martes, enero 03, 2006

Más allá de los radios

Matías apuró hasta la colilla su cigarro chester de una profunda calada y expulsó el humo después de que éste hubiese habitado sus pulmones. Había creado una niebla artificial, así era como la llamaba, en su habitación. Cada vez que se ponía a fumar mientras estudiaba cerraba la puerta y la ventana creando así una humareda casi impenetrable. Decía que así espantaba toda forma de vida de su alrededor, tenía lo que él denominaba biofobia, sólo le interesaban los robots y los autómatas. Se sentía un poco Dios creando estos seres pseudovivos. ¡El control es el poder! gritaba siempre que terminaba alguno de sus trabajos a los que le dedicaba tanto tiempo y estudio.

Se recostó en la silla y miró por la ventana, se frotó sus ojos inyectados en sangre y volvió a mirar, se levantó con torpeza y se acercó a la ventana abriéndola y sus pulmones se quejaron en forma de ataque de tos. Impurezas escapaban de su boca como el humo de su habitación. Cuando se recuperó se quedó mirando a un niño que estaba sentado en la acera junto a una bicicleta del revés, con las ruedas hacia arriba y el sillín hacia abajo. El niño hacía girar la rueda delantera de la bici y miraba tras los radios. Matías echó un vistazo a la calle y al comprobar que no había nadie más decidió salir y hablar con el chico.

- ¿Qué haces, chico? -Preguntó interesado Matías forzando sus cuerdas vocales ahumadas. El niño lo miró como quien mira a un perro que ladra.
- Ponte enfrente de mi rueda delantera, de tal forma que puede verte a través de los radios y te lo diré.
- Bien, como quieras. Y Matías se colocó donde le dijo el niño.

El niño empezó a girar la rueda delantera mucho más rápido y a los pocos segundos la paró en seco con la mano. El niño miró a Matías.
- Acabo de leer tu pensamiento - dijo el crío con autoridad.
- Ja, ja, ja, qué gracioso eres, chico, no sé si llamar a un loquero o a Fox Mulder.
- Quizá Mulder se interesara más por ti y por los robots que construyes. No es normal odiar todo modo de vida y pensar constantemente en el suicidio.

A Matías le dio un vuelco el corazón... y otro.

- ¿Cómo...? ¿Cómo coño sabes tú eso?
- Ya te lo dije, te he leído el pensamiento. Tu mente radia tu pensamiento al exterior, y éste tiene una longitud de onda múltiplo de la de la luz, sólo tengo que dividirla por el múltipo correcto y así consigo ver tus pensamientos. Puedo hacerlo con los radios de una bicicleta.
- Pero... ¿de qué me estás hablando? Debo de estar soñando - Matías enloqueció un poco más.
- Es muy fácil, ven y prueba tú.

Después de pensarlo un poco Matías accedió, estaba tan desorientado y a la vez tan incrédulo que no podía negarse. Se sentó junto a la rueda, y empezó a darle vueltas con fuerza.

La rueda absorbió a Matías y se despertó en su habitación, sentado en su silla y vio como su cabeza golpeaba contra su mesa... lo último que sintió fue como su corazón explotaba... murió.

Al otro lado de la ventana estaba el niño, sonriente, moviendo la rueda de su bicicleta y se le acercó un esqueleto, con sotana y guadaña, que le puso el brazo en su hombro y le habló.

- Me gustan tus métodos, hijo mío, buen trabajo.
- Gracias, papá, la guadaña ha quedado anticuada.

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