viernes, marzo 18, 2011

Venganza

El auricular del teléfono de una cabina cuelga y se balancea con tétrico ritmo, como si fuese un ahorcado ya muerto. Tu brazo luxado juega a hacer un péndulo muy doloroso. Hay un neón que chirría un susurro eléctrico, como pidiendo ayuda. Tus dientes también chirrían, aunque no hay nadie a quien pedir ayuda, todo el mundo está como tú. Sigues adelante.

Las princesas se marchitan y ya nadie las saca a bailar, malviven por las calles y deambulan sin futuro ni destino. Tú tampoco tienes destino (sonríes amargamente porque no sabrías cómo traducir esta palabra al inglés, si como destination o como fate). El asfalto de la calle se levanta y las aceras se hunden, como si tuviesen una urticaria galopante. Tu piel castigada por el sol y por la arena se vuelve tan roja como tus ojos inyectados en sangre.

Tu ciudad se desmorona y tú con ella. Tal vez tu mundo se esté desmoronando. Te preguntas qué cojones está pasando.

Sale humo de casi todos los edificios y pus de casi todas tus heridas. Aúllan locas y descontroladas las alarmas de todos los bancos, que ahogan las voces y gritos de la gente que realmente necesita ayuda, que avisan a nadie que pueden que estén intentando robar su inútil dinero. Su nada.

Una alcantarilla se está tragando la sangre de un perro muerto y decapitado. La marquesina de la parada de un autobús ha aplastado a alguien que esperaba un bus que nunca ha llegado. Un avión se desploma y un tranvía descarrila. Se hinchan tus dedos, seguramente estén rotos.

Sopla un viento frío que hace mover una puerta sujeta de una sola bisagra, ruge como un tigre malherido. Tus dientes bailan reggeton en tu boca. Hay un coche parado en el arcén con las luces de emergencia puestas. El tictac ronco del único intermitente que funciona apenas no captas. Tus tímpanos son la piel de un tambor muy viejo y usado.

Una luz nace al fondo que te ciega. Tus pupilas se convierten en tu iris y, cuando menguan, consigues leer: “POR LA VENGANZA DE AURORA”.

Mueres sin tener ni puta idea de qué coño está pasando.

1 comentario:

Rodolfo Serrano dijo...

Es un poema magnífico, extraño como la belleza