miércoles, noviembre 01, 2006

Los Regalos de la Muerte (XVI)

En Halloween tenemos más regalos de la muerte...

Relato especialmente dedicado a mis más fieles lectores del blog, Druida y flux :D

Los regalos de la muerte. Capítulo XVI: El grupo

- Andrés Reyes, antes –

“Señoras y caballeros, con todos ustedes... ¡Andrés, su majestad, Reyessss!”. Con esta frase esperaba ser recibido Andrés Reyes, el jugador de baloncesto, al entrar a la consulta de ese tal doctor Villaescusa. Había encontrado una octavilla entre la publicidad depositada en el buzón de su lujosa casa de la Moraleja. Pero fue recibido con un “adelante, señor” dicho por la secretaria o enfermera del buen doctor que le invitaba a pasar a la consulta. El doctor tampoco estalló de alegría al verle, pero al menos mostró un atisbo de curiosidad en su mirada, como diciendo muy bajito... “¡es él!”. Reyes pensó que era momento de actuar, para darle un poco de vidilla a ese pequeño brote entusiasta en la mirada del doctor, y se quitó la gorra de los Blazers que llevaba puesta, hizo una bola con la octavilla de propaganda que le había dado la secretaria/enfermera y comenzó a hacer un baile extraño (ridículo) moviendo mucho los pies, contorneando la cintura de atrás a delante y canturreando una canción extraña (ridícula) mientras bailaba. De repente paró en seco, gorra en la mano derecha, papelote en la izquierda, cruza los brazos y los abre muy rápidamente. El resultado fue espectacular, la gorra cayó justo en un pequeño perchero que tenía el doctor en la esquina de su consulta y la bola de papel, más espectacular todavía, en la papelera que tenía Villaescusa bajo su mesas. El doctor lo miró asombrado, por un momento a Andrés le pareció que iba a arrancar a aplaudirle (lo de la bola de papel fue realmente espectacular, tuvo que usar la pared del fondo como tablero) pero toda la reacción del doctor se quedó en un “Impresionante” un tanto indiferente mientras perdía su vista en una agenda de imitación de cuero beige .

- Ejem, soy Andrés Reyes, concerté una cita para hoy con su... bueno, ¿es su secretaria o su enfermera?

Villaescusa continuó, en silencio, mirando su agenda y echó una mirada por encima de las gafas bifocales al jugador de baloncesto.

- Buenos días, señor Reyes, por favor tome asiento – le dijo muy amablemente el doctor cerrando su agenda. Y bien, ¿en qué puedo ayudarle?
- Oh, sí, bueno, verá – el corazón de Reyes empezó a palpitar a la velocidad de la locomotora de Regreso al futuro (parte 3), tan rápido que Reyes se sintió más ligero – verá, doctor Villaescusa – cálmate, cálmate, cálmate, se decía a sí mismo intentado tranquilizarse – tengo un problema – consiguió terminar Reyes.

El doctor se inclinó un poco y se acomodó en su sillón de cuero (verdadero en este caso), carraspeó un poco, bebió un poco de agua muy lentamente y miró a Andrés fijamente. Esto ponía aún más nervioso a Reyes, que seguía intentado tranquilizarse. Villaescusa esperó unos segundo más antes de seguir hablando, consciente del nerviosismo del chico.

- ¿Un problema? Ha venido usted al lugar adecuado, señor Reyes, ¿y qué problema tiene?
- Oh, sí, bueno, verá. Ejem, bueno, se me hace un poco difícil explicar... ¿no me conoce?
- No, no le conozco, señor Reyes – dijo el doctor con un sucedáneo de sonrisa.
- Oh, ejem, sí, verá. A ver cómo le explico. Bueno, soy jugador de baloncesto, soy profesional y juego en el Real Madrid. Digamos que el problema que tengo es que no meto todas las canastas.
- Ja, ja, ja, ¿ese es el problema? Todos los jugadores fallan canastas, señor Reyes.
- Yo no, doctor, yo soy el número uno – dijo muy serio Andrés, y muy seguro, cosa que lo tranquilizó y volvió a tomar el control de sí mismo.

La risa de Villaescusa cesó de repente, la mirada de indiferencia se había convertido en interés, porque le había creído.

- Interesante – dijo esta vez el doctor con verdadero entusiasmo. La diferencia de éste que el ‘interesante’ anterior distaba un mundo, tanto como el primer ‘bien’ del segundo que contestaba el gentío infantil a la pregunta del payaso “¿Cómo están ustedes?” - ¿Y dice que no había fallado ninguna canasta?
- No, doctor, tirara como tirara o desde donde tiraba, todo iba dentro. Tengo una puntería extraordinaria, da miedo ver lo que puedo hacer. Hay quien me dice que tengo un don, un gran don, y así es, porque gracias a él me gano la vida. Pero los dones, doctor, siempre son de doble filo. No es ningún problema que cualquier jugador falle una canasta, pero hace cosa de un mes fallé la primera. La primera canasta que fallo en mi vida, curioso, ¿verdad? Y llevo un mes penoso, ¿sabe? Se pasa de héroe a villano a la velocidad de la luz y el trabajo que se ha de hacer para llegar a la cima es de hormiguita, día a día. Y, la verdad, no estoy acostumbrado a currar de esa manera, he llegado arriba del todo gracias a mi don, que ahora no tengo, ¿sabe? Estoy hundido, doctor.

