lunes, julio 26, 2010

Nada puede detenerte.

El cloro te araña la garganta y te mordisquea la campanilla, has tragado un poco de agua de la piscina en la que estás compitiendo. Quieres ser el campeón y te has preparado concienzudamente para ello. Has dedicado muchísimo tiempo para esta carrera de natación tan importante y tan especial para ti. Tus brazos están cargados, llenos de calambres, parecen conectados a una central eléctrica, pero eso no te detiene, sigues dando brazadas al estilo crawl a toda máquina. Tus brazos son los remos maravillosos que van a llevarte a lo más alto del podio, duelen mucho, pero no haces caso, aprietas los dientes con la tenacidad de un cascanueces y sigues nadando, vas primero y sólo quedan unos 50 metros, el segundo clasificado está cerca de ti.

La otitis que ha aparecido esta mañana ruge en tu oído, los tapones que te has puesto apenas contienen la fuerza con la que entra el agua en tu oreja, que hurga con su dedo ácido en tu trompa de Eustaquio, el antibiótico que te has tomado no funciona, es la casa de paja contra el soplido de vórtice del lobo. No haces caso al dolor, eso no va a detenerte, te clavas las uñas en la palma de la mano que relajas mientras nadas y sigues nadando, mueves los brazos con la fuerza de un DeLorean con el motor trucado, vas primero y sólo quedan unos 20 metros, el segundo está aún más cerca.

No puedes mover las piernas, pero eso no va a detenerte, aún te quedan los brazos, que los mueves con la velocidad del aleteo de un colibrí pese a los calambres que intentan apagar tu ritmo y cortarte los brazos, tu única arma para ganar. Te clavas los dientes superiores en el labio inferior, como si eso mitigase tu dolor o lo descargase de los brazos, y parece que funciona. Tragas agua, pero no toses, sigues adelante, ya ves el final, el segundo te alcanza y se pone a tu altura. Haces un último esfuerzo, con una brazada más larga y más dura que te hace ver las estrellas cobras una mínima ventaja, y rozas con la punta de tus dedos el borde de la piscina, has llegado unas décimas de segundo antes que el siguiente nadador. Eres el campeón. Has ganado el oro.

Ahora nadie te llama discapacitado, te llaman campeón paralímpico.

lunes, julio 19, 2010

Días Rojos, Manuel Cuesta




Hay discos y canciones que los escuchas mil veces y no te cansas de hacerlo. Que los escuchas mil veces y cada vez descubres una historia y un rincón distinto. Hay discos y canciones que son los rincones de tu vida, con las gotas mágicas de tus momentos y tus historias. Hay canciones que no sólo las compone el autor, sino que se componen con tus experiencias y con tu vida. Días Rojos y sus catorce canciones es uno de estos discos. Que se renuevan cada día y que no te cansas de escuchar. Este disco hace crepitar tu alma como unos cubitos de hielo recibiendo agua del grifo cuando lo escuchas, porque mueve algo dentro de ti que cruje y se encaja, porque este disco marca y sigue la senda que es tu vida, sigue tus pasos y tus andares. Tu alma crepita cuando asocias sus canciones con tus mejores y peores momentos. Te hace revivir tus peores y tus mejores momentos. Se te corta el aire cuando una panda de desalmados destroza la vida y los edificios, destruye la voz y los vagones de los trenes de cercanías. Se te corta también el aire cuando besas de nuevo y por primera vez a tu chica, cuando te despides de ella en la estación. Con este disco recuerdas cómo se vuela y cómo se aterriza. Con este disco aprendes a hacer de noviembre mucho más que un mes, disfrutas los viernes y sufres los vientos, los mares y las tormentas. Este disco es un quid pro quo de lo que das y lo que recibes, es un poner a salvo tus secretos y un rescatar tus recuerdos.

Días Rojos es el disco que te está esperando para contarte tu historia, para que reflexiones tus pasos y desveles tus misterios.

martes, julio 13, 2010

Campeones




Somos campeones del mundo. Y lo somos después de desplegar el mejor juego y la mejor clase. Hemos combatido con nuestras armas, que son el toque y la posesión de balón. Le hemos ganado la batalla a la desidia futbolística, a la destrucción de juego leonina de coces y zarpazos. Hemos demostrado que nuestro fútbol es el que vale, que la balanza y el pulpo se van del lado del toque contra el golpe. Del lado del control contra la potencia. La caricia contra el arañazo. La palabra contra la bala. El argumento contra el puñetazo. El susurro contra el grito. La pasión contra la violencia. La magia contra los trucos. La técnica contra los codazos. El guante contra la bota. La visión contra la destrucción. El regate contra la bomba. La espada contra la pistola. El príncipe contra el dragón. El sudor contra la sangre. El balón contra los tacos. El beso contra el mordisco. Ah, el beso. Somos campeones, y nos llevamos la copa y el beso de la chica. Somos campeones y nos sentimos como el mejor portero del mundo besando a nuestra amada en el sur de África. Se acabó el mundial y somos campeones, se acabó este largo e intenso mes en el que la realidad la dejamos aparcada y anestesiada en el cajón más recóndito de nuestra casa hipotecada. Ahora, después de la alegría de ser campeones, toca despertar a esa realidad que parecía del vecino del quinto que tan mal nos cae. Somos los campeones del mundo y está muy bien, pero ahora nos espera otro mundial, el del paro y la crisis, y estos rivales pegan más patadas que Holanda y De Jong. Seamos campeones del mundo también en este mundial y aprovechemos esta inercia de ser campeones del mundo, aprovechemos esta pasión a flor de piel para aplastar la crisis.

Seamos campeones y salgamos a la calle como si hubiésemos ganado un mundial para vencer esta crisis que nos han buscado la codicia y la especulación y que nos quieren hacer pagar a nosotros.

Podemos.

domingo, julio 11, 2010

Volviendo a Córdoba














Salgo del AVE a las 18:12 y Córdoba ya me da un pequeño adelanto de lo que me esperaba: un calor terrible y un baño de sudor de recuerdos y emociones. Córdoba me abrió sus puertas a su infierno y a su paraíso. A su infierno de calor y a su paraíso de sensaciones. Córdoba, a punto de flama, me recibe con un fuerte e intenso abrazo de calor. Me abraza y me abrasa. Córdoba me derrite en más de un sentido. Sabes de sobra que soy amante de Madrid y que vivo perdidamente enamorado de Nueva York, pero Córdoba, ah... Córdoba es mi alma. Córdoba me sugiere y me susurra que todo nace y todo muere desde Córdoba, que es el principio y el fin de todo lo que conocemos. Córdoba me cuenta a través de sus piedras y adoquines de la judería clavándose en mis pies que es el mejor lugar donde ir y donde volver. Córdoba es siempre la respuesta perfecta a la pregunta ¿dónde? Córdoba es la mirada de amor que te devuelvo cuando me miras (Elvira, tenemos que volver pronto a Córdoba juntos). Me encanta perderme en su laberinto sin minotauro. Tomar sus mil entradas y sus mil salidas. Córdoba que el mundo pare, qué corto se me hace el viaje.

En Córdoba no hace calor, lo que pasa es que es tan emotiva que hacer llorar a mis axilas y a mi espalda, lo que ocurre es que en Córdoba la sombra es más valiosa que en cualquier otra parte del mundo.

En Córdoba me reencuentro con mis amigos Manuel, Joaquín y Rodolfo y conozco a nuevos amigos: Paco, Mati, Julia y Javi. Y con ellos redescubro y reconquisto a Córdoba, se apodera de mí de nuevo el embrujo maravilloso y la magia de cada rincón de Córdoba, de cada blanco cal de sus paredes y sus reflejos. Y nos vamos juntos a disfrutar del concierto de Ismael Serrano en el teatro al aire libre La Axerquía. Ismael, en su concierto, nos explica un nuevo significado de la palabra libre. Nos canta sus canciones y también nos derrite, aunque ahora en un único sentido. Ismael canta sus canciones y cuenta su historia mientras abre al máximo sus alas y las bate con tanta fuerza que nos libera del infierno de calor de Córdoba y lo cierra de un portazo.

Hasta pronto, Córdoba. Hasta pronto, Ismael.

jueves, julio 08, 2010

El antídoto.

