jueves, agosto 26, 2010

Corazón de nácar.

Lucía está sentada en la orilla del mar, con las olas besándole suavemente los pies en su vaivén cíclico… besándola y apartándose, besándola y apartándose…

John la mira desde la arena con los ojos tristes de quien no es correspondido, la arena le quema los pies, pero lo que realmente le arde es el alma. Traga saliva y obtiene un poco de valor para acercarse y hablarle.

- No he visto rompeolas más hermoso, Luci - Le dice con acento americano y vistiendo sus ojos de brillo de alegría, tragándose la tristeza que dominaba en ellos con la saliva.

- Oh, John…Estás aquí…

- Siempre he estado aquí. Siempre. Quizá es que casi nunca me ves - Le suelta John. Le reprocha. La ama con toda su alma, su corazón bombea sangre con más violencia que las olas explotando en un acantilado.

- Sabes que te quiero, John, pero... - Le contesta Lucía, apartando la vista y cerrando los ojos. Juguetea con los pies en la arena, quizá intentando dibujar un corazón de arena con ellos pero sin conseguir nada. John se percata de ello y sonríe con amargura entendiendo la metáfora cruel.

- ... Pero no me amas, ¿verdad? Sigues amando a Germán, ¿no es así? Al que te traicionó una y otra vez, al que nunca te dio lo que necesitabas. Al que jamás estuvo pendiente de ti - Dice John levantando el tono y multiplicando por 10 el acento norteamericano. Se siente triste, frustrado. Siente el corazón de Lucía encerrado en su nácar inaccesible tras su concha. Han venido a la isla buscando amor entre ellos y resulta que el amor sigue en Madrid, echando raíces en un cuerpo sin vida contra el que nada se puede hacer.

- Jamás vuelvas a hablar así de Germán, ¡JAMÁS! Jamás… Grita Lucía llorando y buscando el cobijo de los brazos de John. Lucía se calma entre ellos. Aunque sigue enamorada de Germán y no ha superado su muerte, los brazos de John son un oasis, un bosque verde de aire puro.

- Tal vez no me ames porque no me necesites, Luci. Le dice él también más calmado. Le resulta reconfortante abrazarla, aunque sea como un pañuelo y como un barato sucedáneo.

- No lo sé, John. Tal vez no te amo porque te necesito. Y me revelo. Ten paciencia conmigo, John.
John quiere alejarse, huir y esconderse tras las paredes opacas de la soledad. Quiere encerrarse tras los barrotes oscuros de la amargura, porque no entiende que Lucía no lo ame. Y aunque no cree que el amor pueda florecer en ella, no deja de abrazarla. Y le susurra al oído que siempre seguirá con ella. Y que tendrá paciencia.

3 comentarios:

Manuel Cuesta dijo...

Este relato suyo es precioso, Sr. Caraballo le felicito, está colmado de romanticismo... Espero que organicemos pronto nuestro viaje a Córdoba. Un abrazo enorme.

Rodolfo Serrano dijo...

Coincido con Manuel en todo.

Sento dijo...

"esconderse tras las paredes opacas de la soledad"

Me encanta.