Los regalos de la muerte (XIII): Ya eres mío, Laviña / Ya te tengo, Gandía
La fuerza se le escapaba como a una gaseosa que ha sido agitada violentamente, tenía los dedos dormidos por la fuerza por la que había cogido a Gandía por la pechera. Gandía seguía en el suelo respirando como si sufriera de asma, agarrándose el pectoral izquierdo como si le estuviese dando un ataque al corazón.
- ¿Quién es el doctor Villaescusa y cómo puedo encontrarlo? – dijo el inspector España con una voz sin hielo, ni fuego, ni termitas. La voz llegó a los oídos de Gandía como el eco de unas antiguas catacumbas.
- Toma esto – le dijo Gandía dándole una octavilla. Ahí tienes todos los datos del doctor. Y ahora lárgate – terminó Gandía, con un fingido tono de valentía que apestaba a miedo del más primitivo. Lárgate, por favor.
España, con un olfato leonino, captó el olor a miedo que desprendía Gandía y no pudo sentir otra cosa que lástima y vergüenza por su repentino y extraño brote de violencia.
- Está bien, me marcho, pero te seguiré la pista, eres sospechoso de 2 asesinatos, Gandía, voy a estar muy pendiente de ti.
España salió por la puerta para la tranquilidad de Gandía y del camarero. Cogió el teléfono móvil e hizo una llamada.
Caraballo estaba sentado en el tejado de su casa, como un gato triste y azul, descansando el cuerpo y trabajando la mente. Estaba sentado mirando el paisaje masificado de antenas de televisión terrestres donde empezaban a aflorar las parabólicas como si fuera una primavera digital. Estaba sentado dándole vueltas al caso Lagos-Reyes y planteando la estrategia a seguir para arrestar a Laviña. El inspector Caraballo estaba totalmente seguro de que el prestamista y camello era el asesino. Conocía a Laviña mejor que nadie y tenía un par de teorías sobre lo ocurrido y tenía un móvil. Pero le faltaba lo fundamental: las pruebas, que tenía por seguro que iba a encontrar. De repente un sonido polifónico de la novena sintonía de Beethoven lo sacó de su trama estratégica para detener a Laviña.
- Inspector Caraballo, dígame
- Soy Ramiro, Froi – dijo el inspector España con una voz más despierta de lo habitual por un móvil que apenas sentían sus dedos dormidos.
- Rami, tenemos que quedar en breve para nuestro ya clásico brainstorming, para exponer nuestras teorías. Creo estar muy cerca del asesino.
- Oh, Froi, claro, pero déjame atar un último cabo. ¿Sabes? Yo también sospecho mucho de alguien, tenemos que reunirnos y concretar. Verás, acabo de hablar con Julio Gandía, el propietario del club flower’s. ¿Sabes quién es, no?
- Sí, lo conozco. No es trigo limpio.
- Ya lo creo, Froi, es todo un personaje. A lo que voy, este tipo no es que sólo tenga motivos para asesinar a las dos víctimas… también me ha facilitado el nombre de un posible sospechoso al que voy a ver mañana a primera hora. Lo acabo de llamar y he quedado con él a las 9.
- Vaya, quizá la trama sea más compleja de lo que me imagino, pero apostaría mi mano derecha a que el asesino es Laviña, y estoy cerca de descubrirlo. Y por curiosidad, ¿quién es el cuarto implicado en los asesinatos? Si estás cansado puedo ocuparme yo de él
- Es un tal doctor Villaescusa. Eduardo Villaescusa. Tiene su consulta en Fuenlabrada, en la calle Alcorcón. Y gracias por el ofrecimiento, tío, lo cierto es que estoy un poco cansado.
El silencio se apodera de la línea telefónica. Un diluvio de saliva desembarca por la garganta del inspector Caraballo. Casi tiembla al oír el nombre del cuarto implicado.
- ¿Sigues ahí, Froi?
- Sí, Rami, es sólo que… no me encuentro bien, tengo la tensión un poco baja. Preferiría que te encargases tú de Villaescusa.
- Está bien, yo me ocupo. Te llamo para quedar a hacer el brainstorming.
- S-sí, Rami, está bien. Suerte.
Ramiro España cuelga y se va a su casa a descansar.
- Toc, toc, toc
- Vaya, vaya, vaya, mira a quién tenemos aquí... – Tú debes ser el misterioso inspector de policía que me llamó anoche. Pase, soy el doctor Eduardo Villaescusa.
La voz del doctor era una ópera en do mayor a capela, era un altavoz dolby sorround con dos etapas de potencia y haría tranquilizar al más bravo de los mares.