Me he ciberencontrado con este antiguo relato que escribí para un juego de un foro y no había publicado por aquí. Ahí va...


El antídoto

Cogí el último metro de la línea 10 en dirección sur. Para Alcorcón aún faltaban muchas paradas pero como un martes a estas horas apenas nadie cogía el metro el tren iba bastante rápido.

Venía de Madrid, del médico privado que tengo en Príncipe de Vergara. Según el doctor me había contagiado de ese virus tan extraño que se ha propagado tan rápidamente por todo el mundo. Me dijo que me acababa de contagiar y que pasarían al menos dos días antes de que cayese enfermo y muriese. Para salvarme me recetó un antídoto, que curiosamente no era otra cosa que un jarabe para la tos modificado genéticamente. Me dijo que este extraño jarabe conseguiría curarme del virus pero que tenía un extrañísimo efecto secundario: todo lo que hablase en aproximadamente las dos semanas siguientes a tomármelo serían frases de películas que haya visto y el personaje que las dice. Preferí esperar a tomármelo, aún tenía 2 días antes de caer enfermo y morir.

En la parada de Casa de Campo entró una chica, con la que había coincidido en la consulta del doctor... ¿Se habrá tomado ya el antídoto? Humm...

- Volvemos a encontrarnos, Señor Anderson, Neo - me dijo al verme en lugar del archiusado hola, ¿qué tal?

- Vaya, veo que ya te has tomado el antídoto.

- Elemental, querido Watson, Sherlock Holmes - me contestó arrancándome una sonrisa.

De repente llegó el revisor del metro con un terminal portátil para comprobar que habíamos validado correctamente nuestro billete y que no nos habíamos colado.

- ¡Enséñame la pastaaaaaaa!, Jerry Maguire - nos ordenó con voz autoritaria suponiendo que nos pedía los billetes

- El pueblo no debería temer al gobierno, el gobierno debería temer al pueblo, V - le respondió ella con rostro rebelde

- Puedo ser un cabrón, pero no soy un puto cabrón, Seth Gecko - le contestó el revisor haciéndole ver a la chica que no le insistiría mucho y que pasaría si ella no le quisiera dar el billete

- Si quieres sobrevivir a una guerra, conviértete en guerra, Rambo - dijo ella ganando la batalla dialéctica.

Viendo que la cosa se ponía interesante decidí tomarme el antídoto para participar en la conversación. Saqué la botella marrón con el jarabe de mi bolsilo y le di un par de sorbos.

- Si no dejan a nadie con vida, ¿quién demonios cuenta estas historias?, Jack Sparrow - Intervine en la conversación.

Los dos me miraron perplejos.

- Aún no habéis comprendido a qué os enfrentáis. Un perfecto organismo. Su perfección estructural sólo está igualada por su hostilidad. Yo admiro su pureza, es un superviviente al que no afecta la conciencia, los remordimientos ni las fantasías de moralidad... No tenéis ninguna posibilidad, pero... contáis con mi simpatía, Ash - me contestó ella, quizá coqueteando un poco conmigo.

- Los que podáis caminar podéis iros, pero dejad vuestros miembros cercenados, ahora son míos, Mamba negra - me dijo el revisor contestándome con agresividad.

- El mundo se divide en dos, Tuco: los que encañonan y los que cavan. El revólver lo tengo yo, así que ya puedes coger la pala, El Bueno - Le dije más agresivo aún, haciendo que se cagase en los pantalones.

- ¿Abogado?... ¡¡abogadooo!!, ¿estas ahí? ¡¡abogadoo!! Sal ratita quiero verte la colita!", Max Cady - dijo atemorizado el inspector llamando a seguridad.

Hummm... ¿Una frase de "El cabo del miedo"? Tengo la frase perfecta de la misma película para hacerlo huir.

- Soy como Dios y Dios es como yo, soy tan grande como Dios, él es del mismo tamaño que yo, no esta por encima de mí ni yo estoy por debajo de él..., Max Cady - dije contundente para acabar con él.

El inspector viendo que no llegaba el de seguridad huyó por patas.

La chica cayó rendida a mis pies, le arranqué la ropa y le hice el amor.

- ¡Oh, Yeah!, Jenna Jameson - gritó la chica.

martes, junio 29, 2010

Jaque Mate.

Te llamas Sergio y limpias con la toalla el vaho acumulado de tu espejo empañado después de la ducha caliente que te acabas de dar. Te das un buen afeitado y, como siempre, te cortas en la papada y en la comisura de los labios. Te pones trocitos de papel higiénico en los cortes como método improvisado y pobre para dejar de sangrar. Subes la persiana de tu habitación que da a tu jardín, el sol planea un día estupendo y las nubes son pocas y muy blancas. Abres la ventana y respiras profundo el aroma suave y reparador que desprenden las flores de tu jardín cada día. Silbas de forma ridícula a los gorriones que retozan en el aire y vuelan dibujando tirabuzones imposibles. Ves de nuevo la puerta de la verja de tu jardín rota y, como cada mañana, te recuerdas que debes arreglarla cuanto antes. Gazapo te ve y salta desde el jardín hacia ti. Acaricias a tu gato y le hablas y le preguntas cómo está sin esperar respuesta. Pones agua y leche a Gazapo y tú te sirves tu medio litro de café solo sin azúcar y tus dos tostadas de pan bimbo con mantequilla y mermelada, como cada día. Aún tienes el amargor del café en el paladar y la cafeína increpando ligeramente a tu sistema nervioso cuando sales de casa.


Me llamo Ángel y me levanto, como cada mañana, cansado y con el cuerpo dolorido, con las alas y el alma despeinadas. Enciendo una luz áspera que me araña los ojos con zarpas oxidadas de león. Voy al baño, hoy tampoco necesito una ducha pero sí vomitar un poco de bilis, como cada día. Tomo un desayuno breve, mínimo, como el de todos los días, que consiste en un terrón de azúcar que apenas calma el rugir de truenos que tengo en el estómago. En un rato tengo partida con Lucio, hoy nos lo jugamos al ajedrez, quizá debería tomar un terrón extra. Después de sopesarlo y llegar a la conclusión que la glucosa hará bien a mi cerebro y mi cerebro me ayudará en el ajedrez, tomo otro terrón… desayuno doble, viva la Pepa. Odio el ajedrez, pero elegía Lucio y está claro que no iba a elegir mi especialidad: los dados. Me lavo con cuidado la cabeza, que me duele como mil batallas. Mis heridas, aunque curan con velocidad de guepardo, aún siguen abiertas por la lucha que mantuve ayer con Lucio. Es duro de roer, el cabrón, pero hoy le volveré a ganar, tengo que volver a hacerlo. El sabor dulce del extra de azúcar aún juguetea entre mi boca y mis dientes cuando salgo de casa.


Se llama Lucio y se levanta, como cada día, con una terrible tos. Se acerca al lavabo y una bomba de sangre que sale de su boca explota contra el cristal. Lo limpia con una toalla sucia mientras por la comisura de la boca aún le cuelgan recios hilos de sangre mezclada con bilis y saliva. Sin hablar, apoya sus manos en los bordes del lavabo mientras da arcadas procedentes del infierno e insultos en forma de sonidos guturales incomprensibles. Se da una ducha y parece otro, se afeita sin cortarse, se echa su colonia y su gomina y se pone su ropa más elegante y su reloj más caro y se toma su dosis de cimetidina. Tiene una nueva cita con Ángel para jugárselo al ajedrez y, de perder, quiere hacerlo de la forma más elegante. Se enciende su, como él mismo llama, primer y mejor pitillo del día. Aún tiene el viscoso sabor de sangre y bilis en su boca pero lo mata a base de bombas de humo de su pitillo. Da unas caladas tan profundas a su primer y mejor pitillo que casi puede masticar el humo. Se cepilla los dientes y se prepara su típico desayuno: zumo de naranja recién exprimido, un tazón de leche con miel y una tostada de mantequilla y jamón de york. Se vuelve a cepillar los dientes y a enjuagarse la boca con Listerine con fluor. El sabor a medicamento aún ruge en su boca cuando sale de casa para encontrarse con Ángel en su partida de ajedrez.


