- ¡Joder! ¿Qué me pasa, qué me está pasando? - digo al dejar de sentir mi cuerpo, al sorprenderme al ver mis brazos, sin sentirlo ni ordenarlo, mover el volante corrigiendo mi trayectoria para tomar la curva, sorprendido al pisar el freno de mi Citröen C3 para ceder el paso en una rotonda. Algo puenteaba mi cerebro y hacía que ejecutase los movimientos, yo no lo ordenaba, ni la parte de mi cerebro consciente tampoco. Quizá fuese un instinto, o una parte recóndita de mi cerebro. Quizá la araña, quizá mi alma. Empecé a tener miedo, te puedo asegurar que no sentir el cuerpo y seguir juicioso acojona. Hago un esfuerzo, abro la ventanilla y saco la cabeza, el aire fresco de la noche de diciembre me despeja un poco, lo suficiente como para coger de nuevo el control de mi cuerpo. 1 - 1 en la batalla con ese instinto, esa araña, quizá mi alma. Aparco de mala manera en el parking de la estación de tren, a poco más de 500 metros de mi casa. Tomo de aliado al aire fresco, que me devuelve un poco la sensibilidad de mi cuerpo, ese continente único, maravilloso, que por momentos no siento, que mi contenido parece querer salir de él como un cohete de fuegos artificiales. La llamo a ella, le explico cómo me siento y deja una cena con amigos para venir a cuidarme. Me dice que me vaya a casa andando, parece que mi instinto le hace caso y mueve mi cuerpo sin yo ordenarlo. Lo vertiginoso de ver eso con el juicio intacto produce un repicar de un tan-tan... es mi corazón, temeroso, que da vueltas de campana, quejándose ante lo que no entiende, hiperregando todos mis órganos... un poco de sensibilidad, pero se va. Llego a mi casa guiado por la araña, quizá por mi alma y me tumbo en la cama esperando y deseando que ella llegue. Y voy quedánome inconsciente, poco a poco, noto que mi mente abandona mi cuerpo y creo que voy a morir. Mi cuerpo se revela, quizá la araña, me estremezco, convulsiono y vuelvo a tener el control de mi cuerpo, la cordura y la consciencia. La lucha de todo un cuerpo, de todo un sistema nervioso por sobrevivir es encomiable y tremendamente dolorosa. Pierdo poco a poco la consciencia, pienso de nuevo que voy a morir y mi cuerpo no se deja, me espabila a base de convulsiones y recupero el juicio. Intento convencer a mi cuerpo de que no voy a morir, ni a entrar en coma, sólo a dormir, pero mi corazón es pasional y nunca cree al juicio. De repente llega ella, hago un enorme esfuerzo por levantarme de la cama para abrirle la puerta. La lucha es terrible, mi cuerpo apenas responde y está sometido a un sistema nervioso loco, que le hace hacer cosas raras, como moverme en círculos. Mi consciencia está ahí, observándolo todo, pero sin vínculo real con mi cuerpo, sin poder dar las órdenes habituales, lo que hago cada día tan fácilmente. Pero tengo que abrir, es ella, ella me va a cuidar. Hago un pacto con el sistema nervioso loco y le vendo mi alma, acerca a mi cuerpo hasta la puerta y consigo abrir. Mi cuerpo es suyo, mi alma está enjaulada y la araña ha probado un poco de insecticida. Es ella. Ella me cura con sus caricias, me venda el alma y me pone tiritas en el sistema nervioso loco, que se queja en forma de convulsiones. Me besa y me tranquiliza hasta conseguir dormirme. No muero, como correctamente predijo mi juicio, como temía mi corazón.
Y al día siguiente la veo, sigue ahí, cuidándome. Y me devuelve el alma, y el cuerpo, y la araña. Tranquiliza mi corazón y mi sistema nervioso. Ahora a ella le debo el alma, mi vida no, porque ya era de ella.
David Lebón
Hace 11 horas
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