Las agujas del reloj,
crueles,
se clavan en mis venas,
compasivas,
inyectándome la heroína del tiempo.
Las arenas del reloj,
constantes,
se acumulan en mis hombros,
piadosos,
enterrándome grano a grano.
El avance del reloj,
macabro,
no deja atrás mis dudas,
perpetuas,
que me persiguen con afán de luna.
Pero estás tú ahí,
amor,
arropándome con tus manos,
precisas,
que dan cuerda a este reloj,
pausado,
y que limpias el polvo,
acumulado,
en mis hombros y en mi risa.
Pero ahí estás tú,
canción,
templando al tiempo,
eterno,
y dando calma a este alma,
perdida,
en los laberintos de la prisa,
traidora,
de los días rojos del cajón.
Y pasan los días, y los años, y las horas
pero tú me acompañas,
naufragando,
por los oleajes terribles y benditos
del mar de vida que me empapas.
Te quiero,
y ya no hay tiempo que borre eso,
mi amor,
y ya no hay agujas que corten eso,
pasión,
y ya no hay arena que cubra eso,
mi sol,
ni luna que nos eclipse.
Es tiempo de amar.
Los Caballeros de la Quema
Hace 1 hora
4 comentarios:
No me hables del tiempo... no me hables del tiempo...
Disfruta de éste, como si fuera el último.
Muchos besos.
Venga, Salva, si estás hecho un chaval...
Me imagino que lo decías por mí, jejeje, que los años no pasan en balde, que sé que estoy mayor y no puedo mantener la pose de "héroe" Parker... Gracias por el homenaje insertado en el poema... Un abrazo.
Siempre envidio a los que pueden escribir lo que uno no sabe expresar con palabras.
Te envidio.
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