Te llamas Sergio y, como siempre, sales de casa con dos euros en un bolsillo y las llaves de tu casa en el otro. Das los buenos días a los vecinos que te encuentras y hablas del último fichaje del Real Madrid con el quiosquero. Le compras el AS y te despides del él. Te acercas a la panadería de Berta y compras una tierna barra de pan. Berta te la sigue poniendo dura como una piedra. Fantaseas mil posturas pero apenas le dices nada, salvo los buenos días o las gracias después de pagarle el pan. Sales pitando de la panadería porque tienes unas ganas locas de llegar a casa para cascártela. Vas rápido para casa, pero el hombre que tienes detrás aún va más rápido. Cuando no hay nadie, este hombre te arrastra hasta un callejón y con una navaja fría y dura te amenaza. Te dice que le des la pasta. Le dices que sólo tienes pan y fútbol señalándole la barra y el AS con toco jocoso. El tipo ha tenido un mal día y, al pensar que te estabas burlando de él, te mete un temeroso navajazo. El tipo, que ha tenido un mal día, se asusta y se pone nervioso y huye dejándote con tu pan rebozado por la arena del callejón y tu fútbol doblado y manchado con tu sangre, que cae caliente y a ritmo de procesión sobre el periódico. Te arrastras como puedes a casa sin cruzarte con nadie y te parece curioso, pues hacía unos minutos había mucha gente por la calle.


Me llamo Ángel y, como siempre, llego primero a la cita. Apenas he desayunado y una manada hambrienta de termitas en forma de úlcera me devora de lacerantes mordiscos mi maltrecho estómago. Pongo las piezas del ajedrez y, como he llegado primero, considero justo ser las blancas. Me siento y medito la jugada. Entonces llega Lucio, impecable y sonriente como siempre. Joder, si tuviera que cargar con mi estómago y con mis hijos no vendría así. No dice nada, sólo mira fijamente al tablero. Se sienta en la silla con el respaldo en su pecho y apoya sus brazos cruzados en el borde del respaldo. Me dice que abra, y calla. Hago la apertura del peón del rey. Él me hace lo mismo. Le saco el caballo del rey amenazando a su peón. Él protege a su peón sacando el caballo de la dama. Saco el alfil del rey y amenazo a su caballo. Esto pinta a una apertura Ruy López, como la partida anterior que ya le gané... me gusta. Debo estar atento. Pero no lo estoy y me quedo pronto sin caballos y anula a mis alfiles. Me vence. Jaque mate. Se vuelve loco, se levanta y tira con fuerza canina la silla contra la nada. Me grita y me pregunta a cuál de mis hijos eligirá.


Se llama Lucio y, como siempre, se fuma lentamente un pitillo de camino a su partida con Ángel. Aunque cree que puede perder está tranquilo y confiado, ya ha jugado muchas veces con Ángel al ajedrez, perdiéndolas todas, y una más no importa. Le ha estado estudiando para ofrecerle un jaque mate limpio y sin fisuras. Recuerda de su última partida que jugaron, en la que se produjo una apertura Ruy López, que descuidó sus caballos. No quiso matárselos aquella vez, por estudiar a su rival, pero esta vez no tendría compasión. Llega al lugar donde han quedado para jugar la partida y allí está Ángel, que sus ojeras de vórtice y sus ojos inyectados en petróleo. Lucio se compadece de él y se siente afortunado por no tener su aspecto y le hace sentirse bien tener sólo esa molesta úlcera que calla a base de cimetidina. Le prepara la trampa y cae en ella como un cervatillo. Gana por fin a Ángel. Se levanta y grita eufórico. Se deja llevar y hace volar la silla en la que se sentaba hacia ninguna parte. Le dices que se joda y le preguntas con ira a cuál de sus hijos eligirá.


Te llamas Sergio y caes derrotado en el zaguán de tu casa. Gazapo se acerca a ti y te hace cosquillas lamiéndote la herida que bombea sangra a bocanadas. Mueres abrazado a tu gato.


Me llamo Ángel y Lucio elige a Sergio, oh, Dios, Sergio... Soy el ángel de la guarda de un millón trescientas dos mil doce personas, en este instante de un millón trescientas dos mil once personas a la espera de saber si el jefe me asigna a alguien más. Estoy cansado de tanta batalla por las vidas de estas personas, pero son mis hijos y no puedo desfallecer, debo seguir adelante luchando por el resto a sabiendas de que más tarde o más temprano Lucio, ese maldito Lucifer, volverá a vencerme al ajedrez, las cartas o los dados y a arrebatarme a otro de mis hijos.


Se llama Lucio, aunque casi toda la gente lo conoce como Lucifer y disfruta arráncandole a Ángel a sus hijos como si fueran alas de mariposa o pétalos de margarita. Me quiere, no me quiere, JAJAJAJA. Elige a Sergio.

martes, junio 22, 2010

Tiempo de amar

Las agujas del reloj,
crueles,
se clavan en mis venas,
compasivas,
inyectándome la heroína del tiempo.

Las arenas del reloj,
constantes,
se acumulan en mis hombros,
piadosos,
enterrándome grano a grano.

El avance del reloj,
macabro,
no deja atrás mis dudas,
perpetuas,
que me persiguen con afán de luna.

Pero estás tú ahí,
amor,
arropándome con tus manos,
precisas,
que dan cuerda a este reloj,
pausado,
y que limpias el polvo,
acumulado,
en mis hombros y en mi risa.

Pero ahí estás tú,
canción,
templando al tiempo,
eterno,
y dando calma a este alma,
perdida,
en los laberintos de la prisa,
traidora,
de los días rojos del cajón.

Y pasan los días, y los años, y las horas
pero tú me acompañas,
naufragando,
por los oleajes terribles y benditos
del mar de vida que me empapas.

Te quiero,
y ya no hay tiempo que borre eso,
mi amor,
y ya no hay agujas que corten eso,
pasión,
y ya no hay arena que cubra eso,
mi sol,
ni luna que nos eclipse.

Es tiempo de amar.

viernes, junio 18, 2010

La blancura de la ballena.





Rodolfo Serrano nos embarca en el Pequod con este libro de poemas navegando con unas poesías en pleamar, al límite superior de lo hermoso y lo espléndido. Serrano nos propone una poesía a pie de calle y a pie de alma, una poesía que ronda los bordes de los precipicios donde el autor no sólo se ha acostumbrado a ello sino que se mueve con soltura y lo disfruta. La poesía de Serrano es la batalla diaria de Moby-Dick contra Ahab, la bestia contra el capitan. Es un juego de espejos y sentimientos, de reflejos tenues de una vida contra una vida. De una vida cargada de la pasión de lo cotidiano y lo especial, de una vida de amores locos y aventuras desenfrenadas en pos de la sábana y el vino. La poesía de Serrano busca incansable las rosas y la oscuridad perversa de un mundo que nadie vive como él lo vive y que nadie parece entenderlo, también es una búsqueda de lo imposible y lo probable, de no cerrar puertas ni heridas y aún menos las que ya están abiertas. La poesía de Serrano es una herida abierta que te duele, pero el dolor es el mejor indicativo de que estás vivo y de que sientes, también es una puerta abierta de par en par a los pasajes más profundos de un alma a pie de calle. La poesía de Serrano es una biografía de una vida intensa y constante, de serpenteos, de pleamares y bajamares oscilatorios influenciados por una luna que ronda por su cabeza, que le afecta y le deprime y que le ilusiona y lo llena de vida. Es un manojo de poemas hilados con mano maestra y espíritu pleno, es un grito a pie de página derramado en un trozo de papel que nos recuerda que las mandíbulas voraces de una vida te devoran hasta el tuétano pero que también te besan y te acarician. La poesía de Serrano está a pie de calle y a pie de alma porque relata con crudeza de abismo los nombres y muecas de una vida plena, es un destello que aspira a relámpago estruendoso de los momentos y los contactos, es el soplo resumido de cada sorbo que te ofrece una vida.