Los ojos del doctor se abrieron como las puertas de un gran centro comercial el primer día de rebajas, fluyendo ilusión a espuertas, tanto que en su pupila se veía reflejado la cara de Andrés. Era el paciente que había esperado toda la vida, uno que tuviese realmente un don, porque la gente de ‘El grupo’ no podría decirse que tuviesen un don como tal. Se frotó las manos por ver su gran descubrimiento y pensó automáticamente en nombrar a Reyes líder del grupo y poseedor del brazalete.

- Muy interesante, señor Reyes. Le contaré una cosa, tengo a un grupo de gente a los que llamo ‘El grupo’. Estas personas, que de momento somos 4 y entre las que me incluyo, tienen cualidades especiales, fuera de lo normal, pero ninguna con un don como el de usted.. ¿podría ser de nivel 4? – se preguntó a sí mismo el doctor. En ‘El grupo’ hacemos trabajos psicológicos entre nosotros para mejorar y potenciar estos dones, ¿entiende? Con esto lo que le quiero decir es que puede unirse a nuestro grupo e intentar recuperar ese don o averiguar qué ha motivado su desaparición.
- Je, gracias por la propuesta, doctor, pero sé qué ha hecho que desaparezca temporalmente, porque mi don sigue ahí, aunque de forma intermitente, no tiene nada más que ver la demostración que le he hecho nada más entrar - dijo Andés con una sonrisa cansada.
- ¡Cierto!
- Pero sé qué hace que desaparezca mi don momentáneamente, doctor, la coca. Lo tengo comprobado, cuando la tomo mi don se anula. Y realmente ese es mi problema, doctor, estoy enganchadísimo a la coca, ayúdeme a dejara, ¿cree que puede hacerlo?

La cara de Villaescusa era una caja de sorpresas de esas que sale el cabezón de un bufón ensartado en un muelle haciendo ruiditos molestos, no podía creer lo que estaba escuchando, y empezaba a ver la magnitud tan brutal del don de Andrés Reyes. Villaescusa empezó a atar cabos y se lanzó un órgado.

- Señor Reyes, le propongo algo, si acierto el nombre del que le vende la coca se une usted a ‘El grupo’.
- Ja, ja, ja, no creo que lo acierte, doctor, pero me interesaría unirme a ‘El Grupo’ igualmente. Adelante si se siente tan seguro, ¿quién me pasa la coca?
- Federico Laviña – contestó el doctor en un tono que de seguro que era rozaba lo despectivo.

La cara de Andrés Reyes era ahora la del bufón cabezón, y se movía como loca con su muelle por la consulta del doctor.

- ¿Cómo coño? Es decir, ¿cómo coño sabe usted eso? – preguntó Andrés en un tono mezcla entre sorprendido y molesto mientras arrastraba la silla hacia atrás, cogía la gorra del perchero y hacía el amago de irse.

En ese momento sonó el timbre de la puerta de la calle, la secretaria/enfermera abrió la puerta y dejó pasar al joven que venía.

- Buenos días, me llamo Javier Lagos y tenía una cita con el doctor Villaescusa – saludó Javi con su eterna sonrisa.

Reyes dejó de nuevo la gorra en el perchero, se sentó y volvió a preguntar.

- ¿Cómo coño sabe usted eso?

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Un verdadero capítulo de Halloween sí señor ;o).
En primer lugar, cuando describes el bailecito de Reyes, no se por qué, pero me viene a la cabeza Fernando Alonso con sus celebraciones jejej :o). En segundo lugar me hiciste creer por un momento en un doble sentido con la historia de fallar la primera "canasta" (no sé si me entiendes ;o) ). En tercer lugar ¿Javier Lagos?, que hace este hombre aquí, ¿nuevas sorpresas? Pues sí, ¿una nueva intriga en la trama? Pues también :o) . En cuarto lugar "chapó" con la "adivinación" del Dr. Villaescusa, a eso se le llama ATRAER LA ATENCIÓN :o). Y en quinto lugar, ahora si que has conseguido que deseche al asesino que tenía en mente, no me queda más remedio que exigirte (y digo EXIGIRTE ;o)) más material, más, más, más..... Leñe me has convertido en un adicto a tu novela :O)

Birk dijo...

Vamos por partes, druida :p

Jajajaja, muy bueno lo de Fernando Alonso, pretendía que Reyes hiciese un bailecito ridículo, ¡pero no tanto :p! Además, mi prota no es bracicorto, jejeje.

¿Doble sentido con la primera canasta fallada? Drui, vienes con la mente calenturienta de Berlín, :p

Si te remontas unos capítulos atrás (concretamente al capítulo 10) verás que Javier Lagos, después de que lo pelaran en el casino, coge del limpiaparabrisas de su coche una octavilla de publicidad de la consulta del doctor Villaescusa y, por lo que acabamos de ver, decide llamar.

Sobre el cuarto punto no puedo decirte nada ahora, pero sí en próximos capítulos, quizá te sorprenda. :p

Drui, no sé a quién tenías en mente, pero todavía no descartes ningún asesino, jejeje.

Saludos!!

Birk dijo...

Por cierto, ya que te veo con mono, tendré el siguiente capítulo antes de lo que viene siendo costumbre :p