Una vez dijo un gran genio que la vida es como una caja de bombones, porque nunca sabes con qué te vas a encontrar. Anoche, la sala Zanzíbar (que no es un santo andaluz), se transformó en una improvisada caja de bombones porque ninguno de los asistentes nos imaginábamos lo que nos íbamos a encontrar: éramos sólo 4 en el concierto, los dos artistas (Manuel Cuesta y Alfonso Ribero), Azaústre y yo. El pobre Manuel respondía con sonrisa desganada de viejo acordeón a las bromas que les gastábamos por el poco público. Pero aún así, después de esperar un rato a que viniese más gente y viendo que no llegaba nadie, como son dos pedazos de artistas, decidieron sacar adelante el concierto. Para su público, el que sea. Por su público, el que sea.
Primero subió al escenario Alfonso Ribero, armado con su voz y su guitarra que atraviesa corazones y corta las cabezas de los dragones que secuestran princesas. Mientras, Manuel, esperaba en el banquillo, creyendo aún en la remontada.
Alfonso, nos contó su historia, sus historias, lo creativo que le resulta Madrid. Y de pronto se calló, tragó dos toneladas de saliva porque así, de la nada, como suele aparecer la magia de verdad, aparecieron tres personas más en el concierto, justo a tiempo, en el último segundo, vale la canasta y personal, RATATATATA.
Uno de los que entró fue Ismael Serrano, que con voz de proyector de cine, se fundió en un abrazo con Manuel y le dijo: “¡No podía faltar a este concierto!”. He traído a unos amigos, continuó. Y qué amigos. Se trajo a Ricardo Darín, que estaba de paso fugaz por Madrid y se vino al concierto animado por Ismael. Y a Kira Miró, el bombón que faltaba en nuestra particular caja de bombones, que no sabíamos por qué vino pero a ninguno parecía importarnos.
Alfonso quedó perplejo, desarmado y desmontado ante este público. Pero Alfonso también cree en las remontadas y en las chicas que saben volar. Y después de felicitar a Darín por “El secreto de sus ojos” se hizo con el escenario con rictus de coger al toro por los cuernos. Me atrevería a afirmar que Alfonso lucharía contra dinosaurios con un cazamariposas. Y sin prisioneros de guerra. Nos cantó sus canciones como mejor se puede hacer, con las palabras de la experiencia vivida, de las calles pateadas y de las vueltas y media de todo.
Y luego salió el trepamuros Manuel, que se subía por las paredes arropado por su especial público, con su voz potente y limpia, con su guitarra que ahuyenta a los miedos y a los fantasmas, tocando sin importarle si de público hay dos o hay dios. Porque cuando estás habituado a caminar por el precipicio empiezas por acostumbrarte y termina por gustarte.
El concierto era una bomba de arte a punto de explotar y Azaústre se subió al escenario para traer de vuelta unas gotas de Dingo Bar cortando el cable rojo de la bomba haciendo que explotase del todo.
Un gran concierto, un placer de conocer a Alfonso y de reencontrarme con Manuel, Ismael y Azaústre y una gratísima sorpresa por encontrarme y conocer a Ricardo y Kira, personas muy interesantes y que tienen mucho que decir.
Nos vemos en el siguiente, con más voces, guitarras y bombones.
Rodolfo Serrano
Hace 3 horas
1 comentario:
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