La poesía de Serrano es una ballena blanca que campa por los mares blancos del papel y que deberías ir ahora mismo a cazar.

lunes, junio 14, 2010

Kick ass



Me dijeron que había perdido la magia, que la punta de su lápiz se había roto dibujando en un folio en blanco que se le hacía eterno. Me dijeron que su genialidad se había perdido entre tantos trazos de héroes y villanos que lleva dibujados. Oí que estaba acabado, que había perdido la frescura y el talento se había jubilado de tanto usarse. Leí que que dibujaba cabezas como melones o como bolas de billar. Me contaron que está de capa caída, que su mano ya no porta la maestría diestra de su padre, me contaron que su velocidad vertiginosa dibujando se había esfumado, que habían condenado a cadena perpetua su inspiración. Me convencieron de que sus trazos en este cómic eran descuidados, que eran caminos hasta su perdición, que sus dibujos en Kick-ass eran breves paisajes de lo que una vez había sido. Quizá se ha hecho viejo y cansado, quizá haya vendido su alma a Mefisto a cambio de algo. Me dijeron todo esto y lo peor es que me lo creí. Así que cogí con miedo el cómic Kick-ass, con miedo de ver caído un mito. Ver caído un apellido tan íntimamente relacionado con mis cómics. Tenía miedo porque podía empezar la decadencia inevitable del genio, del mejor.

Así que, con mis miedos, abro el cómic y lo leo. Y viendo el splash page (ver imagen de arriba) del protagonista del cómic sentado en la cama y derrotado me doy cuenta de que todo lo que me habían dicho, contado no era cierto. Todo lo que había oído y leído al respecto de John Romita no era cierto. Esa imagen, sólo esa imagen, te transmite y te hace un resumen de todo el cómic. Sin textos ni guión. La genialidad de Romita sigue intacta en cada página, su trazo poderoso te atraviesa y te perfila. Te hace sentir. Te hace creer. Quizá las cabezas no sean su fuerte y las dibuje como si fueran melones o bolas de billar, pero eso es porque John Romita dibuja a gente que tiene cabeza de melón o cabeza de bola de billar. Simplemente por eso. Su lápiz sigue siendo una varita mágica de donde aparecen los dibujos que quedan plasmados en el cómic.

Y para rematar, al final del cómic, hay unos bocetos de su dibuja a lápiz sin adonar con tinta ni color. Compáralos con los bocetos de cualquier otro autor que dibuje con la periodicidad de Romita y entonces dime que ha perdido la magia.

Romita es el mejor.

En cuanto al cómic, genial: original, trepidante y la lectura de sus más de 200 páginas en un pispás.

jueves, junio 10, 2010

Indestructible Nadal





Me han publicado una nueva columna en la sección de Cartas al director del diario deportivo AS. La columna es en relación al quinto Roland Garros ganado por el mallorquín.

martes, junio 08, 2010

Fantasy Books and Comics





Una de las puertas que yo más cruzaba al mundo de la fantasía, los superhéroes y la dominación del mundo por parte de los villanos está a punto de cerrarse. Esta maldita crisis producto de avaricias y especulaciones ha castigado con su demoledor puño a una tienda de cómics más hasta hacer hincar su rodilla: Fantasy Books and Comics. Uno de mis puntos de encuentro favorito con los cómics y los libros más evocadores cierra sus puertas el día 20 de junio. La verdad es que cuando cierran tiendas emblemáticas para mí como esta me produce mucha pena y tristeza, ya me pasó cuando cerró la librería Anaquel de Córdoba o el Madrid Rock.

Tenía una cita mensual como mínimo en Fantasy Books and Comics para adquirir las novedades del noveno arte o para comprar alguna P.O.M. que no pudiese faltar en mis estanterías. Era un gusto acudir a esta tienda y no sólo por el placer único que me produce comprar cómics o por el descuento sino por el trato cercano y amable tanto de Eladio como de Nati, siempre dispuestos a ayudarte a encontrar los cómics que te faltan o a tener alguna conversación friki contigo. Al menos queda una pequeña rendija a este mundo fantástico: Fantasy Books and Comics seguirá vendiendo cómics pero sólo a través de Internet.

Hasta el día 20 tienes una oportunidad de volver a la tienda o de conocerla y de adquirir alguno de sus cómics, figuras, libros u otro de sus productos y beneficiarte con un descuento del 20% además de ayudar a Eladio a quitarse stock.

¡Be friki, my friend!

La dirección de la librería es:

Fantasy Books and Comics
C/ Divino Pastor, 30.
Madrid.

martes, junio 01, 2010

Ella y él

Él le pone la mano suavemente en la cara y el pulgar en los labios, el rojo fresa sumidero de sus besos.
Ella se deja llevar y se acomoda a sus formas.
Él le acaricia el pelo, oscura enredadera que se funde con sus dedos.
Ella le abraza, fundiéndose con él en un único ser de amor.
Él cubre con sus manos su piel, más suave que el océano Pacífico.
Ella se abre en canal para regalarle su alma.
Él le dice que le gustan sus ojos selváticos de primavera.
Ella que le gusta el color del atardecer atrapado en sus ojos.
Él le cuenta una historia que sirva de ancla.
Ella escucha con la dulzura imposible de la miel.
Él se refugia en su orilla.
Ella nada todos los mares a contraviento por encontrarlo.
Él le dice que la quiere hoy más.
Ella le dice que lo quiere hoy más.
Él la mira con mirada expectante.
Ella le abraza más fuerte y le susurra tibias palabras de amor.
Él la mira con mirada libre y amorosa esta vez.
Ella se entrega.
Él se entrega.
Ella es el torbellino, la tormenta y la marea.
Él es el remanso oasis de tranquilidad.
Ella es la pasión desbordante que galopa por sus espaldas.
Él mide la pasión y la contiene.
Ella es el mar batiendo con fuerzas sus olas.
Él es la orilla después de la tempestad.
Ella es el mundo dando todas las vueltas.
Él es las cuatro estaciones de ese mundo.
Ella le mira con ojos cansados de mil batallas.
Él comparte con ella sus nuevas vivencias.
Ella despide la monotonía y expulsa a la rutina.
Él respira de ella.
Ella respira de él.
Él es el miedo a las cosas difíciles.
Ella las ganas de sueños y besos.
Él es la calma de una tregua de guerras.
Ella es la espada que lucha por mí.
Él es la ausencia de males y frentes.
Ella la palabra que suena en su boca.
Él es la fuente de escarcha de besos.
Ella es el rojo de toda pasión.
Él es el azul de truenos y gestos.
Ella el telón que no quiere cerrar.
Él es la falta de más sinsentidos.
Ella el frescor de mañana de azahar.
Él el refugio de mares y puertos.
Ella el temblor de presentes sin fin.
Él la esperanza de un nuevo universo.
Ella la voz de volver a empezar.
Él el destino de todos sus besos.
Ella el afán por vivir mucho más.
Él es el reflejo de ella en silencio.
Ella la flor a punto de brotar.
Son el tesón del por siempre jamás.
Él se llama Salva... ella Elvira.

Y los dos encajan con vertiginosa exactitud.

lunes, mayo 31, 2010

El gran Felton





















No sólo hay que ser bueno, sino también parecerlo. No sólo hay que ser bueno y parecerlo, sino también saberse bueno y estar convencido de ello.

Juan, nuestro protagonista de esta maravillosa novela negra, tenía este primer párrafo muy claro. Sabía que era bueno, pero no quería saltarse ningún paso para demostrarlo de manera profunda. Juan, conocido por Juan Bronson en algunos círculos, se atreve a tirar de un hilo literario espoleado por su buen amigo Bruno Díaz (genial este nombre): tiene sospechas y livianas pruebas de que el escritor Scott Fitzgerald no murió en 1940 como indican todas las esquelas, sino que siguió viviendo y publicando bajo el pseudónimo de Richad Yates.

Bajo esta premisa, Joaquín Pérez Azaústre nos cuenta una historia creíble, de forma clara y entedible, muy bien escrita y consiguiendo lo que, a priori, parecía cuanto menos muy difícil: que nos creamos y nos metamos en la historia que nos relata. Pérez Azaústre, con cierto aire Jazz Age y cierto sabor a gintonic, nos cuenta dos historias paralelas en distintas épocas pero comunes en el objetivo, determinar qué fue de Fitzgerald y de su hipotética última novela no publicada: “El último magnate”. El escritor cordobés con una novela magnífica y dinámica en su totalidad y vibrante en su segunda mitad que a velocidad de vértigo nos encaja todas las piezas y nos descorcha todas las botellas de vino.

