Los regalos de la muerte 6: Curiosidad asesina
La vida deja de tener sentido desde el mismo instante en el que, presisamente, te planteas qué sentido tiene la vida, porque el egoísmo intrínseco del hombre no permite hacerte preguntas sobre algo que tienes, no permite valorar una cosa hasta que se ha perdido, al menos me queda un pseudo-sentimiento pseudo-reconfortante, el que mi vida haya tenido sentido alguna vez. Y esa es mi pregunta, ¿qué sentido tiene mi vida? Una pregunta dura para mí, sobre todo porque va acompañada del cañón de una pistola acariciando mi sien. Sobre todo porque no sé qué sentido tiene.
Y he sido egoísta, o egoísta intrínseco, porque he matado a dos hombres que me han contagiado su mal. He sido egoísta, porque he acabado con ellos para librarme yo. Dos vidas valen menos que la mía para mi egoísmo intrínseco...
...lo hicimos para salvarnos de las maldiciones que nos traspasaron esos dos
Qué curioso, también me habla... está bien, hablaré contigo: ¿y qué diablos hemos conseguido, eh? ¿Dímelo? Porque yo creo que tener un arma apuntándome la sien no es una forma de celebrar algo bien hecho. Dime por qué sigo maldito y ellos muertos. Dime por qué yo no estoy curado. Dime por qué yo no me río. ¿Callas, verdad? No tienes respuestas, yo sí, la respuesta es ¡boom! Voy a acabar con todo esto, ¿me oyes? Voy a dispa...
- Toc, toc, toc
- ¿Quién coño es ahora? - dijo el asesino maldiciendo el silencio. ¿Quién? - volvió a repetir, golpeándose con fuerza descontralada en la sien con el cañón de la pistola. Las pulsaciones del asesino se fueron hasta 180 por minuto, movía los ojos de izquierda a derecha, pensando, pero era un pensamiento fútil. Sabía perfectamente qué iba a hacer. Iba a abrir esa puerta, sabía perfectamente que no podía morir sin saber quién llamaba, la curiosidad podía con él. Guardó el arma y se acercó a la puerta.
- Vaya, vaya, vaya, mira a quién tenemos aquí... - dijo el asesino al abrir la puerta y ver a la persona que lo buscaba.
Dani Martín
Hace 5 horas
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