miércoles, enero 18, 2006

Los regalos de la muerte (IV)

Capítulo IV: No va más

- Javi Lagos, antes. -

-¡No va más! - Pareció decir el croupier dirigiéndose a mí, como diciéndome: Ya está bien por hoy, señor Lagos, para ya, ha perdido demasiado dinero (¿tendrán estas reacciones también las chicas que trabajan en líneas eróticas cuando algún cliente está un tiempo elevado al teléfono?). El lanzabolas, como había acostumbrado a llamarlo, iba vestido de forma impecable y con un uniforme que me recordaba al que llevaba cuando trabajaba de camarero en un club de lujo, incluso el trabajo en cierta medida me parece similar: tienes un vicio delante y no puedes caer en la tentación; claro, yo no pude evitar caer, me echaron del sitio cuando me pillaron por tercera vez follando con Luna, la mejor prostituta que haya pasado por el Flower's, que me ponía a cien (la culpa es de los padres, que la visten como puta) y, añadiendo por supuesto, que soy débil a cualquier tentación, me dejé llevar... 18 veces. Me pillaron 1 de cada 6 polvos: deduzco que follo en sitios visibles. Vale, soy raro, hago cálculos matemáticos mentales absurdos, o me vienen comentarios espontáneos a la mente y repentinamente (si escribiese estos pensamientos los pondría entre paréntesis) que me producen una leve sonrisa. Y, vale, soy especial, como me decía mi madre, porque, según ella, siempre ayudo a todo el mundo y me preocupo por los demás. La realidad no es esa, la realidad es que ayudo a los demás porque todo despierta interés en mí; ¿qué necesitará y para qué? me pregunto cuando alguien me pide ayuda, y eso es una tentación inevitable para mí. Pero eso, claro, no me convierte en especial, bueno sí, en especialmente cotilla. No es esa la razón. El motivo por el que soy especial es que tengo un don... hogaño mi maldición, lejos de ser la bendición que fue. Sí, tengo un don.

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