Juan, junto al propio Bruno Díaz y a Luz (su particular Zelda Sayre), emprende una aventura que pasa por toda la obra de Fitzgerald y que termina con solidez de asfalto en la gran Nueva York. La descripción de la ciudad perpetua y terrible por parte del autor es embriagadora. Te hace sentir en Manhattan a la sombra y al espanto de los rascacielos neoyorkinos. Como bien dice Pérez Azaústre: “Olvídate de París y Roma, Nueva York es otra cosa” y, da en el clavo, es justamente eso, otra cosa. Es inefable en altura y en magnitud.

Juan y Bruno, como el mejor Gregory Peck en “Días sin vida” recorren paso a paso la vida de Fitzgerald hasta determinar que les falta algo, una constante oculta que suele aparecer durante todo el libro y que de la que parece que no hay constancia fiable. Aparece como pieza determinante Robert Felton, el gran Felton. Que como el joven Jay Gatsby, era un tipo de pasado dudoso y de presente difuso. No había datos ni pisadas sobre Robert. Ni hilos ni papeles. O casi. Es en Nueva York donde muestra sus cartas. Donde se resuelve el misterio y aparecen las llaves que hasta ahora sólo nos envolvían y revoloteaban por nuestras cabezas.

Pero no están solos detrás de la vida y resurrección de pseudónimo. Hay detrás un poeta, Elejalde, que es un hombre triste que encierra en sí todos los hombres tristes, que bucea en su poco brillante pasado y se lamenta en su aún menos brillante presente. Pero con esta historia ha visto una luz de salvar su paupérrimo arte y su carrera. Un hombre triste que quiere cruzar al otro lado del paraíso por los atajos tramposos de la desvergüenza. Un hombre triste que con su presencia convierte en áspera la más suave de las noches, que te despierta de un sueño de invierno.

Pero lo que no sabe Elejalde, de lo que no tiene ni puta idea, es de lo que hablo en la primera línea.

viernes, mayo 28, 2010

Con mis propias manos

- ¿Por qué hace eso? – Me pregunta al verme presionar compulsivamente mi muñequito de gota de sangre antiestrés.
- Me ayuda – Le respondo después de hacer una pequeña pausa.
- ¿A qué te ayuda?
- A tranquilizarme – le contesto volviendo de nuevo a apretar el antiestrés – Aunque tú me pones nervioso.
- Puedo irme, si quieres.
- No, por favor, este puto muñeco me tranquiliza pero no me hace compañía. –Le suplico, casi temblando.
- ¿Tienes algún secreto que contarme, Samu? ¿Algo que te preocupe?
- Je, sabes de sobra que sí. Siempre vengo a verte cada vez que me pongo así.
- Está bien. Háblame sobre ello.
- No sé si quiero.
- Cuéntame, Samu. Tú también sabes de sobra que estoy aquí para ayudarte. Cuéntame tus traumas, te escucho.
- Je, pareces hasta psiquiatra.
- ¡JA! Esa es buena, Samu. Te voy a tener que dar un punto por buen humor. Y otro punto si me cuentas qué te pasa.
- Tengo ganas de volver a hacerlo.
- ¿Y has venido a verme para que te quite las ganas?
- Sí… bueno, no. Es una necesidad que tengo. Tal vez he venido a verte para que consigas que el tiempo que pasa entre una y otra sea mayor.
- No puedes hacer lo que haces, Samu.
- Lo sé. Pero tengo que hacerlo.
- Tengo la solución.
- ¿Ah, sí, y cuál es, genio?
- Suicídate.
- ¿Sabes? Lo he pensado, pero no me sacia. Dame una solución válida y satisfactoria.
- Je, podría, pero no quiero parecer un psiquiatra.
- ¡JA! Mamón, me la has devuelto.
- Vale, tengo la solución válida y satisfactoria.
- Sorpréndeme.
- Lo que debes hacer es…. ¡MATA, MATA, MATA, MATA!

Escucho en mi cabeza el repicar de la palabra, que se apodera de mí, mientras aprieto con fuerza bruta lo que parecía un muñeco de gota de sangre antiestrés pero que era el cuello de mi última víctima hasta dejarla sin vida asfixiada con mis propias manos.

- ¡MATA, MATa, MAta, Mata, mata…! - La palabra se va difuminando en mi enferma cabeza, y escucho una última frase de esa voz con la que llevo “charlando” un rato.
- Bien hecho, Samu. El tiempo que transcurre entre una víctima y otra es cada vez menor.

Entonces pienso de nuevo en suicidarme, pero no lo hago porque no me sacia, sino que busco a la siguiente víctima.

domingo, mayo 23, 2010

Previously on Lost

Maldita sea. Sea acaba perdidos y no estoy preparado para ello. Se termina toda una serie de culto, de obsesión, de pena y de gloria. Se termina mi obsesión. Maldita sea, se acaba Perdidos. En pocas horas daré mi último trago de whisky McCuthon de 60 años. En pocas horas dejará de sonar Wash Away de Joe Purdy porque ya no quedan pilas. Ya no quedan más caminos alternativos a la muerte propuestos por Desmond para Charlie, que decide bajarle las bragas a la muerte y tirársela a sabiendas de que es un macho de Mantis Religiosa. Se acaba el whisky McCuthon de 60 años, porque voy a pegarle el último sorbo, que persiguía a Desmond por la isla. Y, lo peor, se acaba Desmond, al que sólo le queda un gran capítulo para salvarnos. Se acaban los productos Dharma, y la dinamita inestable que explota fácilmente. Se termina la tecla y el submarino, el humo negro y la furgoneta blanca. Nos deja John Lock, que se levantó de la silla de ruedas para levantarnos de nuestro asiento. Esta vez sí es el barco de Penny, que llegará a por nosotros a la isla, a arrancárnosla de las manos. Se acaba perdidos y, lo peor, es que parece como si se acabara una parte importante de mí. Es absurdo y ridículo que me influya tanto una serie, que esté tan arraigada en mí. Pero la disfruto como un enano. Me lo paso genial con cada capítulo de estos últimos 6 años. Se nos acaban las estatuillas llenas de heroína. Nos deja Kate, la heroína entre héroes, que ya no sabe a quién besar y a quién querer. Nos deja esta panda de solitarios que nos hacía compañía. En unas horas, partirán a no sé muy bien dónde. Ya no más gritos buscando a Walt, ni ladridos de Vincent. Nos deja la isla maldita y nos deja con una soledad maldita. Se va para siempre el vuelo 815 a Los Ángeles que aterrizará en cualquier ciudad sin billete de vuelta. En pocas horas se van Jack y Jacob de una isla que han jurado proteger. Se va Hurley y su inocencia. En poco rato escucharé por última vez el famoso Previosly on Lost. Se termina el "Esta no es vuestra isla, es nuestra isla, y si estáis aquí es porque nosotros os dejamos". Ya no nos dejan estar en la isla, en un rato nos echan.

Se acaba Lost. Y yo no estoy preparado. Y la soledad que se avecina es terrible.

martes, mayo 18, 2010

Ya sabes cómo es esto.

- Hola, niña – la saludo, entre nervioso y excitado, al verla conectada aporreando el teclado lo más rápido que puedo.
- Hola, Sr. Anderson (ya sabes que me encanta tu nick), guapo, qué de tiempo, ¿no?
- Sí… sí. (A mí el tuyo también).
- ¿No te parece Ninfa un nick demasiado… humm… trillado?
- No… no. A ti sí que te trillaba yo, je.
- Je, je.
- Me gusta saber de ti, Ninfa.
- Hablamos desde hace mucho tiempo por este medio, ¿no es cierto?
- Sí, lo es, pero también que hace bastante tiempo desde que hablamos la última vez.
- Volvemos a encontrarnos… Sr. Anderson… ja, ja, ja.
- Siempre me cuelas esta frase, ¿verdad? Por mucho tiempo que pase.
- Por algo soy una ninfa.
- Te echo de menos, Ninfa, ¿dónde te has metido?
- Ya sabes, he tenido bastantes temas profesionales que me han impedido estar online por aquí.
- Deberías haber elegido la píldora azul, como yo, y estarías conmigo.
- Ja, ja, ja, vaya, tú también me cuelas esta frase siempre, Sr. Anderson. Pero sabes que no puedo, es… complicado.
- Insisto, te echo de menos, Ninfa, porque siempre te he considerado mi chica favorita de internet, porque sabes responder. Y saber responder no es saber todas las respuestas, sino elegir las más oportunas y divertidas. ¡Y tú eres un hacha para eso!
- Eres mi chico favorito de Matrix, al menos de este Matrix extraño que es mi vida.
- Pero nada es complicado, siempre hay una forma simple de ver las cosas. Y tú, como ninfa, bien deberías verlo.
- Me enamora tu inocencia.
- Y a mí me enamoras tú, y la vida. Estoy loco por la vida y por disfrutarla, ¡disfrútala conmigo! Hay que disfrutar cada minuto y cada sorbo y nunca hay sonrisas suficientes ni problemas que no tengan solución aunque a veces nos parezcan imposible de superar.
- Lee más arriba.
- ¿Cómo?
- Que leas unas líneas más arriba, tonto, ya te lo había escrito, ja, ja, ja.
- Te enamora mi inocencia… je.
- Sí.
- Te voy a seguir diciendo lo que me enamora de ti. Me enamora de ti…
- Sr. Anderson… no puedo.
- ¡Joder!
- Debes hacer un nuevo pago si quieres seguir hablando conmigo por Webcam, Sr. Anderson. Ya sabes cómo es esto.

lunes, mayo 10, 2010

La ciudad perpetua.

