotros que pedís que vuestras cenizas abonen vuestro árbol imbatible. Y vuestra ceniza, vosotros, tú y él, ya sois parte de un árbol que os une. Sois uno después de una vida plena. Y os seguís amando más allá de toda vida.

5 comentarios:

flux dijo...

Muchas gracias, mi amor.
Eres un bizcochal cuando te pones, pero me encantas!

Manuel Cuesta dijo...

Oooooh, eres un crack y como bien apunta la superheroína Aeon Flux, un bizcochal, pero claro ya sabes que ese concepto lo inventé yo... Jejejeje.

Muy bueno! Que guay que hayas cogido de nuevo el ritmo de publicar relatos otra vez.

Un abrazo, querido.

Y enhorabuena a los enamorados.

Joaquín Pérez Azaústre dijo...

"Encajas en él, en su cuerpo, como una pieza imposible del tetris (...). Y, como vuestro árbol, supera tormentas, insolaciones y sierras mecánicas". Enorme descripción del amor, querido amigo, con hallazgos poéticos. Tu texto es la inscripción en el árbol del tiempo. Un abrazo muy grande a los dos!

Salva dijo...

Muchas gracias, chicos. Con lectores como vosotros dan ganas de seguir poniendo relatos (y alguno romántico, claro está :D).

¡Abrazos y besos!

Rodolfo Serrano dijo...

Jo, Salva. Quién pudiera tanta ternura.