Froilán Caraballo seguía sentado en su tejado, como un gato más triste y más azul.
- ¿El doctor Villaescusa implicado, eh? Esto se pone interesante, sí señor, muy interesante. Ja, ja, ja, ¿a que el asesino no es Laviña?
Ramiro España se sentía mitad incomodado mitad cautivado por la voz del doctor
- Tengo un par de preguntas, doctor Villaescusa.
- Dispare, inspector. Y por favor, llámeme Eduardo
- Oh, está bien, Eduardo. ¿Conocía a Andrés Reyes y Javier Lagos?
- Por supuesto, eran dos de mis pacientes. Andrés era cocainómano. Javier ludópata. Los he curado a los dos para morir. Nadar para morir en la orilla como suele decirse.
- ¿Los ha curado, dice?
- Sí, he desarrollado una nueva técnica en psicología que he puesto en práctica con ellos de forma muy exitosa. Uno ya no se droga y el otro ya no apuesta. Una pena lo de sus asesinatos ahora que empezaban a hacer una vida mucho más normal.
- Humm… qué interesante, doctor, tenemos que profundizar en eso después. Pero antes un par de preguntas… Esa técnica de la que habla, ¿la pone en práctica por primera vez con ellos? – preguntó el inspector sospechando la respuesta.
- Sí y no, inspector, la puse en práctica con otras personas que por motivos evidentes no diré sus nombres, pero con ellos hice una modificación y la experiencia fue un rotundo éxito. Si quiere hablamos más profundamente sobre el tema, inspector.
- Oh, no, de momento. Como de momento aceptaré que no me diga esos nombres, pero quizá se lo pida más adelante. Sería sólo para confirmarlos pues creo sospechar quienes son. Otra pregunta, Eduardo, ¿qué hacía y dónde estaba la noche del sábado 11 de marzo y el mediodía del domingo 12 de marzo?
- Fueron las franjas horarias y las fechas de los asesinatos, ¿verdad? Me encontraba de vacaciones en Honolulu. Casualmente tengo aquí los billetes de avión de ida y vuelta por si lo quiere comprobar. Llegué ayer por la mañana.
- Un momento, ¿me quiere decir que estaba de vacaciones en el quinto coño el día de los asesinatos?
- Así es, inspector.
- ¿Y no tenía sustituto ni consulta esos días?
- No, tenía la consulta totalmente cerrada.
Ramiro España sonrió, la lava de su estómago empezó a encenderse de nuevo, el hilo de su mirada empezaba a rozar el cero absoluto, las termitas a devorar madera.
- Ya eres mío, Gandía – dijo echando humo por la boca y escarcha por los ojos
Froilán Caraballo tuvo un flash al volver a ver las antenas terrestres y las parabólicas, orientadas al satélite. Se metió corriendo a su casa por la ventana y buscó en la mesa donde apilaba los periódicos. Cogió el AS del domingo 12 de marzo, miró la programación de Telemadrid y de La 2, en ninguna cadena televisaban el partido del Real Madrid, equipo de Andrés Reyes, ni siquiera por el canal digital.
- Pero qué hijo de puta. Ya te tengo, Laviña – dijo alimentando un odio que nació en una partida de ajedrez perdida.
Ulises Dumont
Hace 5 minutos
5 comentarios:
Vaya, vaya... así que al fin conocemos al doctor Villaescusa. De nuevo los acontecimientos dan un giro inesperado. ¿Será posible que sea un partido de fútbol el que acabe descubriendo al asesino?. ¿Realmente estaba fuera el Dr.Villaescusa?... y ¿cúal es ese ese método médico que usa con sus pacientes?. Si la historia estaba interesante, ahora aún se vuelve más adictiva. me lo estás poniendo difícil Birk ;o)
P.D.: Por cierto, espero que al Dr. Villaescusa no le afectaran las huelgas del aeropuerto del Prat en su regreso de Honolulu :o).
lo voy pillando, voy voy voy...
Muas!!!
¡Felices vacaciones Birk, te las has merecido! ;o)
jajaja, bueno, bueno, todavía me queda una laaarga semana para las vacaciones, aysss..
;)
¡Ops!, lo siento, pensé que ya te liberaban el día 14 que es cuando empieza la feria del cómic en A Coruña ;o).
Pero bueno, tranquilo que en cualquier caso una semana pasa volando, y después a disfrutaaaar :o).
Así podremos mordernos las uñas una semana más desgranando los entresijos del misterio que rodea al Dr. Villaescusa.
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