Por fin aterrizas en el aeropuerto J.F. Kennedy de Nueva York. Nada más bajar del avión y salir del recinto del aeropuerto para buscar tu taxi te das cuenta de dónde estás, sientes que acabas de llegar a un lugar maravilloso. Llamas a tu hotel, que tiene un servicio de transporte gratuito desde el aeropuerto, para decirles que ya estás en el JFK y que vayan a recogerte, te indican que el taxi te recogerá en la zona D. Antes de ponerte a buscar la zona D, te metes las manos en los bolsillos y suspiras, respiras ese aire de muchas mezclas. Por fin estás en Nueva York, en la ciudad que tanto tiempo llevabas deseando visitar. Estás en tu ciudad, la sientes tuya, aunque la acabas de pisar. El bullicio de gente en la puerta ofreciéndote todo tipo de taxis y transportes te agobia un poco, pero sonríes e informas en un inglés mediocre que ya tienes taxi. La noche de Nueva York ya te atrapa, te envuelve. Tú también la atrapas, metes un poco de ella en los bolsillos donde guardas tus manos, más adelante la necesitarás. Tardas un poco en encontrar la zona D, pero al final la localizas. Después de unos minutos aparece el Taxi, el taxista te preguntas si vas al Panamerica Hotel y asientes. El hotel tiene cierto sabor a añejo y un olor a humedad que echa un poco para atrás, o a cualquiera le hubiera echado un poco para atrás, pero a ti te parece que tiene un encanto que aplasta. La habitación tiene moqueta, como a ti te gusta. La cama tamaño king size, como a ti te gusta. Dejas tu breve maleta en el suelo y vuelves a probar un poco de esa humedad encantadora que baña tu habitación y te baña a ti. A pesar de ser las 21:00 hora local, de que no has dormido en el avión y de que para tu cuerpo son las 4:00 no tienes sueño y decides darte un paseo por Queens y cenar una hamburguesa.

Al día siguiente tomas la línea R del metro hasta calle 42 con la séptima avenida. Sales del metro y empiezas a entender de verdad dónde estás. La maravilla que es Time Square te desborda, sobrepasa de largo las expectativas que te habías creado sobre esta ciudad. No te contienes pues no estás aquí para contenerte, alzas los brazos y gritas: “Yeah!”. También te maravilla que nadie se fije en ti, ni te mire de forma rara. No eres nada para nadie de los transeúntes que pasan a tu lado. Te embriagas de Nueva York, por fin estás en la ciudad de tus sueños y de tus pesadillas. Por fin has completado el viaje que soñabas. Al fin estás en la ciudad perpetua. En tu ciudad. Entiendes que Nueva York es más que una ciudad, es una forma de vida y una forma de muerte. Un conglomerado de maravillas, una mezcolanza de ritos, suertes y culturas. Es un enamorarte de formas y geometrías, de estilos y de alturas. Vagas asombrado como un alma reciente por la séptima avenida. Te diriges al norte, enamorado y asombrado por la majestuosidad de lo desmesurado de Times Square, en busca de tu próximo destino: Central Park. Interpretas Central Park como una isla dentro de una isla, una amalgama de contrastes, un lugar único sin el cemento y lo desbordado del resto de Manhattan. Bajas al sur por la quinta, disfrutas de sus edificios y de la idiosincrasia. Te pides un perrito caliente por un pavo en uno de los miles de carritos de perritos que te encuentras. Dices que no a varias personas que te ofrecen darte un paseo en bicicleta-carri-coche. Ya te has comido tu perrito, has visto los edificios, has entendido Nueva York. Ya sabes que es distinto al resto de ciudades. Ya sabes que Nueva York te engulle y te devora. Y te digiere. Y te resucita para darte la vida de nuevo, te convierte en otro hombre. Dejas de sentir lo que sientes para sentir otras cosas muy distintas. Tu corazón late más deprisa, entra en sintonía con el compás macabro y maravilloso de la ciudad. Ya sabes qué es Nueva York. Ahora tienes que hacer lo que has venido a hacer. Después de una larga caminata, de pasar por Washinton Square, por el Soho y de pasada por China Town, llegas a tu destino: El majestuoso puente de Brooklyn. Te impresiona. Lees una vez más su historia en la guía de Nueva York que llevas contigo y vuelve a impresionarte. Un puente cargado de historia y de historias. De muertes y sufrimiento. Estás allí. Es tu sitio. Has venido a esto, a vértelas con el puente de Brooklyn. Avanzas hasta la mitad del puente. Gateas como puedes hasta el borde. Y miras el East River. Tiemblas. Y recuerdas que te quedan pocos días de vida. Quieres morir con magia, que el río te destruya antes de que lo haga tu terrible enfermedad. Quieres una muerte romántica. En tu ciudad, es tu ciudad aunque acabes de pisarla. Llevas un día en Nueva York y ya la has hecho tuya. El atardecer es precioso, el cielo parece estar tan cerca a esa altura que te planteas escalar el puente, pero miras abajo y ves el río, esplendoroso, cargado de agua para darte el bautismo inverso. Te dejas llevar y te dejas caer al río. Te empuja la magia de la ciudad, que quiere engullirte y hacerte un hombre nuevo. Lloras mientras caes, por lo maravilloso de tu muerte. Sacas de tus bolsillos un poco de la noche de Nueva York que te guardaste y la respiras, la sientes y la vives. Eres feliz. Casi esperas que Spiderman te salve, pero no ocurre. El río te abraza. Te acaricia. Te besa con unos labios mortales.

Nueva York te traga. Y tú le devuelves las caricias con tus manos cargadas de noche de Nueva York. Justo antes de morir te despides de Nueva York, con tu sueño cumplido.

lunes, mayo 03, 2010

Acuérdate de vivir



El nuevo disco de Ismael Serrano, acuérdate de vivir, es un plan para mirar hacia el futuro echándole un vistazo rápido a los pasos andados. Es una estrategia optimista trazada con las notas musicales mejor seleccionadas, teniendo como cómplices a unos acordes que son palpitar de corazones de una música que sigue muy viva. El último disco de Ismael Serrano es un destruir muros de granito y de ceniza y un construir caminos, aunque ninguno de rosas porque ese tipo de caminos no existen. Es un baile a la vida, al momento. Un saber a dónde ir y a dónde volver. Es una bulería sin miedo. Un balance de vértigos, de Wendys y de peces de colores con memoria, de cómics y de princesas capturadas. Es un balance acertado de suertes y fortunas. Es un manual para conquistar el mundo, o al menos para conquistar tu propio mundo. Es una prueba de que lo pasado está muy bien, pero que lo mejor está por llegar. Es un caudal y un torrente de lo que tú y yo sentimos recogidos es un disco que sólo te recuerda que estás vivo. Es la certeza de que no estamos muertos. Es el frescor y el aliento que necesitamos cada mañana. Es un antídoto contra la desidia, que es nuestro estado óptimo de obediencia. Es un argumento para negar que la mitad de nada cada día esté más cerca del doble de todo. Es una espada contra la nada y un guiño al todo. Al fue, al es y al será.

Acuérdate de vivir, incluso olvídate de morir.

jueves, abril 22, 2010

Entrevista a Alberto Ballesteros.




Alberto Ballesteros: "La música es una forma de enseñar y en términos generales suele ser autobiográfica"

Salva: Buenas tardes, Alberto, muchas gracias por venir aquí, a Barrio Alto, a esta entrevista acompañada de cervezas y coca-colas Light.

Alberto: Buenas tardes, Salva.

Salva: Acabas de sacar una maqueta estupenda con 4 canciones.

Alberto: ¡Gracias por lo de estupenda!

Salva: Es que para llegar a La Latina he estado 3 cuartos de hora buscando aparcamiento y me le he escuchado 5 veces en bucle, jejeje. Así que es 5 veces estupenda.

Alberto: Es lo que tienen las maquetas, que como te pillen en un viaje largo…

Salva: ¿Cómo se llama esta maqueta?

Alberto: Se llama Sheffield 24/7 que es el nombre de la ciudad donde la grabé y donde
estuve viviendo durante año y medio. Todo se forjó allí, fue donde escribí 2 de las
canciones y donde realicé todo el proceso de grabación y producción. Así que quería
que quedara para el recuerdo con ese nombre. Sheffield es una ciudad muy grande cerca
de Manchester que tampoco tiene mucho la ciudad, salvo un rollo musical muy muy
muy guapo.

Salva: ¿Qué canciones incluyes en este trabajo?

Alberto: He metido “Buscando un trozo de cielo” que es una canción con aire folk
americano y que acabo con un solo de guitarra tipo Santana. “No habrá dolor”, una
canción muy lentita y muy sentida, al menos lo intenta serlo.

Salva: Pero hay dolor…

Alberto: El estribillo dice que no, pero un poco sí… un poco sí. Y siguiendo con las
canciones de la maqueta, hay una más fiestera que se llama “Sweet Corinna” que es un
swing y es más bien alegre. Y la maqueta acaba con un rock and roll, que es lo que
tocaba antes y que no puedo dejar del todo.

Salva: Es decir, un disco muy completo y variado. Por cierto, “Sweet Corinna” (“La dulce Corinna”), ¿quién es esta Corinna?

Alberto: La canción habla de Corinna como una droga, y realmente es algo así. Esta
chica ha sido una musa que ha andado por ahí los últimos años que me ha hecho
moverme mucho de un lado para otro y vivir cosas muy bonitas. Hay gente que de las
relaciones guarda fotos y yo guardo canciones. Eso sí, ya no hago más canciones con
nombre de chicas porque creo que si haces una canción de una chica pero no le pones
nombre parece que la canción tiene como más recorrido.

Salva: Si el destino te obligase a hacerle una canción a una chica, ¿a quién se la harías?

Alberto: Cualquiera que me haga sentir algo especial, se amor, sea atracción, o sea algo.
Como si no la conozco o la conozco de refilón pero tiene algo que se pueda contar. Y si
no, cualquier chica como diría Silvio Rodríguez con la palabra precisa y la sonrisa
perfecta. Esas son las chicas que me gustan… ahora, ¡búscalas! (risas)

Salva: ¿Qué motivó que te marchases a Sheffield?

Alberto: Estaba aburrido en Madrid. La vida no me iba mal, tenía un buen trabajo pero
al cumplir lo 25 me entró una especie de crisis y pensaba que el rock and roll se acababa
y que tenía que aprovecharlo todo más. La excusa de cara a la galería fue aprender
inglés, que también llevaba tiempo detrás de ello. Pero la motivación real era buscar
cosas para vivir, motivos para escribir canciones y pasarlo un poco bien. En definitiva
fue algo mucho más espiritual que económico. Estaba bloqueado y cuando pasa el
tiempo y no consigues escribir canciones algo falla y sobre todo si te aburres.
Necesitaba aires nuevos.

Salva: Comentabas que lo tuyo es el rock and roll, ¿qué referentes tienes?

Alberto: En castellano, Burning, Tequila, Leño, los Rodríguez… Vengo un poco de ahí.
En inglés, Stones 100%, y traigo puesta la camiseta que lo certifica, jejeje.

Salva: ¿Cómo topaste con la música y decidiste hacerte músico?

Alberto: Tenía un par de colegas que tocaban la guitarra y me quedaba embobado viéndolos. Me pareció fantástico y me dije a mí mismo que quería hacer eso. Entonces mi madre tenía una guitarra de cuando era niña guardada en casa y la cogí y, aunque tuve el inconveniente de que tuve que cambiar las cuerdas porque soy zurdo, fue un flechazo con la guitarra. Además he vivido mucho la fiesta de los pueblos y siempre me esperaba a los últimos pases de las fiestas que eran más rockeros, lo disfrutaba muchísima y supe que yo también quería hacer eso. También es verdad que esto no me lo planteé como algo repentino, sino poco a poco. Yo sólo quería aprender tres acordes y cantar alguna canción de Sabina. Lo que pasa que luego ya, me motivé, aprendí alguna más, hice una canción y cuando quise darme cuenta ya estaba dando conciertos. Y me di cuenta que quería hacer esto durante toda la vida.

Salva: ¿Tu objetivo real de ir a Sheffield era grabar tu maqueta?

Alberto: Lo veía tan complicado que ese no era un objetivo real. Me llevé la guitarra... por si acaso. Me la llevé porque era un sitio donde iba a vivir y era inviable para mí no llevármela y tampoco me perdonaría que me surgiese algo allí y me pillase sin guitarra. Pero el hecho de tocar allí tanto como toqué porque, aparte de conciertos en salas, tocaba en restaurantes latinos para animar a los comensales, estuve tocando en una banda que hacían versiones de pop psicodélico de los 60, canciones que no concía ninguna antes de eso. Era un grupo muy peculiar. Todo este proceso fue el que me llevó a conocer a más y más gente, a trabajar en un bar como técnico de sonido y luego llegó el momento clave para mí. Realmente lo que yo quería era hacer canciones y luego grabarlas en Madrid. Pero llegó el momento en el que tanto las infraestructuras, los músicos, el estudio de grabación y el productor estaba allí, así que me dije, bueno, ya lo grabo allí.

Salva: ¿Cómo es eso de que te dieron una paliza en Sheffield?

Alberto: Sí... fue un palo considerable, y más a mí, que no me había zurrado nunca con nadie. Tío, la primera pelea que tengo voy y la pierdo. Iba a currar y pasé por el típico pasadizo oscuro como de la naranja mecánica y allí había dos chavales que no tenían buenas intenciones y querían robarme. Realmete lo peor de todo no fue la paliza en sí sino el trastorno ya que me tuve que volver un mes a Madrid para recuperarme. Para mí, mi viaje a Sheffield significó una novela dividida en dos partes. La primera parte fue cuando estaba en lo más alto y me dieron la paliza, que caí hasta el fondo y parecía que iba a ser el final. Mi gente en Madrid pensaba que no iba a volver, yo prefería quedarme en Madrid a recuperarme bien y me entraron las dudas de volver. Lo que pasa es que el rollo de la maqueta ya estaba empezado y tomé la decisión de volver. Esta historia no podía acabar así. Y volví, fue un poco más duro, salía menos y me concentré mucho en grabar y acabar la maqueta. Y cuando la acabé volví de nuevo a Madrid después de una última noche gloriosa. Hicimos una fiesta y un concierto en el bar donde trabajaba, terminaron conmigo todos los amigos de allí. Fue muy emotivo y, al día siguiente, a Madrid de nuevo. Hay un momento óscar, con lágrimas, en la despedida final. Hice muy buenos amigos allí.

Salva: ¿Piensas volver a Sheffield?

Alberto: Por supuesto que sí, pero no es el momento todavía. Como dijo García Márquez: "Al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver". Voy a esperar y a pensármelo más antes de volver.

Salva: ¿Qué mecanismos sigues para componer una canción?

Alberto: Tengo varios métodos, está el trabajo de composición, que me siento con la guitarra en casa, a gusto, con un gintonic y machachar y machar e insistir. Por otro lado está la semilla o la idea que te puede venir en cualquier lado con un fogonazo. De cualquier frase que escucho o cualquier detalle me viene una melodía y puedo pensar que ahí hay una canción y tirando del hilo consigo una frase. Siempre digo que las musas te dan una frase, luego te lo tienes que currar tú para terminar la canción. De todas formas yo soy mucho de melodías y eso te viene o no te viene. No soy músico de estudio, no tengo formación en solfeo. Pero por sentimientos, por impulsos y por prueba y error consigo arrancar una melodía.

Salva: Tú eres un músico muy vinculado a Marta Tchai, ¿cómo os llegásteis a conocer?

Alberto: La conocí hace 4 ó 5 meses. Un colega común me había hablado muy bien de ella porque él sabía que cuando volviese a Madrid me gustaría conocer gente con cosas en común para hacer conciertos o movidas juntos. Pero digamos que se quedó ahí la cosa.Y luego con este amigo común hice un concierto de telonero de un grupo que se llama Calocando, que está muy bien y te lo recomiendo y ella vino al concierto y le gustó lo que hice. Lo que ocurrió es que tuve que irme y no pude verla y ella tampoco me dijo nada. Fue este amigo común quien me dijo que le había gustado mucho lo que hice. Entonces fui yo a verla a un garito y ya estuvimos habando después de su concierto, que por cierto me gustó lo mismo o más que yo a ella. Estuvo genial porque no es fácil encontrarte con gente con la que te identifiques tanto musicalmente. Luego ya quedamos más veces, colaboramos en conciertos y me propuso un día tocar la guitarra en su banda. A lo que le dije que sí encantado advirtiéndole de que no soy un guitarhero pero al final ha derivado en más conciertos juntos, más proyectos, más ensayos y una forma de darme a conocer a gente fuera de mi público.

Salva: ¿Qué te proporciona la música?

Alberto: Disfruto muchísimo con la música, es la mayor satisfacción que puedo encontrar. Me gusta mucho tocar, sobre todo en un sitio lleno de gente, que haya ambiente de concierto, que venga gente nueva a verme, que me escuche y, sobre todo, que se lo pase bien. El miedo que me da es aburrir, me gusta hacerlo ameno, canciones variadas y mucha rítmica para que nadie se me duerma. Si meto una lentita profunda como "No habrá dolor" que en la siguiente haya dolor y conseguir sacar unas palmitas.

Salva: ¿Recuerdas tu primera canción?

Alberto: Sí, pero no sé si daría para tocarla. Pero sí puedo decirte que repasando mis primeras canciones me siento orgulloso del resultado y no descarto coger alguna de esa época y tocarla de nuevo. Lo que ocurre que uno cuando pasa el tiempo tiene otro lenguaje, otro estilo, en fin, que se evoluciona.

Salva: Háblame de tu última canción.

Alberto: Pues precisamente estuve anoche currando en ella. Ya la tengo terminada aunque puede que un par de frases se puedan mejorar. Eso sí, no tiene título aún aunque se puede llegar a llamar "En nuestra orilla del río". Hablo sobre una ciudad separada por un río y, de alguna manera. A un lado del río hay riquezas o falsas sonrisas. Y al otro lado, que podría parecer que se está más solo, te encuentras realmente con más cosas. Y como dice el estribillo: "Sólo tenemos el blues".

Salva: ¿Qué es para ti la música, tu pregunta o tu respuesta?

Alberto: Las dos cosas, aunque diría que más la respuesta. Al final lo más importante es vivir, disfrutar y de ser feliz. La música es una forma de enseñar y en términos generales suele ser autobiográfica. Para componer una canción primero necesito vivir, que la vida me dé algo o algún motivo para escribir una canción por eso lo relaciono más con la respuesta. Quizá también utilizo la música como medio para encontrar una respuesta.

Salva: ¿Qué otras aficiones tienes?

Alberto: Me gusta mucho el fútbol. Soy rayista por el barrio pero de corazón culé. Aparte de eso me gusta el cine, la lituratura. Pero una de las cosas que más me gusta es conocer a gente nueva. No me gusta tener un círculo cerrado, que está claro que a esa gente la quieres y matarías por ella pero la vida se compone de muchas cosas y conocer gente nueva es como un aprendizaje continuo y de cuanta más gente puedas aprender más satisfacciones te llevarás.

Salva: ¿Cuál es tu jugador de fútbol favorito?

Alberto: Me encanta Xavi Hernández. Jugaba antes mucho al fútbol y me suponía una gran satisfacción... un regate, un pase de gol o un gol mismamente. Lo echo mucho de menos. Ahora he cambiado el fútbol por andar, que también me encanta. Además, Madrid es una gran ciudad para andar y ahora viviendo en el centro me da menos pereza, tiene zonas muy bonitas y apañadas. Aunque es una afición un poco de abuelo le he cogido el gusto me sirve para reflexionar, para escuchar música en el mp3 o simplemente para escuchar unos segundos de conversaciones de la gente con la que me cruzo y montarme con todas esas conversaciones breves una especie de historia-collage que a veces puede terminar en canción.

Salva: ¿Y qué música llevas en ese mp3?

Alberto: Llevo siempre algo de Dylan, de Calamaro, Pearl Jam. Digamos que estos son los fijos, los que llevo siempre. Luego tengo otro grupito de canciones que van entrando y saliendo en el mp3. Por ejemplo ahora que es primavera me gusta llevar algo de Los Delinqüentes, por ejemplo. También Andy Chango, algo de Wilko. Y últimamente también llevo a Tom Petty que ha sido mi descubrimiento del año que he conocido tarde pero hace unas canciones que te mueres. Es buenísimo aunque no sé por qué no viene por Europa a tocar.

Salva: ¿Cuál es tu estado anímico óptimo para componer?

Alberto: Yo diría que el meláncolico, aunque depende del tipo de canción que quieras hacer. A veces estás eufórico, que te comes el mundo y te hace una canción que va sobre eso, de las que gritas de alegría pero que no da para mucho más. Es mucho mejor la melancolía o la tristeza, pero no cuando estás totalmente hundido en la mierda sino cuando ves un pelín la luz. Para mí es el estado perfecto.

Salva: Muchas gracias, Alberto, ha sido un placer y muchas gracias de nuevo por la entrevista.

Alberto: ¡La entrevista acaba pero las cañas siguen!

martes, abril 06, 2010

Batman: La Broma Asesina






La fuerza de un hombre radica en su pasión y en sus convicciones. La cordura de un hombre puede pender de un hilo más fino que un pelo de mi poco poblada coronilla o estar amarrado a una soga tan fuerte como su pasión o sus convicciones. La fuerza de un hombre se mide en cómo actúas en situaciones límite. En cómo encaras tus miedos y tus miserias. La cordura de un hombre es el mismo hombre: se tambalea cuando tú te tambaleas y te afianzas cuando tu cordura se afianza. La fuerza de un hombre se basa en saber devolver los golpes y las palabras. La cordura de un hombre se basa en encajar los golpes y los éxitos. La fuerza de un hombre es no rendirte. La cordura de un hombre es digerir que si te rindes también hay un mañana válido. La fuerza de un hombre son los puños y los planes, los nudillos y la estrategia. La fuerza de un hombre es la solidez del alma. La cordura de un hombre es levantarse, poner la otra mejilla y aceptar lo que viene. La cordura es el vínculo maravilloso a la realidad. La fuerza es el aliento y el soplo. La cordura es el seguir adelante por cualquier camino. La fuerza eres tú y la cordura quien te rodea.

La vida marca, qué duda cabe, tiende trampas feroces que te producen heridas y cicatrices. La vida de un hombre que lo pierde todo es el punto de inflexión ante qué camino seguir. Volverse loco es terrible después de perderlo todo pero mantenerse cuerdo y seguir apostando a las mismas cartas lo es aún más. Perder la cordura no es perder la fuerza, ni la capacidad, ni el plan, ni la estrategia. Es perder la pasión, y la convicción, y el vínculo.

El Joker tiene la fuerza, y la lucidez, y la chispa, y el macabro sentido del humor. Incluso tiene una magnífica cámara fotográfica y un talento para hacer fotos. Pero no tiene un lazo al que aferrarse a este lado de la cordura y el espejo. Sobre el que ve reflejado a un Gordon que se mantiene firme, agarrándose al clavo ardiendo de sus creencias, pasiones y convicciones.

El joker ríe amargamente porque tiene el plan pero no los resultados esperados. Esta vez, la cordura ha ganado el pulso a la fuerza.